Ya han pasado varios años desde que mi padre se graduó de derecho en la universidad Gran Mariscal De Ayacucho de mi pequeña ciudad, recordar esos momentos es sin duda revivir con mucha emotividad aquellos días cuando mi padre era un completo desconocido en el escenario jurídico de mi localidad, es también volver en el tiempo y recordar momentos difíciles, duros y afortunadamente felices también…Como dicen “todo comienzo es difícil” y el caso de mi padre no fue la excepción, desafortunadamente el estudio derecho a una edad que no era la más apropiada y por ello todo trabajo u oportunidad laboral que tuviera al frente debía ser aprovechada al máximo, debido a las presiones económicas que vivíamos como familia. Cometer errores o profundizar sus estudios para evitarlos, no estaban ni en el plan C para él. Sus primeros casos eran un autentico ejercicio racional, y la ayuda de cualquiera, aun cuando fuese su hijo de 11 años, no podía ser menos preciada. A pesar de mi corta edad le ofrecía un punto de vista menos técnico y más racional, fundamentándome en ejemplos muy simples y didácticos. No le exponía una razón jurídica, pero siempre le decía que el derecho tiene sus bases en la razón, y por eso todo fundamento racional debía ser tomado en cuenta a la hora de resolver por la vía judicial una determinada situación.
Pasábamos horas y horas hablando bajo ese árbol de toronjas de la casa de mi abuela materna, el con sus hojitas sueltas que contenían fragmentos de algunos artículos, y yo mirando las nubes, pero siempre atento a cualquier cosa que me dijera para ayudarlo en lo que fuera. Esos días fueron el comienzo de una relación que transciende la de Padre-Hijo, desde esos días empezamos hablar de cualquier cosa. Algunos días hablábamos como socios, temas como el emprendimiento de un negocio familiar o la discusión de oportunidades que debían ser aprovechadas o no, eran y siguen siendo temas que no son para nada ajenos para nosotros. En otras ocasiones hablábamos de cómo nos iba en nuestras vidas, él me contaba con mucha confianza de sus victorias o derrotas del día y yo de mis aventuras en la escuela, otros días solo hablábamos de la situación del país, en otras ocasiones le hablaba de mis primeros pasos amorosos, el me daba consejos y para sorpresa de mi mismo yo a esa edad también se los daba. Esos tiempos nunca serán olvidados de mi memoria, pocas son las personas que tienen la oportunidad de conversar de todo con su padre, muchos ni lo conocen o lo tienen muerto, otros les tienen miedo y muchos otros simplemente le tienen pena. Gracias a Dios tengo la dicha de conversar con él todos los días, y tenerlo como mi mejor amigo…Gracias por estar conmigo en todo momento padre, amigo, socio... No podría esperar mas de ti, porque todo me lo has dado.