#Duraneta es un término que esta mañana me ha saludado los buenos días. Si fuera otra especie de pájaro, me hubiese dado las buenas noches, pero a veces no aguanto más allá de las doce. Puedo probar con las descargas de esos mejunjes mitad medicamento mitad narcótico de gama baja que son las power-drinks (1). Así que cuando las brujas, incluso aquellas tan hermosas y procaces que justificarían salir en alguno de mis recientes posts, salen a pasear, yo dejo que me mezca el oleaje interno de las plumas sintéticas (espero, me dijeron) del edredón.No, Álex, la #Duraneta, que intuyo que es una contracción tui generis (si tui existe en mi latín de prospecto de medicamento y noménclator de plantas silvestres de la cuenca mediterránea) de Duran, puta, y Ramoneta (2), no es el motivo de mis guadianescos vaivenes: es la inspiración que se ha secado como una pasa sultana (3), cuestión de que culparía, mejor, responsabilizaría a mis mencionadas colaboraciones en otros medios (4) y sus efectos placebescos sobre mi insana afición (o afección) a la escritura desbocada. Eso es exactamente como, por ejemplo, la renovación de la producción de espermatozoides en los humanos adultos, o la cuestión que afecta a la cadena logística en las fábricas J.I.T. (5). También habría corrientes de pensamiento que achacarían esa cuestión al hecho de leer a David Foster Wallace (6), que acarrea determinados efectos colaterales, a saber, impotencia manifiesta, tendente al sollozo, ante la constatación de la imposibilidad de que mi prosa, ya no digamos mi poesía, raye a tal altura (por motivos variados, entre los cuales pesa ostentosamente la vagancia para acudir a tantas y tan diversas fuentes de documentación), ante el estupor rayano con el cariacontecimiento que me embraga cuando pienso en cómo pudo tomar la decisión de acabar con su vida, y, tercero, pero quizás el más menospreciable por nimio e indetectable a primera vista, una pequeña manía hasta ahora no manifestada de acotar con descontrolada profusión de notas de todo tipo y medida los escritos.(8)
(1). Pero a) su nombre se parece demasiado a PowerPoints, cosa que me produce náuseas y vómitos y b) su gusto solo es asumible por mi paladar de gourmet a bajísimas temperaturas, que estropearían mi garganta y anularían precipitadamente mis compromisos con la temporada operística internacional.(2). (Contracción políticamente correcta pues de la palabra soez interior has conseguido una elipsis magistral: ni una letra de la palabra puta, ni una mención al comercio de la carne: pero ahí la veo. La veo en la esquina con un cigarrillo de ésos que se venden sueltos colgando del labio.) (9)(3). Entrada de Wikipedia sobre tipos de uvas pasas(4). Explicaciones parciales que no vienen al cuento(5). Entrada de Wikipedia sobre método de fabricación JIT, cuya J sorpresivamente no es la inicial de Japón (7)(6). Entrada de Wikipedia sobre David Foster Wallace, que encuentro demasiado fría y escueta aunque no sea propio de una nota de pie de pagina emitir tal valoración(7). Tradicionalmente se achacan la gran mayoría de los medios modernos de producción fabril a la industria japonesa. En este caso es cierto, pero hay que aclarar que al anagrama JIT procede del inglés. Especulo que al tratarse la japonesa de una industria ubicada en una isla y, por tanto, depender para ciertas materias de la llegada vía marítima o aérea de éstas desde sus lugares de origen, se optó por evitar la acumulación excesiva de éstas y adaptar las cadenas de producción de acuerdo con su ritmo de llegada. (8). De manera excepcional, y sin que ello signifique en modo alguno pronunciación política de ningún tipo (y dado que he aclarado en algún punto del texto que la pereza me aleja definitivamente de la genialidad de Foster Wallace, y traducir todo ésto resultaría laborioso y seguramente perdería la opción de otro post en las próximas horas), este post saldrá en castellano solamente durante un período prolongado de tiempo.(9). Se vendían: una de las curiosas medidas instauradas por el gobierno español socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero fue la prohibición de la venta de cigarrillos en piezas sueltas, costumbre que, especulo, debió arraigarse en la España de post-guerra cuando la población estaba profundamente viciada pero el poder adquisitivo impedía asumir el coste de una cajetilla entera