Revista América Latina

Recordando…A fuego vivo: En memoria de Sebastián Acevedo

Publicado el 27 noviembre 2014 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

El 9 de noviembre de 1983 se registra la detención de Galo y María Candelaria Acevedo Saez, hijos de Sebastián ACEVEDO BECERRA, por civiles armados que no se identificaron. Su padre desesperado los busca en diferentes recintos y solicita ayuda en numerosas partes, sospechando que se encuentran en poder de la CNI.

El 11 de noviembre de 1983, al no tener noticias de ellos, en señal de protesta y para presionar a las autoridades, rocía parafina y bencina en sus ropas en la Plaza de la ciudad, y debido a que un Carabinero intenta detenerlo, se prende fuego, muriendo a las pocas horas a consecuencia de la quemaduras que sufre.  

La Comisión estima que si bien Sebastián Acevedo murió a consecuencias de hechos provocados por su propia mano, y no cabe en rigor calificar su muerte de una violación de derechos humanos, es víctima de la violencia política, porque tomó la determinación que le costó la vida en un gesto extremo por salvar a sus hijos de consecuencias inciertas, pero que bien se podía temer fueran muy graves, o como modo desesperado de protestar por la situación que lo afligía como padre.

(Informe Rettig)


El Ciudadano

16 de Noviembre 2010

A fuego vivo: En memoria de Sebastián Acevedo

En tiempos de Dictadura Militar, el 9 de noviembre de 1983 se registra la detención de Galo y María Candelaria Acevedo Saez, hijos de Sebastián Acevedo Becerra, minero del carbón, por civiles armados que no se identificaron. Su padre desesperado los busca en diferentes recintos y solicita ayuda en numerosas partes, sospechando que se encuentran en poder de la CNI.
El 11 de noviembre de 1983, al no tener noticias de ellos y en señal de protesta y para presionar a las autoridades, rocía parafina y bencina en sus ropas en la Plaza de la ciudad. Cuando un carabierno intentó detenerlo, él prendió fuego a sus ropas y con él se extinguió también su vida. Murió a las pocas horas a consencuencia de las quemaduras.
La muerte de Sebastián refleja el dolor y angustia de quienes vivieron la desaparición de padres, madres, hijos y nietos. Es por esto, afirma Erika Acevedo, “que la inmolación de Sebastian sacudió la conciencia de todo Chile, desnudó el drama de las detenciones secretas y las torturas. El impacto de esta acción fue tal que la dictadura se vio obligada a reconocer la detención de Galo y Maria Candelaria Acevedo, para días más tarde dejarlos en libertad”.
“Como muestra de la repercusión social que tuvo este caso -cuenta la que es hija de Sebastián Acevedo- al interior de la Iglesia Católica surgió un movimiento contra la tortura que tomó el nombre de Sebastian Acevedo”.

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PiensaChile.cl

15 de Noviembre 2011

Nada esta olvidado, Nadie esta olvidado: Sebastián Acevedo:

Estaba desesperado. Pedía que la CNI le devolviera a sus dos hijos detenidos ilegalmente. Fue a la Vicaría de la Solidaridad, recorrió
comisarías, salas de prensa y conversó con autoridades civiles y militares. Pero a Sebastián Acevedo nadie lo ayudó. El 12 de noviembre de 1983 se instaló afuera de la Catedral de Concepción, se roció con bencina y se prendió. Ocho horas después murió. Los jóvenes habían sido acusados de organizar un plan terrorista. Antes de ser liberados, ambos fueron torturados en un recinto militar. La muerte de Acevedo conmovió al país e inspiró el capítulo 10 de la serie “Los archivos del cardenal”. Hoy sus hijos recuerdan a su padre con orgullo. Dicen que dio la vida por ellos.

No pudo seguir durmiendo. El miércoles 9 de noviembre de 1983, María Candelaria Acevedo se despertó con los gritos de su madre. Eran pasadas las siete de la mañana cuando más de treinta hombres entraron a su casa en la Villa Mora de Coronel, en la Octava Región. Todos estaban armados. La estudiante de 26 años no opuso resistencia. Era militante de las Juventudes Comunistas
y desde 1973 cumplía labores clandestinas.

A esa hora, Sebastián Acevedo, su padre, esperaba un bus para dirigirse a su trabajo en la constructora Lago Ranco de Concepción. Hacía unos días le habían advertido que dos de sus cuatro hijos eran seguidos por la CNI. Cuando vio pasar los furgones a toda velocidad, volvió corriendo a su domicilio. Después de un forcejeo, los hombres le dijeron: “Nos llevamos a su hija porque es terrorista”. Dos agentes de la CNI subieron a
María Candelaria a una camioneta blanca, vendaron sus ojos y comenzaron a dar vueltas por Coronel.

