Camilo tiene 78 años. Desde siempre adicto al sexo y habiendo experimentado todo tipo de aventuras, orgías, fiestas eróticas, con frecuentes incursiones en el alcohol y las drogas, pasa ahora sus últimos días en una residencia de ancianos.
Muy lúcido todavía (o al menos eso parece), empieza a plasmar por escrito sus vivencias, los detalles de sus excesos sexuales desmedidos, como ha ido sobreviviendo a sus tres mujeres.
La primera, Marta, de buena familia, guapa y educada por unos progenitores tremendamente religiosos. Lo que comenzó siendo un simple acuerdo entre padres, con muy mala pinta por sus tendencias sexuales extremadamente puritanas, acabó siendo la mujer que más quiso, perdurando su recuerdo en el tiempo, y su dramático fallecimiento en su conciencia.
La segunda, María, el matrimonio más aburrido de los tres, pero también la única mujer que no compartió con ningún otro. Su muerte fue supuestamente la más normalita.
Y la última Cristina, con 45 años menos que él, pero que tan buenos ratos le proporcionó como espectador sexual pasivo. Consintió en casarse con él tan solo por su dinero. Porque Camilo, sexualmente impotente a consecuencia de unas extrañas fiebres, poco ya podía ofrecerle, salvo su cariño y por supuesto, su fortuna.
Con ella hizo un pacto desde el principio "Comprendo que a tu edad tendrás tus necesidades y querrás que algún hombre te las satisfaga. Yo no me opondré a ello. Unicamente te pido que me quieras, que compartas conmigo los pocos años que me quedan" y le puso una única condición "cualquier relación que ella tuviera, debería de mantenerla en nuestra habitación y nunca debería apagar la luz. Yo la estaría mirando desde el interior del "armario" (un artilugio ideado por él para disfrutar desde el anonimato de las relaciones sexuales de Cristina y sus acompañantes. Una pared cubierta de espejos y al otro lado una estancia de unos 25 metros cuadrados, desde donde podía ver y escuchar todo lo que ocurría en la habitación del matrimonio).
Porque a Camilo le gustaba ser un simple espectador, contemplar a los demás en actos impuros y disfrutaba de verdad, a pesar de su total impotencia sexual.
Y el de Cristina fue otro final trágico que también llevaba cargando a sus espaldas, impactante, que nunca conseguirá olvidar.
En la residencia no se está del todo mal. La dueña, un auténtico ogro, gorda y con pelos por todas partes, consigue hasta excitarle. Y por otra parte está Casilda, una viuda de 66 años que nunca recibe visitas y por la que siente muy atraído. Quizás hasta se haya vuelto a enamorar...
Pero también tiene sus inconvenientes: "Son lugares muy tristes ¿sabéis?. Es cierto que nos dan de comer y podemos acostarnos cada día sin demasiadas preocupaciones, salvo seguir vivos un día más, pero en el fondo no somos más que objetos, como chasis de cartón viejo lleno de sentimientos y recuerdos que no sirven para nada y que ocupan demasiado espacio"
¿Conseguirá Camilo aflorar sus recuerdos más íntimos, más escabrosos, incluso los que preferiría haber olvidado? ¿Aliviará en algo su conciencia el hecho de escribirlos?
Os dejo un video-reseña y recalco esta frase que describe de forma muy elocuente el libro: "Una historia que bien podría tacharse de locura, con ciertas dosis de cordura"
Valenciano nacido en 1964, asesor de empresas desde 1990, pero muy conocido literariamente hablando por sus numerosas obras de ensayo, pero sobre todo y principalmente por sus novelas.
Como podemos leer en su página web, sus libros suelen contener ciertas dosis de misterio, acción, personajes peculiares y algunas pinceladas de temas paranormales. Ha desarrollado en sus tramas la clonación, el espiritismo, los viajes astrales, la reencarnación, la posesión diabólica, las psicofonías o las alucinaciones, entre otros temas.
Algunos de sus libros: "Aldea", "Confieso", "La habitación de las mariposas", "El fantasma de los sueños", "El encantador de abejas", "Las voces de las hormigas"
Según parece, la mayoría de las novelas de Ramón Cerdá incluyen ciertas dosis de sexo. Pero "Recuerdos", escrita y publicada en el 2000, es la única que puede calificarse de totalmente erótica, si bien además incluye una argumentación paralela, una trama que profundiza en los personajes y un desenlace como poco inusual.
Esta novelita corta (112 páginas), con esa cubierta que más de uno podría tachar de indecorosa, es uno de los 70.000 ejemplares que forman parte de una edición especial publicada por la revista Tiempo y que se regalaba con la misma.
