Revista Cultura y Ocio
Acostumbrándonos a la nueva rutina recién hoy puedo dejar el recuento del 2015, y, aunque nuestras cosas (entre todo, libros y discos también) llegaron el mismo día 31 de diciembre, todavía siguen embalados en las cajas, por esa razón esta entrada carece de imágenes. Espero poder juntar los libros leídos en el 2015 en algún momento y poder graficar en el futuro esta reseña.
En Lima me acompañó “El adversario” de Emmanuel Carrère. Es un libro diferente a los anteriores del mismo autor. Deprime. Y eso no es malo. La historia del mitómano Jean-Claude Romand en la pluma (debe ser teclado, pero pluma suena más bonito) de Carrere; cualquier libro del francés vale la pena.
El depararse aquella edición del “Rip Van Winkle” de Washington Irving fue muy gratificante. Una gran historia que amerita tan buena hechura.
“El final del cielo” de Alejandro Gándara fue otra grata sorpresa en mi idioma encontrada en Curitiba. Una de las primeras obras de éste autor español que hasta aquel momento desconocía. Una historia muy ágil, muy recomendada.
El último libro de los europeos fue una joyita: “Las tiendas de color canela” del polaco Bruno Schulz en una antigua edición muy bien conservada. Cuentos tan crudos que nos traslada a una época tan dura, fría; dicen que la genialidad aparece en los momentos más difíciles. Si eso es cierto, éstos cuentos serían una prueba de ello.
Del grupo de asiáticos el primero fue una breve obra del último Premio Nobel de ese continente: “Cambios” de Mo Yan deja claro que de los otros libros de él puedo esperar solo genialidad.
Como todo año una obra de Haruki Murakami me acompaña; quizá sea poco. Obras como “La caza del carnero salvaje” me hacen pensar eso.
Un relato anónimo iraní que le leo a Sofía con cierta frecuencia también pasó por el blog: “La triste batalla. La leyenda iraní de Rostam y Sohrab” es toda una joyita, desde la historia, hasta los diseños para ésta edición.
Otro Premio Nobel asiático: “El lago” de Yasunari Kawabata donde aquello de “cuídense de las aguas mansas que de las bravas me encargo yo” cae como guante de seda. Un maestro el nipón.
Michael Ondaatje se convirtió en mi primer autor canadiense en la vida, y su “Buddy Bolden's Blues” el primer libro de él. Si te enganchas con el jazz y el blues y claro, la literatura, éste libro te presentará la historia de aquella leyenda de ésos géneros de la que casi no hay rastro gráfico en la historia.
Puedo decir que soy hincha de la mexicana Elena Poniatowska. Los relatos de su “De noche vienes” solo asientan más en mí el gusto hacia sus escritos.
Concluyendo con los norteamericanos, uno de Charles Bukowski. Su “Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones” son un clásico el cual pocos deben no conocer.
Y si Murakami Haruki está una vez por año, pues con mayor razón debería pasar lo mismo con Jorge Luis Borges, de quien pude devorar “Historia universal de la infamia”. Uno repara cuán lindo es el castellano (también debe ser que en los últimos años vivo en países donde mi idioma materno es lengua extranjera) cuando, por ejemplo, abro un libro del porteño. Gracias infinitas al destino.
Y ya que hablamos de Borges, si hay alguien quien debe ser un hincha acérrimo de él es el carioca (que no todos los brasileños son cariocas, ¡por Dios! Éste sí lo es.) Alberto Mussa. Inclusive, aunque suene a blasfemia, ya ha sido comparado con él. Imagino que eso es contra su voluntad, elogios venidos de fervientes lectores, algunos periodistas. Lo cierto es que hay trazos del maestro argentino en su escrita, pero Mussa tiene un estilo propio, del cual, me atrevo a pensar que Borges se hubiese deleitado. “El enigma de Qaf” es la tercera obra del brasileño que conozco, también la más compleja.
