Su nombre verdadero era Homero Nicolás Manzione Prestera, pero se lo conoció por su seudónimo Homero Manzi, fue y actualmente sigue siendo uno de los mejores poetas con que contó el tango, del género musical rioplatense por excelencia.
Pero Homero no sólo se destacó como letrista, también dejó su huella en la política y en el cine donde también supo incursionar (sus títulos como director: Pobre mi madre querida y El último payador; mientras que también fue guionista de más de una decena de películas entre las que se destacan: Su mejor alumno, Donde mueren las palabras y Escuela de campeones, entre otras).
Él se encuentra, entre mis 5 poetas tangueros preferidos. Sin lugar a dudas entre sus tangos y milongas atesoro letras como Malena, Barrio de Tango, Romance de barrio, Sur, Desde el alma, Fuimos,
A pesar de haber nacido en Añatuya, un 1º de noviembre de 1907, y de vivir en la ciudad de Lanús, él parecía ser porteño como el que más, con su aguda mirada pudo plasmar en ritmo poético el pulso de la Buenos Aires que supo brillar hasta la mitad del siglo pasado. La muerte que lo sorprendió tempranamente (falleció el 3 de mayo de 1951) nos quitó a una de las mejores y más brillantes plumas literarias-poéticas de nuestro país...
Hoy, aprovecharé para compartir dos de sus tangos Fuimos y Sur. Aunque no faltará oportunidad para seguir recordándolo en este espacio donde intentamos darle vida a la poesía...
Fui como una lluvia de cenizas y fatigas
en las horas resignadas de tu vida...
Gota de vinagre derramada,
fatalmente derramada, sobre todas tus heridas.
Fuiste por mi culpa golondrina entre la nieve,
rosa marchitada por la nube que no llueve.
Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza
que no puede vislumbrar su tarde mansa.
Fuimos el viajero que no implora, que no reza,
que no llora, que se echó a morir.
¡Vete...!
¿No comprendes que te estás matando?
¿No comprendes que te estoy llamando?
¡Vete...!
No me beses que te estoy llorando
¡Y quisiera no llorarte más!
¿No ves?,
es mejor que mi dolor
quede tirado con tu amor
librado de mi amor final
¡Vete!,
¿No comprendes que te estoy salvando?
¿No comprendes que te estoy amando?
¡No me sigas, ni me llames, ni me beses,
ni me llores, ni me quieras más!
Fuimos abrazados a la angustia de un presagio
por la noche de un camino sin salidas,
pálidos despojos de un naufragio
sacudidos por las olas del amor y de la vida.
Fuimos empujados en un viento desolado...
sombras de una sombra que tornaba del pasado.
Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza,
que no puede vislumbrar su tarde mansa.
Fuimos el viajero que no implora, que no reza,
que no llora, que se echó a morir.
San Juan y Boedo antigua, y todo el cielo,
Pompeya y más allá la inundación.
Tu melena de novia en el recuerdo
y tu nombre florando en el adiós.
La esquina del herrero, barro y pampa,
tu casa, tu vereda y el zanjón,
y un perfume de yuyos y de alfalfa
que me llena de nuevo el corazón.
Sur,
paredón y después...
Sur,
una luz de almacén...
Ya nunca me verás como me vieras,
recostado en la vidriera
y esperándote.
Ya nunca alumbraré con las estrellas
nuestra marcha sin querellas
por las noches de Pompeya...
Las calles y las lunas suburbanas,
y mi amor y tu ventana
todo ha muerto, ya lo sé...
San Juan y Boedo antiguo, cielo perdido,
Pompeya y al llegar al terraplén,
tus veinte años temblando de cariño
bajo el beso que entonces te robé.
Nostalgias de las cosas que han pasado,
arena que la vida se llevó
pesadumbre de barrios que han cambiado
y amargura del sueño que murió.