Cuando leí la pequeña introducción que hace el autor en la misma, no pude evitar empezarla de inmediato, movida por la curiosidad que me suscitaron frases como estas:
"¿Que tiene Recuerdos que no tengan otras novelas eróticas? Cuando me planteé escribirla, no quise perder la oportunidad de que no fuese simplemente una novela erótica, sino que sin perder este carácter, aportara algo más. La novela en su aspecto sexual es bastante variada por decirlo de algún modo, e incluye muchas de esas fantasías que se encuentran a en la vox populi, esas que todos hemos tenido alguna vez… o de las que hemos oído hablar".
¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
Si, en términos generales. Si os decidis a leer "Recuerdos", os adelanto que os vais a encontrar de todo un poco.
Mucho sexo, sexo y más sexo, muchas escenas subiditas de tono, mucho morbo, perversión y toques sadomaso fuertes, de una crudeza inusitada, que en ocasiones me hicieron soltar en voz alta ¡¡¡Madre mía!!! (como diría Anastasia Steel de "Cincuenta sombras de Grey")
Aún así, con todo eso, no es la típica novela erótica sin más. También hay frases tiernas, profundas, sensibles, nostálgicas, incluso divertidas.
El autor profundiza en los sentimientos del protagonista, de tal manera que te permite introducirte en su mente, en la mente de un hombre consciente de su declive, de que su vida va llegando a su fin y que encuentra bienestar y alivio relatando por escrito sus desaforadas vivencias sexuales, sus excesos, sus frustraciones, sus miedos al dolor y a la muerte.
Lo mejor sin duda ha sido el final. Un final que me ha tenido dándole vueltas a la cabeza dos o tres días después de acabar la lectura. Puede que peque de ingenua, pero no me esperaba nada así, un desenlace tan inesperado.
Y ahí me ha terminado de ganar Ramón Cerdá. En la introducción del principio ya nos advertía: "Si da la casualidad de que es la primera novela mía que lee, por favor no me encasille y déme una segunda oportunidad leyendo otras obras mías". Y yo por supuesto que le voy a dar más oportunidades.
Una de las lecturas eróticas preferidas de nuestro protagonista, que se cita en esta novela es "Elogio a la madrastra" de Vargas Llosa. ¿La habéis leído? ¿que os ha parecido? Seguro que picaré con ella, porque es cierto eso que dicen que la curiosidad mató al gato…
"Es mejor vivir cincuenta años sin privaciones, que jodido durante ochenta"
"Estoy viejo, muy viejo y cada vez me cuesta más dormir. Bueno, me cuesta más dormir, comer, mear, andar… Todo me cuesta más. Son cosas de la edad, la maquinaria se va oxidando y se tienen menos energías, las pilas se agotan y cada día tienen menor capacidad de recarga"
"Me miro en el espejo, lo que veo cada día me gusta menos, apenas me queda pelo, el poco que sobrevive es claro y canoso, tengo la cara con más arrugas que un campo recién arado y unas ojeras que me llegan a los zapatos, de un color morado sospechoso. De la nariz cada vez me salen más pelos y más largos, conforme pierdo los de la cabeza parece que me cuelguen por la nariz ¿Serán los mismos que se reencarnan buscando una segunda oportunidad? Y que decir de los ojos, los tengo apagados, como sin vida, tengo una especie de velo acuoso que me cubre la mirada y mis pupilas han perdido brillo. He olvidado las orejas. También de ellas me salen cada vez más matojos de pelos. Los lóbulos que siempre los he tenido pequeños y redondeados, desde hace algunos años no hacen más que crecer, ahora parezco uno de esos aborígenes que se ponen pesos en las orejas para estirárselas. También la punta de la nariz me da la sensación de que me ha crecido, cada vez se parece más a una patata deforme. Hay que ver en lo que uno se convierte con el paso del tiempo".
"El tiempo hace estragos en los cuerpos de los viejos, pero en las mujeres parece peor la cosa. El hecho de que nosotros echemos barriga no parece importante, en cambio que lo haga una mujer la convierte enseguida en carne de cañón para el resto de personas que la rodean. Y cuando envejecen, ¿que voy a decir?. Algunas, las más afortunadas, conservan parte de su belleza, pero las que no han sido nunca bonitas y ahora además se hacen viejas, lo tienen peor, mucho peor. Me alegra ser hombre, se nos perdonan más las cosas".
"Mis recuerdos son como flashes, lo que recuerdo lo hago con todo tipo de detalles, no importa que hayan pasado décadas, en cambio muchas otras cosas las he olvidado. El cerebro está diseñado para olvidar sistemáticamente, la capacidad mental de archivo parece limitada y al final solo conserva aquellas cosas que han dejado una mayor huella. Posiblemente recordarlo todo sería más un castigo que una bendición".