Hay gente afortunada que puede presumir que su infancia fue musicalizada por los Beatles, por Led Zeppellin o por Pink Floyd. Eso sería algo común en países europeos o en Gringolandia y a lo mejor en ciudades grandes de México pero… ¿Los que hemos nacido y crecido en rancherías y aldeas lejos de la civilización? ¿Que música oíamos de niños?
Como es obvio, todo niño creció escuchando lo que sus mayores. En mi caso, mi padre escuchaba pura música ranchera y romántica de los 70’s mientras a mi alegraban la infancia con auténtica música infantil, (que ahora encuentro sumamente bizarra) como Zepillin, Topo Gigo o el inefable Cri Cri. Por lo menos puedo decir que escuche autentica música para niños, no como ahora, que los niños mascullan letras de narco-corridos soñando con ser capos de la mafia mientras las niñas se entrenan para ser furcias moviendo las carnes a ritmo del reggaetón.
De pequeño uno no tiene posibilidades de comprar por iniciativa propia música y menos siendo un pobretón que a veces se iba a la cama con hambre pero, como todo, con el tiempo esto cambio y cuando empecé a tener algo de dinero ahorrado y más cuando comencé a ganar el propio, di rienda a mi melomanía.
Recuerdo perfectamente el primer cassette (si, cassette, putos) de música. Un acoplado cuyo título era “Golden Rock” y tenía la Estatua de la Libertad como portada. En el venían las rolas más sobadas del rock como Dust in the Wind o Pround Mary pero la que me volvió loco desde el principio fue Another Brick in the Wall parte 2 de Pink Floyd. Imaginen se lo que era para un chamaco que aún no peinaba bigotes escuchar esa música, habiendo crecido con canciones de cantina…
También está firmemente anclado en mi memoria el primer cassette que rock verdaderamente pesado que escuche. Perdido entre obras de los Tigres del Norte o Pimpinela me topé con una portada poblada de demonios y con una leyenda irresistible: Pacto con el Diablo de los Ángeles del Infierno. Cuando lo puse en una grabadora que me regalaron en mi graduación de primaria la canción “Sombras en la Oscuridad” simplemente me voló la cabeza. Aun no lo sabía, pero estaba oyendo una de las canciones más clásicas de la mejor banda de Heavy Metal de España, extraída de la obra a la que se le ha llamado “la biblia del metal en español” Mejor comienzo en el mundo del rock duro, inmejorable.
Ya en la pubertad estaba clavadisimo en el rock, siendo Pink Floyd mi mayor referencia, pero estaba siempre en busca de sonidos más duros, más extremos.
Un recordado amigo nos invitó un día a su casa. Ahí, armonizando la reunión en donde todos echábamos desmadre (y no, no había drogas y solo pocos tomaban cerveza) sonaba un rock durísimo que me embriago sin necesidad de alcohol y del que quise saber su procedencia. Iron Maiden. Mi colega me mostró su colección de cassettes: Muchos de Iron Maiden y otros de Transmetal. Había algo tentador en esas siniestras portadas y en la veloz música que se metió muy hondo (sin albur).
Ya en la adolescencia acostumbraba vestirme de negro, usar el pelo algo largo y sumergirme en los escritos más mórbidos que podía encontrar, como Poe o Lovecraft. No lo sabía a un, pero era todo un gótico. Cuando me di cuenta de este movimiento, gracias a internet, me sentí plenamente identificado. En mi polvoriento pueblo, creo, fue el primer tarado que salía a la calle con la cara pálida, los ojos delineados oscuro y la uñas pintadas de negro, lleno de coldijes y estoperoles. Mis padres caí me llevaron a exorcizar.
En una feria de libros que llego a mi aldea adquirí mi primer cassette de música plenamente gótica. Ya entonces usaba la técnica de “buena portada, buena música” y rara vez me fallaba. Así, por ejemplo, pude conocer a Rob Zombie con su Hellbilly Deluxe. En un puesto tenían una enorme cantidad de música en venta pero a mí me atrajo inmediatamente una portada que mostraba a un sexy ángel mostrando la tetas, con una copa humeante en una mano y un paisaje industrializado a sus espaldas, todo en un dibujo a blanco y negro. Obvio lo compre.
Lo puse en mi grabadora y una oscurísima y épica melodía salió escupida de las bocinas. La canción: Kabinett der Sinne. La banda: Lacrimosa.
Y de ahí ya no había vuelta atrás, la música gótica me atrapo.
Entonces el internet era novedad y yo en vez de usar lo entonces populares chats me la pasaba buscando bandas. Así llegue a conocer a agrupaciones como Gothic Sex, Sanguis Et Cinis, Therion, London Afther Midnight o Theatre of Tragedy.
Pero aun necesitaba algo mas duro y extremo y entonces conocí el Death Metal.
Curiosamente el primer disco del Death Metal que pude conseguir fue “Of Darknes…”, el primer disco de Therion, que tocaban este género antes de emigrar hacia el metal sinfónico.
Pero me faltaba más por conocer. Aún era un adolescente que estaba en busca de novedades que experimentar cuando me tope (por suerte, como siempre) con mi primer disco de Black Metal: El “Vobiscum Satanas” de los suecos Dark Funeral. Y de repente dije: “De aquí soy”
Cabe decir en esa época estaba muy atraido por filosofías ocultistas. Cosas como la demonología me subyugaba, así como todo pensamiento nihilista, fascinado con la idea del “superhombre” de Nietzsche (uno de mis pensadores favoritos) además un odio hacia todo lo religioso que traía desde años atrás me hacía inclinarme a todo lo que oliera a maldad y oscuridad. Incluso intente averiguar la dirección de la Iglesia de Satán. Con todo, la ideología del Black Metal me le como anillo al dedo a mi post-adolescencia rebelde y errática y más cuando supe la negra historia del Inner Circle.
Los años han pasado y ya escucho música de todo tipo, aunque siempre me inclino más por lo pesado y oscuro. Peo ya he dejado atrás los años en que oía metal y nada más que metal. Ahora bien puedo escuchar un disco de Smoth Jazz que tener música EBM en mi reproductor mp3. Puedo pasar de Rock Urbano a Industrial sin ningún problema. Mis oídos se han sacudió los prejuicios y eso lo agradecen.
Bueno, hasta aquí llega mi pequeña y muy personal crónica sobre mi travesía musical.
¿Recuerdan como fue la suya?