Revista Sociedad

Recuerdos políticos

Publicado el 30 enero 2014 por Abel Ros

Decía Ernesto que algún día el PP se dividiría y volveríamos a los tiempos de Hernández Mancha


Recuerdos políticos
ormalmente no suelo anunciar a mis alumnos que tengo un blog y, mucho menos, que versa sobre política. No se lo suelo comunicar, les decía, porque en este país, a pesar de vivir en democracia, hay ciertos temas que son tabú para ciertos ciudadanos, o mejor dicho, no está bien visto que un profesor hable de política en el seno de su aula. Aunque intente no vender mi producto – el blog, me refiero – siempre hay algún que otro pupilo que teclea mi nombre en Google y, sin quererlo ni beberlo, descubre "el pastel" en los océanos de la red. Por ello, por mucho que quiera disimularlo, al final toda mi clase sabe que tengo un blog y que hablo de política. Cuando llega ese momento, normalmente en el primer mes de curso, no pasa un día que entre clase y clase terminemos, algunos de mis alumnos y yo, hablando de política. 

Hace dos años, aproximadamente, tuve un alumno con el que mantuve largas conversaciones sobre el sistema democrático y sus imperfecciones. Decía este discípulo, ahora matriculado en políticas, que Cataluña algún día abriría "el melón" de la independencia para convertirse en el nuevo "paraíso fiscal europeo". Al principio me costaba compartir sus reflexiones porque no había indicios para sostener lo que decía. Hoy, sin embargo, con la "cuestión catalana" como tema candente en todas las portadas nacionales, recuerdo las palabras de Paco (nombre ficticio) y, la verdad sea dicha, pienso que quizá tuviera razón. En otra ocasión hablamos sobre los recortes drásticos que hacía Rajoy durante los meses siguientes a su victoria, allá por febrero del 2012. Decía mi alumno que él había votado a la derecha "no por convicción, ni ideología sino por necesidad". Su situación era tan precaria que su fe "ciega" en las palabras electorales de Rajoy hicieron que se cambiara de chaqueta y votase, en contra de sus principios, al PP. "Cuando la izquierda te abandona en medio de la tormenta- se refería a ZP – es el momento de mirar a otro lado para encontrar a otros que te echen una mano", decía. Hoy, dos años después de aquellas sabias conversaciones, he recibido un Whatsapp de él, que ponía: "cuando Europa está por encima de las ideologías, no tiene sentido ni votar al PSOE ni al PP, porque, al fin y al cabo, todos están cortados por las tijeras de Merkel, luego mientras siga esta señora al mando del chiringuito seguiremos siendo, para desgracia de muchos, neoliberales". 

A parte de conversar con los alumnos también hablaba de política con Ernesto – un compañero de profesión – docente de matemáticas. Todas las mañanas en la sala de profesores nos sentábamos en los sillones de la entrada y mientras leíamos El País, comentábamos los titulares de su portada. Un día hablamos, largo y tendido, de los partidos políticos, sus estructuras y liderazgos. Decía Ernesto que llegaría algún día en que el PP se dividiría y volveríamos a los tiempos de Hernández Mancha. Tiempos en los que la derecha estaba agrietada, hasta que Aznar "unificó" el partido y aglutinó en su seno a centristas y falangistas. Esta semana he recordado las palabras de mi compañero. Efectivamente tenía razón; el PP muestra, dos años después de aquellos diálogos, sus primeros síntomas de debilidad. La creación de VOX por Ortega Lara; el abandono de Vidal Quadras; el plantón de Aznar a Rajoy en la próxima Convención de su partido en Valladolid y, el rechazo de Oreja a ser cabeza de cartel en las europeas, son entre otras, las grietas que se vislumbran en los techos de la derecha. Grietas que otorgan al ciudadano de a pie una imagen de deterioro y falta de liderazgo en el seno de sus siglas.

En aquellas conversaciones también hablamos del Caso Nóos. Recuerdo que en la prensa salían las primeras noticias acerca de los tejes y manejes del Duque y su exsocio, Diego Torres. En más de una ocasión discutíamos sobre la posible imputación de la Infanta. Decía Ernesto que veía improbable que en este país de "poderes entrelazados" y “balanzas desiguales", viéramos algún día a Doña Cristina sentada en un banquillo. En todo caso, decía, "le auguro un lugar oscuro en el Museo de Cera junto a su excuñado, Jaime de Marichalar. Pero no creo que un juez sea tan independiente e imparcial para humillar a la monarquía con la imputación de su preferida". Hoy, dos años después, quién nos lo iba a decir a Ernesto y a mí que la hija del Rey esté a punto de declarar, o sea, esté imputada por los "negocietes" de su marido. Está imputada, cierto, pero no olvidemos que lo está con privilegios y distinciones. Privilegios, por cierto, que nunca tendríamos los que no tenemos a un padre Rey ni a un hermano Príncipe. Declarará sin ser grabada por video y lo hará sin ningún móvil en la sala que pueda filtrar a la prensa sus palabras en la vista. Irá a declarar -muy probablemente – en coche, sin bajar a pie por la misma rampa que, meses atrás, pisó su marido. Lo hará así porque es la "hija del Rey" y en este país, por mucho que diga S.M. en mensajes navideños, existen dos raseros para juzgar a quienes se sientan en el banquillo.

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