Otro brasileño, el cual debería ser nombrado siempre entre los candidatos a Premio Nobel de Literatura previo a cada mes de octubre es el paisano (vamos, que soy tan curitibano como Cris limeña) Dalton Trevisan. Su obra cumbre pasó éste año por mis manos: “El vampiro de Curitiba”, título que también da el pseudónimo al autor. Una obra donde es difícil resaltar uno pues todos los relatos son muy recomendados. Tal vez lo cinematográfico de “Debaixo da ponte preta” donde un hecho tan duro es graficado desde diferentes perspectivas, por diferentes personas resalta entre los demás. Tarantino lo filmaría.
Del Perú sólo un escritor: pude leer de Guillermo Thorndike los dos primeros volúmenes de su tetralogía de La guerra del Pacífico: “1879” y “El viaje de Prado”. La idea era leer los cuatro volúmenes en el 2015, pero bueno, no se pudo. Espero que en éste año concluya (ya estoy leyendo el tercer volumen) la lectura. En el primer volumen la figura y personaje del Almirante Miguel Grau Seminario es como la de una deidad que está por sobre todos. Y con sus actos lo estaba. Dudo que Thorndike se haya dejado llevar por la ficción al describirlo y adjudicarle aquel temperamento y actitud que uno encuentra en el libro. Dudo también que exista otro como él en cualquiera de nuestras fuerzas armadas. El segundo volumen tiene más cohesión que el primero, quizá porque Grau es ahí un recuerdo ya, un héroe como lo es hasta ahora, y la atención de Thorndike como escritor (y la mía como lector) parece más y mejor distribuida entre todos los personajes. Ambos tomos deprimen. Imaginar a Grau y a muchos valientes yendo directamente al suicidio por intereses de otros, mal o nada preparados para siquiera pensar en una guerra, menos todavía para hacerla nuestra. Da rabia. Estos libros, aunque ficción basada en historia real deberían ser obligatorios en la adolescencia. Estoy leyendo con dificultad el tercer volumen porque me traslada al lado de Bolognesi y Ugarte, prácticamente abandonados, y el boliviano Hilarión Daza huyendo con su fortuna…., pero eso es un spoiler. Da rabia, no de los chilenos (ni un poquito, eso deja claro los libros), sino de los propios peruanos en la cabeza del gobierno de aquel tiempo, de aquellos políticos mequetrefes de los cuales parece que somos una fuente inagotable que no se importaban con los Graus, Bolognesis, Ugartes, Cáceres, y demás. ¿Qué tenían en la cabeza?
Ellos fueron mis compañeros de viaje en el 2015. Varios otros se quedaron en espera. Y, aunque están pasando en lo que va del año, creo que si llego a leer doce libros en éste 2016 já estarei no lucro, como se dice en Curitiba. No debo (No debería, pero soy tan débil) de hacerme de más libros pues ya tengo muchos, y ahora el espacio es menor. Pero mi mujer, tan linda, me lanzó una excusa: você deveria ler mais em inglês!, me espeta Cris. You're right my love, le contesto, con la alegría de un niño que sabe que ganará un dulce. Así que haciéndole caso ingresé a un par de librerías en la avenida Commercial Drive aquí en Vancouver. Uno de los primeros libros de Murakami Haruki: "The elephant vanishes", y otro de Jonathan Safran Foer: "Eating animals", ambos en inglés, ya están aquí conmigo. Tendré que donar algo de ropa y hacer espacio para los nuevos libros.
Lo importante es que siempre hayan opciones. Poco tiempo, así que menos facebook. Lo importante es viajar desde mi sofá, del asiento del tren, del bus. En Curitiba hasta siete veces vi gente leyendo mientras caminaba. Una vez lo intenté. Nunca más. Es muy peligroso. Tampoco puedo leer en el baño, como se acostumbra en Japón. Podría ver televisión allí, más si es programación peruana, pero leer no puedo. Pero lo importante es leer, y que Sofía nos vea leer. Es justo y necesario; disculpen, lo bíblico me aflora. Vinos siempre hay, y nuevos amigos para compartirlos. Qué más se puede pedir. Sólo queda agradecer.