Tenía pensado titular este post "Difusa" pero, justo cuando estaba completamente segura de eso (curiosamente, lo peor que se me da de escribir es poner títulos), me ha surgido una duda vital geométrica que me ha llevado a comparar mi estado actual con las categorías de los ángulos. Quizás os parezca muy loco, pero tampoco creo que en estos tiempos que corren, esté demasiado cuerda.
Durante los meses, días, horas, minutos y segundos que separan el 12 de marzo (día en el que me envían a teletrabajar) y hoy, mi cuerpo y mi mente han pasado por una sucesión de fases que han acabado convirtiendo mi ángulo vital en una suerte de circunferencia. Aquellos 360 grados que los moderners dicen que dan a sus vidas, se han sucedido hasta varias veces en un mismo día. Al final, ha habido momento en los que, más que una circunferencia, aquello era una espiral.
Comencé toda esta extraña circunstancia histórica como un ángulo recto. Perfectamente concienciada y sintiéndome capaz de sobrellevarlo el tiempo que hiciera falta...ilusa de mí. Por más planificación y creación de rutinas ad hoc, no se puede llevar una vida normal en una circunstancia anormal y sintiéndome dirigida por subnormales. Es imposible.
Una montaña rusa. Un transportador de ángulos caprichoso que ha movido la línea a su antojo pasando de ataques de risa a ataques de llanto. Del todo, a la nada.
En poco más de quince días, mi ángulo se fue agachando, agudizándose, como si llevara una carga pesada sobre los hombros a la vez que se estiraba volviéndose obtuso. En esos momentos, en el que cada vez me hacía más pequeña, mi mayor miedo fue que volviera la ansiedad y pudiera volver a acabar metida en el pozo de una nueva depresión. La ansiedad volvió con su punzada en el pecho y el insomnio que se intentan apaciguar con Valium, pero no puedo asegurar que vaya a recaer a la vez que tampoco puedo asegurar lo contrario. Tengo herramientas y horas de terapia a mis espaldas para ayudarme a capotear este toro que no se sabe demasiado bien desde donde embiste.
Eres tú frente a tus miedos dentro de la burbuja de tu casa y dando vueltas de treinta y un pasos a la azotea como un hámster enjaulado a la vez que la mente centrifuga el exceso de información: el virus, la vida, la economía, la muerte, la familia, la soledad, el trabajo, el tiempo que antes no tenías y ahora no saber aprovechar, los aplausos, los payasos, las cacerolas, el no tener con qué llenarlas, resistiré, aunque me arrastre, los bancos, el pueblo salvando al pueblo, Cayetana, Cayetanos, la mano de quién no esperas y el silencio de quien debería estar...la deriva, la nada, la falta de sensatez, la impotencia, el cansancio, la voz callada...
Quizás el miedo ha sido el mayor beneficiado de la pandemia. Ese miedo, que forma parte natural de nuestra vida y que nos ayuda a mantenernos alerta (un instinto animal) pero que, cuando acaba por bloquearnos, jode. Y jode mucho. Jode porque el miedo parte de la incertidumbre. De no saber qué va a pasar. Somos unos seres tan irracionales que vivimos planeando un futuro tan sumamente frágil que un ser microscópico nos lo ha puesto patas arriba. El largo plazo no existe o, al menos, no como nos han dicho que existía. Tampoco el medio plazo. Pero si, incluso, el corto plazo ha sido sustituido por el ahora.
Nuestro peor enemigo es no saber a pesar de los miles de medios. No sabemos ni qué ha pasado ni qué está pasando y, mucho menos, qué va a pasar. Hay vasos vacios, vasos rebosando, vasos a la mitad, vasos medio llenos, vasos medio vacíos...hasta vasos rotos. Decían que saldríamos mejores y, sin embargo, la sensación real es que lo único que se mantiene a flote es la mierda que ya nos rodeaba pero que no veíamos. No, ni los chivatos ni los odiadores ni los aprovechados cambiarán a mejor como tampoco lo harán los que, con poco o con mucho, tienden puentes. No saldremos mejores, saldremos más acentuados en todo lo que ya éramos antes porque, al final, no sabemos vivir de otra forma, desaprender y volver al inicio es mucho más difícil que una huida hacia adelante.
Vuelvo a estar en ángulo agudo física y mentalmente. Y, a la vez, creativa en fase obtusa. Quizás esto me haya vuelto más contradictoria pero menos insegura. Lo cortés no quita lo valiente.
Ya veis que quería hablaros de que estoy difusa, de que mi capacidad de concentración y concreción se ha esfumado. Y como ejemplo, os he vomitado todo esto. Quizás muchos penséis que es una gilipollez (vale, pero es mi gilipollez y tengo derecho a soltarla); otros os veréis tremendamente identificados, lo sé porque lo hemos hablado.
¿O yo había venido aquí a hablar de mi libro cuál Umbral?