Un estudio reciente confirma el valor de los viajes y recuerdos relacionados con ellos para formar nuestra personalidad.
Cuando decimos que un viaje nos cambió la vida en realidad no se trata sólo de una forma de hablar si no que la mayor parte de veces ocurre. Aprendemos cosas, vemos otras realidades, interaccionamos con la gente de otras culturas y vemos cosas que nos sorprenden. Los recuerdos que nos llevamos de cada viaje que hacemos no sólo hacen que nos emocionemos al recordarlos si no que son fundamentales para formar nuestra personalidad. Así lo confirman las actuales investigaciones que se han hecho al respecto. ¿Pero cómo nos afectan los recuerdos de viaje?
Esta pregunta la responde muy bien el neuropsicólogo y profesor de Psicología en la Universidad de Zurich, Lutz Jancke, el cual, a través de una encuesta, exploró la medida en que nuestras experiencias de viaje están incrustadas en nuestra memoria, cómo se diferencian de otros recuerdos y cómo afectan a las personas.
Lutz Jancke se basó en una encuesta europea realizada por GFK en nombre de la aerolínea suiza. En ella se trataba de averiguar la importancia de los recuerdos de cada viaje desde un punto de vista social y psicológico. Jäncke realizó una encuesta entre 1.000 personas de gente de entre 18 y 55 años precedentes del Reino Unido, Alemania, Italia, Suiza y los Estados Unidos.
Fiel a la creencia de que un viaje es una de las mejores inversiones que podríamos hacer, la investigación de Lutz ha confirmado que los recuerdos de viaje son esenciales cuando se trata de dar forma a nuestra personalidad. Más del 40% de los británicos dijeron que sí se habían embarcado en un viaje que los cambió la vida, alrededor del 20% de los turistas ingleses comenzaron un nuevo pasatiempo (hobby) después de un viaje y casi el 15% comenzó a hacer actividad física después de regresar a casa.
Además, según los datos, más del 80% de los británicos desea poder revivir una experiencia de viaje satisfactoria y agradable y conservar sus recuerdos de viaje, y de éstos un 46,5% afirma que no borrarían nunca las fotografías que tomaron en el viaje ni por todo el dinero del mundo.
Es más, el 62.1% de los británicos graban sus recuerdos de viaje usando su teléfono móvil o cámara porque temen que de otro modo podrían acabar olvidándolo, confiando más en sus teléfonos inteligentes que en sus recuerdos y memoria. Otro punto que demuestra la importancia de querer seguir manteniendo vivas esas vivencias.
Todo esto indica que viajar abre la mente de alguna manera, nos abre a nuevas experiencias. Cuando viajamos nos encontramos fuera de nuestra vida cotidiana, tenemos un estado de ánimo diferente, nos enfocamos en aspectos diferentes de aquellos a los que estamos acostumbrados y somos libres de hacerlo. Por lo tanto, asociamos el viaje con emociones positivas y nuevas. Recordamos la experiencia del viaje y no los hechos, y a la mente humana le gustan las experiencias y las historias “. Y esta es la clave que nos hace adoptar nuevos hábitos de la vida diaria que nos hacen sentir mejor.
Según el neuropsicólogo suizo, nuestra personalidad se forma a través del viaje: “Las relaciones con los demás cambian cuando viajamos. Nuestro pasado está influenciado por nuestros recuerdos, de los cuales aprendemos tanto como de nuestras experiencias. Recordamos a personas, los lugares que hemos visitado, incluso la comida de esos lugares”.
¿Cómo sucede?
Aunque al volver de un viaje no logremos recordar todo lo que hemos hecho, nuestro cerebro mantiene en su memoria destellos de memoria (memoria fotográfica) de las cosas que más nos hayan marcado. Y gracias a estos destellos podemos revivir esos momentos de fiesta, olores que nos envolvieron, sonidos de la naturaleza, etc. En la encuesta que se realizó, el 51.2% de los entrevistados asociaron la naturaleza con sus recuerdos de viaje.
“Los entornos que vemos -explica el profesor- influyen en nuestra memoria y la razón es muy simple: debemos recordar que también somos animales y, como animales, nos atraen los lugares naturales. Recordaremos por toda una vida que hemos visto el Gran Cañón, después de haber visto el océano, porque es la naturaleza la que nos atrae, con sus olores, no con las cosas. Cuando sentimos una fragancia particular, inmediatamente la asociamos con una experiencia que hemos hecho en el pasado y nos trae a la mente el evento, haciéndonos cambiar nuestro estado de ánimo “.
Según Jäncke, las cosas que solemos recordar más de un viaje son las relaciones humanas (46.4%), seguidas de los alimentos (40.9%), los colores (38.7%) y los olores (29.9% ).
¿Conclusión?
Los recuerdos de viaje son invaluables. De hecho, una técnica que, entre otras cosas, también se usa en psicoterapia contra la tristeza y la depresión es recordar viajes que hayamos hecho al largo de la vida. Independientemente de la edad y el entorno en el que crecemos, nuestra memoria siempre funciona de la misma manera: los recuerdos se desarrollan a partir de detalles personales que reaparecen con el tiempo.
¿Cómo “recopilar” los recuerdos de un viaje?
Esto es lo que Jäncke recomienda: durante el viaje, todos los días debemos gastar un máximo de 10 minutos para detenernos y saborear una situación o un momento determinados del viaje, imaginar lo que hemos vivido e incluso contarlo en voz alta a nuestros hijos/amigos/familiares… También es aconsejable llevar un diario de viaje en el que anotaremos lo que más nos impacte de cada vivencia que tengamos ese día.
Cuando volvamos del viaje podemos comprar un libro del lugar en el que hemos estado y recordaremos los lugares que se describen en el libro. e aconseja hacer collages de las vivencias en fotos o cajas de recuerdos, e incluso tener un mapa en el que marcar cada sitio que se haya visitado.