Una hora y media después detuvieron a Galo Acevedo, otro hijo de Sebastián. Dos autos se estacionaron afuera de la constructora donde trabajaba, la misma de su padre. Lo subieron a un furgón y le pegaron con la culata de la pistola en los testículos. Después de esposarlo, lo tiraron al suelo. Al detenerse en una comisaría para buscar a otro detenido, Galo escuchó que lo mencionaban: “Tenemos el regalo”.

Los hermanos Acevedo Sáez fueron llevados a un recinto militar ubicado frente al balneario de Playa Blanca, a tres kilómetros de Coronel.
Al día siguiente, el jueves 10 de noviembre, el diario El Sur de
Concepción –propiedad de la cadena El Mercurio- informó en una
escueta nota que varios miembros de una “red de militantes
comunistas” habían sido detenidos en la zona, por efectivos
policiales y de seguridad. Entre los nombres figuraban los hermanos
Acevedo. No se informaba sobre cargos, tribunal responsable ni del
lugar de detención al que habían sido trasladados (ver galería de
archivos de prensa de la época, abajo).
Sebastián Acevedo Becerra, fue un obrero chileno, que ante el dolor
de la ausencia de sus hijos, detenidos por agentes de la CNI, se
inmola en la Plaza de Armas de la ciudad de Concepción.
Un padre busca a sus hijos
El 9 de noviembre de 1983 se registra la detención de Galo y María
Candelaria Acevedo Saez, por civiles armados que no se
identificaron. Ambos eran hijos de Sebastián Acevedo Becerra,
minero del carbón. Este padre desesperado por el paradero de sus
hijos los busca en diferentes recintos, solicita ayuda en numerosas
partes, sospechando que se encuentran en poder de la CNI.
Al no tener noticias de ellos, dos días luego de la detención de sus
hijos, el 11 de noviembre de 1983, en señal de protesta para
presionar a las autoridades, se rocía parafina y bencina en sus ropas
en la Plaza de Armas de Concepción. Cuando un carabinero intentó
detenerlo, él prendió fuego a sus ropas y con él se extinguió también
su vida. Murió a las pocas horas a consecuencia de las quemaduras.
La muerte de Sebastián refleja el dolor y angustia de quienes
vivieron la desaparición de padres, madres, hijos y nietos. Es por
esto, señala su hija Erika Acevedo:
“Que la inmolación de Sebastián sacudió la conciencia de todo
Chile, desnudó el drama de las detenciones secretas y las torturas. El
impacto de esta acción fue tal que la dictadura se vio obligada a
reconocer la detención.
Luego de los hechos su hija Candelaria fue liberada, pudo ir al
Hospital Regional de Concepción y despedirse de su padre
moribundo, este pudo ver que su hija había sido liberada. Sus
últimas palabras para su hija fueron:
“Me dijo que cuidara a mi hijo, a mi hermano, que no dejara
abandonada a mi madre”. Luego de la muerte de su padre, sus hijos
nuevamente fueron detenidos: María Candelaria cayó nuevamente
detenida el 30 de noviembre de 1983, estuvo presa un año y dos
meses. Su hermano Galo Fernando estaría detenido durante dos
años. En el lugar mismo donde se inmolo se pintó una cruz roja,
para recordar su heroìsmo.

Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo

Ante los hechos sucedidos en Concepción, un grupo de personas
que protestaba contra la tortura que practicaba la CNI decidió poner
como nombre a su movimiento Sebastián Acevedo. Este grupo
estaba coordinado por el jesuita José Aldunate nació así el
Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, que realizaba
una protesta pacífica en las calles.
Tuvieron 180 salidas a la calle en siete años. Sin ofender, sin armas,
simplemente proclamando o denunciando la tortura.
Recuerda el padre Aldunate una de estas acciones: “Escogimos un
lugar de torturas que estaba en avenida Borgoño, donde había un
portón de fierro. Llevamos un lienzo que decía

 

“aquí se tortura”.
Armamos un escándalo en la calle, páramos el tráfico, echamos un
canto, juntamos 70 personas. Hasta que llegaron los carabineros,
con sus carros. Se llevaron a algunos, otros nos metimos en los
carros, por fuerza. Llegamos a las comisarías, allá no encontraban
qué hacer con nosotros. Nos tomaron los nombres, las fotos,
etcétera. Y nos echaron a la calle a las 11 de la noche”.


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