Revista Libros

Recuperaciones: una segunda vida para los libros

Publicado el 24 diciembre 2012 por Rusta @RustaDevoradora
Recuperaciones: una segunda vida para los libros De un tiempo a esta parte parece que las recuperaciones de libros de antaño han ganado interés en el mundo editorial, sobre todo en sellos independientes como Impedimenta o dÉpoca. Además de las consabidas reediciones de clásicos de renombre con nuevas traducciones o ediciones más cuidadas, las editoriales publican novelas inéditas en castellano o que llevan mucho tiempo sin estar presentes en nuestro mercado. Una bonita forma de dar una nueva vida a los libros.
Por mi parte, cada vez siento más interés por este tipo de publicaciones. En primer lugar, y aunque no sea muy políticamente correcto decirlo, porque me transmiten más confianza que las novedades al uso: con las novelas actuales se corre el riesgo de que se hayan publicado por razones comerciales, para seguir una moda que gusta a los lectores; en cambio, con las recuperaciones sé con seguridad que ha habido otros motivos para lanzarlas al mercado. Me gusta imaginarme a los editores que trabajan detrás de este tipo de editoriales como profesionales con vocación y una gran fe en los títulos que publican (con esto no quiero decir que los de los grandes grupos no lo sean, pero no se puede negar que, además de publicar lo que les apetezca, también deben conseguir un rendimiento económico mayor).
El segundo motivo por el que cada vez me gustan más las recuperaciones es de tipo romántico: me da pena que los buenos libros caigan en el olvido. Ocurre todos los días con las publicaciones actuales por culpa de la saturación del mercado y yo misma experimento mucha tristeza cuando termino de leer una buena historia que sé que es probable que dentro de un año o dos no se encuentre en las librerías porque ha tenido tan pocas ventas que no compensa reeditarla. Por consiguiente, pensar que un escritor olvidado o desconocido pueda tener la oportunidad de llegar a los lectores incluso después de su muerte me parece fascinante, algo así como otorgarle el reconocimiento que se merece.
Además, es curioso comprobar que no siempre se trata de novelas que tuvieron éxito en el momento original de su publicación. Algunas pasaron desapercibidas, y sin embargo ahora despiertan el interés de los editores. A los lectores nos da igual lo que opinó la gente de su época, puesto que en general todas son valiosas por algún motivo, por no hablar de la prevalencia de ciertos valores que se plasman en la ficción. Quien piense que las novelas de ayer no nos pueden seguir aportando cosas está muy equivocado.
Tal vez hay quien piensa que las recuperaciones son una moda en sí misma, pero yo quiero creer que no es (solo) eso, que hay un interés verdadero y puro para aumentar la calidad de la literatura traducida al castellano. Además, no se trata de títulos que aspiren a colocarse entre los más vendidos (aunque ha habido algunas sorpresas, como Irène Némirovsky o Stella Gibbons), sino que más bien están pensados para interesar a largo plazo. Su lector potencial no es el que consume libros de entretenimiento como el que se come una hamburguesa del McDonald's; más bien se dirigen al que medita su decisión de compra y adquiere una determinada obra con plena conciencia de que está ante una recuperación de gran valor.
En alguna parte he leído que la proliferación de editoriales independientes se debe a la necesidad de algunos profesionales del mundo del libro de ofrecer un producto distinto al de los grandes grupos. Aunque no se debe generalizar -hay editoriales grandes que cuidan mucho su catálogo y editoriales pequeñas que dejan bastante que desear-, en general me gusta esta visión del asunto. Como lectora, me hace sentir la esperanza de que los lectores no solo buscan novelas de usar y tirar, sino que todavía queda gente con amor por la buena literatura, la que deja huella, la que nos hace plantearnos cosas. Si no fuera así, editoriales como las que he mencionado al principio no podrían mantenerse.
En la imagen: Naturaleza muerta con libros (1628), de Jan Davidszoon de Heem.

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