Revista América Latina

Recuerdos del este…

Publicado el 04 junio 2013 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

recuerdos del este…

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El carnet del alumno socialista

Ion Manolescu,

Centro de Investigación del  Imaginario (Cluj, Rumania)

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“El carnet del alumno es el espejo de la actividad escolar y de la conducta del alumno. La calidad de alumno debe reflejarse  en la actitud, la perseverancia y el entusiasmo ante el aprendizaje y el trabajo, en el comportamiento correcto y digno en la escuela y en la sociedad.”

Con estas palabras se abre el  Carnet de alumno (modelo 1976), un rectángulo de cartón forrado en tela  de color dudoso (gris guarén, o conchevino putrefacto) y formato imposible; en la tapa se haya el escudo de la Republica Socialista Rumania. ¿Pero quien lo escribió? Una persona, un colectivo, o una institución? El Partido Comunista Rumano? El Ministerio de Educación? El compañero Nicolae Ceausescu? El enigma parece ser completo, pero el nombre del autor-propagandista, quien le impóne al alumno una altitud y un código de conducta digno de los campos de concentración, es desconocido. 

Los misterios y confuciones de la enseñanza socialista,  si desplazan en el mismo anonimato de la coherción psico-pedagógica. Del mismo carnet el alumno, en su uniforme y alineado en  los bancos de la escuela, también se entera que tiene “el deber” de tener consigo el carnet permanentemente (incluso en la hora de educación física), que “está obligado” a mostrárselo  al jefe de curso o al director de la escuela “cada vez que se lo pida” y además, al juicio  comunista de vigilancia y control empujado desde el espacio público hacia el privado, que tiene “el deber” de mostrárselo a sus padres “para su conocimiento y su firma”. Para que no haya duda, la voz anónima  pero  ejemplar, de la enseñanza  socialista, suma los “deberes” con las “sanciones”, en la buena tradición chino-coreana de la militarización de la educación: “La pérdida del carnet de alumno tiene como consecuencia la sanción del alumno”. . Asociada tanto a la reenseñanza  estalinista de la época de Dej, como a la de la disciplina “humanista” de la era de Ceausescu, la militarización de la educación en los años ´70 y ´80 aparece como una concesión ideológica y metodológica,  natural de la politización de la educación. En el fondo  organizada como un mini-ejército nacional, fácil de instruir y de manipular, la masa de pioneros reclutada obligatoriamente desde la edad de los 6-7 años en el sistema comunista, tenía que dar rápidamente un paso adelante (“Adelante, pioneros orgullosos!”, es el  refrán de un famoso canto patriótico) hacia el estado de base de cuadros del PCR (Partido Comunista Rumano). .
RECUERDOS DEL ESTE…
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El “desiderátum” ceausescano de la creación y activación del “Hombre Nuevo” (robot político preparado para ejecutar fielmente las orden del  Partido) había sido anunciado desde las tésis de julio 1971 (“Tendrá que ser elevado el espíritu de responsabilidad y el papel de los cuadros didácticos en la formación político-ideológica de los alumnos y estudiantes”;  en el diario Vatra, Tirgu-Mures, nr.8/2001, pag.3) y reforzado cuatro años más tarde por el Programa del PCR, donde se habla de “la preparación de las masas de jóvenes desde el punto de vista profesional y político, la participación activa de éstos para llevar a cabo el programa general del partido” (Buc., Editura Politica, 1975, pag.138). Es decir, en la “época de oro”, la escuela se transforma en la cuna y rampa de lanzamiento de los futuros comunistas. . Al alumno se le prohíbe “frecuentar restorantes sin la compañía de sus padres” y también “fumar, frecuentar bares, cafés, casinos, y jugar juegos de azar”. Estas advertencis psicopedagógicas con odor a ética anticapitalista, difícilmente esconden la imagen negativa construida por el Partido sobre el junior con su nro. matrícula llevada sobre el pecho o en el brazo izquierdo (para poder ser acusado a la escuela por los ciudadanos de la calle en caso de mala conducta), con la intención de precaver los “exesos” y llevarlo por “el buen camino”. (….). Lejos de nacer con sangre, patente y actitud de comunista, los escolares parecen más que nada estar predispuestos a convertirse en borrachos, cafeteros y frecuentadores de boliches, comportamientos que el Partido debe eliminar desde la raíz, con el espíritu de  la “moral socialista”.   . Las obligaciones cáen aún más en lo ridículo cuando el alumno es seguido hasta la calle por el Partido vigilante y todopoderoso. Al alumno se le pide “no cicular agarrado de los medios de transporte colectivos, en las escaleras o en sus partes laterales”.  La idea de imaginarse unos metodistas políticos corriendo detrás de un bus para aplicar el reglamento, suena absurda. Además, en la “época de oro” (la época de Ceausescu), los medios de transpote pasaban tan rara vez,  que se formaban aglomeraciones en los paraderos y la única forma de viajar era “agarrado” de las puertas del vehículo.  ( ………………. )

 

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El análisis del rol negativo que jugó, comenzando en los años ´70, la aplicación de los Derechos y Deberes didácticos descritos en el Carnet de alumno, puede ser un primer (y necesario) paso para entender los componentes psico-sociales actuales y las preferencias políticas actuales de los rumanos. Si nos preguntamos hoy, 16 años después de la “revolución anti-comunista”, por qué la sociedad autóctona aún está impregnada de personas y sistemas de poder, y de influencia comunista/securista o, aún más grave, por qué aún se conservan en la mente individual y colectiva los antiguos reflejos totalitarios del miedo y obediencia ante el autoristarismo, el centralismo y el directivismo de tipo socialista/ceausesista, una de las respuestas puede obtenerse de la lectura del último parágrafo del Carnet del alumno: “Alegrandose de las condiciones maravillosas creadas por el estado socialista, de los derechos que tiene y cumpliendo con conciencia con sus deberes, el alumno podrá ser un ciudadano de vigor de nuestra patria, la Republica Socialista Rumania”. El Partido-estado crea las “condiciones maravillosas” para las formaciónes individuales; al alumno no le queda más que aceptarlas en silencio, desde el primer año hasta la madurez, en su camino de oyente hacia la ciudadanía “de vigor” del esclavismo psicopolítico.

 


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