Revista Arquitectura

Recordando la Capilla de Ronchamp

Por Marcelogardinetti @marcegardinetti

“La clave es la luz y la luz esclarece las formas. Y estas formas tienen una potencia emotiva por el juego de las relaciones inesperados, sorprendentes,” Le Corbusier

Es invierno en Francia y la intención de llegar a la capilla de Notre Dame du Haut, fue el inicio de una verdadera y ansiada travesía…

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Ronchamp es una comuna pequeña, próxima a la frontera noreste francesa, asentada en un valle y comunicada a Belfort, donde se ubica la estación de trenes. Desde allí, había que dejarse llevar por un camino solitario hacia la colina, dejando atrás la pequeña ciudad y teniendo el blanco paisaje como mudo y único testigo.

Si bien la nieve lo cubre todo, la Capilla se muestra, se nos aparece en lo alto al final del camino. La idea del peregrinaje y la introversión así comienza a manifestarse.

La primera sensación es intentar abarcarla toda, descubrir sus diferentes fachadas. El contexto tan natural y sublime, es el escenario ideal para acentuar su presencia.

Se distinguen el caparazón “despegado” de sus muros, las torres, los planos curvos, el altar en su fachada este y junto a ella además, la pirámide de la paz. En una pura elocuencia a su sitio y su paisaje.

Los pequeños contrastes de luces y sombras, las sombras coloreadas, evidencian su forma, su geometría, casi moldeada, sólo ajustada a contener un espacio para la oración.

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En su interior, en cada sector de la Capilla, ya sea el altar, las capillas laterales, los confesionarios, el pulpito, tienen un carácter singular y todos definen a la vez un espacio único.

En particular, serán sus gruesos muros al sur, los que con sus profundos veintisiete vanos de diferentes formas y tamaños, definan un plano de luz.

La luz y el tiempo se materializan, son los protagonistas, en puntos, en líneas, en reflejos y en sombras. Hasta el techo es casi un manto oscuro, que parece suspendido para dar lugar a la luz.

El espacio austero, sombrío y a la vez iluminado, nos conmueve y una profunda sensación de paz nos invade.

Es un espacio de profundo silencio y luz, para el encuentro de Dios y el hombre.

Dolores Gómez Macedo, 2015©

Fotografías: ©Dolores Gómez Macedo

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