Siete de enero del dos mil dieciséis
Un dato interesante es que a partir de hoy disminuyen las actividades de fiesta, pues el día central concluyó.
Ya solo salgo para ayudar al Padre Santiago en su celebración de la Santa Misa. Ahora ya me hice amigos de los monaguillos Jheison, Elvis, David, Yamir, Sael. Y no olvidando a la señorita que ayudó a cantar, Fátima.
El almuerzo fue en la calle. Comimos un gran pez con patatas y verduras. De bebida, una limonada caliente.
Vi mucho movimiento en la casa; estaban empezando a empacar todas las cosas. La noticia entonces es cierta, nos regresamos.
Ayudé en lo que se pudo, pues porque ya estaba casi todo listo.
Bueno, al menos me llevo gratos recuerdos de esta corta estancia en Coyca Palca.
El camino de regreso nos acompañó la lluvia intensa como llorando nuestra partida. Nubes oscuras pintaban el cielo blanco.
Mañana ya estaremos en casa…
Ocho de enero del dos mil dieciséis
Por fin en casa. Extrañaba mucho mi cobijable camita, con mis grandes almohadas.
Mis libros, mis queridos libros abandonados. Son amigos que me esperan para ir de nuevo por las grandiosos aventuras.
Mi gata, mi querida gata. Aunque desde lejos nos veía con odio al parecer. Creo que dejarla sola no le ha gustado para nada.
Es momento de ordenar las cosas que deje a media hacer. Mi ropa, mis cuadernos, mi computadora.
Mañana iré de sorpresa a visitar a mi enamorada. Ni se imagina lo que se vendrá.
Buscare chocolates grandes y comeremos hasta hastiarnos. Luego nos iremos a caminar por el centro a disfrutar nuestra relación.
Me siento muy emocionada. Quisiera que ya amanezca…