Al inicio de RED (Ídem, EU, 2010), quinto largometraje del alemán hollywoodizado Robert Schwentke (Plan de Vuelo/2005, Te Amaré por Siempre/2009), uno presencia con desgano la acción y piensa: “esto ya lo vi y hace poco”. Y es cierto. Pero, por fortuna para nosotros, esta nueva versión es más lograda. Por lo menos, tiene un mejor reparto y es mucho más divertida.
Los primeros minutos de RED nos remiten, pues, al churrazo Encuentro Explosivo (Mangold, 2010), con Cruise y Díaz, mientras que lo que le sigue parece una versión con más clase de Los Indestructibles (Stallone, 2010), con Sly y viejitos que lo acompañaron.
La diferencia aquí es básicamente el reparto. Y para quien todavía dude de la importancia de los actores en una película como esta, vea usted la relación inicial entre el espía retirado de la CIA Frank Moses (Bruce Willis) y la atractiva oficinista Sarah (Mary-Louise Parker).
Cuando él tenga que secuestrarla a ella para protegerla de los mismos que lo quieren matar a él –una premisa explotada en la mencionada Encuentro Explosivo-, la forma en que ella reacciona ante este súbito cambio de vida es genuinamente hilarante. La historia puede ser muy similar, insisto, pero Parker es mucho más graciosa que Díaz. Años luz.
Luego, cuando Willis recluta a sus viejos compañeros/antagonistas, como el anciano enfermo de cáncer Joe (Morgan Freeman), el paranoico y violento Marvin (John Malkovich), la elegante espía inglesa Victoria (Helen Mirren) y el agente de la KGB Ivan (Brian Cox), estamos en terrenos igualmente conocidos: la historia de los viejitos que sacarán juventud de su pasado para darle una lección a todo el mundo.
La historia no vale tres cacahuates, pero Schwentke –más allá de algunas coloridas transiciones usando cortinillas- dirige con agradecible sobriedad, usando discretamente los recursos visuales más gastados de este tipo de filmes.
Lo que vale el boleto es ver las gracias de estos viejitos: la sobreactuación desatada de Malkovich, la elegancia de la señora Mirren, la insólita galanura de Cox, la serenidad imperturbable de Freeman… Y si a esto le agregamos cameos extendidos de un cinicazo Richard Dreyfuss y un reaparecido Ernest Borgnine, la diversión está garantizada… Nomás no se le olvide el vaso grande de palomitas.