Revista Salud y Bienestar
Como médico conozco profundamente el poder sanador de las cosas sencillas. Me gusta recomendar música de calidad, agradables paseos y un poco de lectura tanto en consulta como en las páginas sueltas que voy lanzando a la marea de Internet en pequeñas botellas. Tengo la certeza de que la palabra encierra un antiguo poder, fraguado en la noche de los tiempos, que nos permite convertirnos en humanos. También puedo decir que esa primigenia hambre de historias es casi tan importante como la que sentimos cuando llevamos muchas horas sin ingerir bocado. Las narrativas de los demás nos ayudan a construir las propias, sobre todo cuando caminamos por desiertos o nos enfrentamos a alguna catástrofe vital.
La historia que me gustaría compartir hoy nos la regala Paul Kalanithi, un brillante neurocirujano que se cruzó con la muerte antes de lo que pensaba. Es una buena historia, contada en primera persona, con honestidad, sencillez y mucha humanidad. Probablemente nada nos humanice más que saber que vamos a morir. Paul nos lo recuerda porque sabe, sabía, que es la única forma de vivir plenamente. Su libro es un ofrecimiento. Verdaderamente el autor nos entrega un tesoro de infinito valor: su propia historia, su vivencia, su baile con ese famoso segundo principio de la termodinámica que hará que finalmente todos acabemos entregándonos a ese basto mar que es el universo. Encontrar sentido en la enfermedad grave es posible, encontrarlo en la vida también. El testimonio de Paul es un ejemplo que nos puede ayudar a caminar para alcanzar ese delicado, y en ocasiones invisible, sentido que pese a su enorme fragilidad es capaz de sostener nuestras mayores luchas y dificultades.
Por eso recomiendo esta lectura a mis pacientes terminales, recordando que todos lo somos. Pero también, y de forma especial, a mis colegas del ámbito de la salud. Paul era un médico extraordinario no solo por ser un profesional excelente en su ramo sino porque conocía el valor de la relación clínica, el sagrado misterio que se produce cuando alguien ayuda a alguien, cuando nos atrevemos a acercarnos a quien nos necesita y este nos lo permite. Aprender a acercarnos a la persona enferma tanto desde nuestra luz como desde nuestra levedad permitirá tender puentes que de otra manera no podrían ser alzados.
Los que me leen saben que la muerte me interesa bastante. No podía ser de otra manera al habérmela cruzado a menudo tanto en el devenir de mis encuentros clínicos como fuera de ellos. Sin embargo no puedo decir sobre ella más que está inevitablemente imbricada con la vida. Paul nos lo deja claro en su libro: para vivir con plenitud, honrando verdaderamente la palabra vida, es necesaria la consciencia de muerte, finitud y levedad. De otra forma nos despistamos y nuestros valores se confunden. Terminamos persiguiendo quimeras o metidos en densos laberintos. La muerte nos aclara las cosas, las simplifica con su dolorosa pedagogía: "si vas a terminar muriendo, más te vale espabilar y vivir ahora que puedes".
Merece la pena conocer a Paul Kalanithi. La mejor manera de agradecer su mensaje es permitir que otros lo puedan distrutar.
Este artículo se publico inicialmente en el Huffington Post.