nuestra naturaleza como seres sociales tiene un gran efecto sobre el funcionamiento de nuestra memoria. Las personas somos grandes contadores de historias, nuestra vida es recordada en formato de historia y es narrada como tal. Este formato nos permite evitar esos vacíos de información que tanto nos molestan y al mismo tiempo le dan continuidad y coherencia a esas realidades individuales que conforman nuestras vidas.
La realidad objetiva, es decir, los hechos tal y como son, es una realidad sin importancia ya que nuestra memoria le da la forma que más le conviene y la convierte en aquello que necesita para que tenga el sentido que la persona precisa. Como dice José Bergamín: “soy subjetivo, ya que soy sujeto. Si fuese objetivo, entonces sería un objeto”.
La realidad objetiva es una anécdota frente a la realidad subjetiva. Esta última es la que conforma nuestros recuerdos y define el signo de nuestras experiencias. Pero hay algo que matiza y transforma la realidad subjetiva, se trata de nuestra naturaleza social. La necesidad de vivir en comunidad y sentir que se forma parte de la misma, hace que nuestra memoria sea lo suficientemente flexible como para crear el paisaje que nuestro entorno necesita, aunque éste sea falso. Vivir en sociedad es un hecho complejo, pertenecer a un grupo requiere de una labor de comprensión y flexibilidad realmente complicada que de no existir convertiría al ser humano en un ermitaño incapaz de convivir con sus semejantes. Nuestra necesidad de vivir en la manada, ha hecho que nuestra memoria haya evolucionado hasta convertirse en una herramienta que permite y facilita nuestra supervivencia en la sociedad.
Imagínate que vas en tu coche por un lugar que no conoces. Es mediodía y necesitas encontrar un lugar donde comer. En la carretera encuentras dos restaurantes, uno enfrente del otro. El parking de uno de ellos está lleno, mientras que en el de enfrente sólo hay un par de coches, ¿en cuál pararías a comer?. Creo que la respuesta es bastante evidente. Solemos asumir que algo es bueno o malo en función del comportamiento de los demás. Algo similar sucede con nuestra memoria, cuando pensamos de manera individual observamos los hechos de una forma concreta, pero cuando estos mismos hechos son sometidos al consenso del grupo, es muy probable que nuestra percepción sufra ciertos matices para adaptarse a la idea del colectivo. Puede incluso ocurrir que la idea comunitaria sea errónea o esté muy alejada de lo sucedido realmente, pero independientemente de ello, las personas somos lo suficientemente hábiles como para crear el guión que sustenta ese error y lo hace lógico y evidente.
Esta plasticidad que muestra nuestra memoria ha sido estudiada y analizada a través de resonancias magnéticas del cerebro. Los científicos han detectado las causas neuronales de esa capacidad que poseemos para creer algo que no es correcto y asumirlo como dogma de fe simplemente porque los demás así lo hacen. Básicamente se basa en una activación simultánea del hipocampo y la amígdala. Estas dos áreas de nuestro cerebro son las encargadas, respectivamente, de la memoria a largo plazo y las emociones. Cuando ambas áreas se activan de forma concurrente, el resultado es la creación de recuerdos inexactos que proveen a nuestra memoria del componente social que necesita para crear la trama que le permita formar parte del rebaño.
Muchos de los grandes descubrimientos de la humanidad estuvieron basados en impedir que esta característica de nuestra memoria modificase nuestro comportamiento. Inventores, científicos, artistas, pensadores,... personas que no permitieron que el poder de la masa modificase una realidad que era percibida de manera diferente y cuyo descubrimiento y comprensión les condujo a resultados diferentes. El precio, en muchos casos, los llevó a ser tachados de locos, huraños, personas con escasas habilidades sociales. A cambio obtuvieron el premio de comprobar que su visión de la realidad era la correcta y no la que el grupo trataba de imponer.
Entre el incomprendido y el borrego existe un mundo de seres humanos capaces de compaginar su naturaleza social con la certeza de que un mundo propio existe y cuyo entendimiento permitirá conocer muchas de las cosas que le suceden a uno.