A estas Navidades que empiezan a sentirse ya en las calles, le pido recuperar esa fe que he ido perdiendo con los años, la experiencia y los titulares de los periódicos. No sé si son cosas de la complejidad del ser humano, pero, pese, a los desaires del mundo, aún tengo ganas de tener confianza en algo o alguien que saque lo mejor de nosotros mismos, que prenda esa chispa que nos haga quitarle la venda a la justicia, para que, por fin, la balanza se incline hacia los marginados, las víctimas, los enfermos… Antes, con la juventud, defendía todas las utopías, ahora busco dentro de mí ese espíritu que, a pesar de saber que era imperfecto, creía en el ser humano.