Friedman, enterrado y pisoteado: redefiniendo la función de la empresa.
Por Enrique Dans.
Blog de Enrique Dans.
Redefiniendo la función de la empresa. Milton Friedman enterrado y pisoteado.
Milton Friedman, considerado por muchos el mayor representante del neoliberalismo y de la llamada Escuela de Chicago, con sus múltiples premios Nobel han influenciado una buena parte del pensamiento económico contemporáneo de las últimas décadas. En su opinión, la función de la empresa era enormemente simple y fácil de entender: ganar dinero.
Específicamente, como afirmó en un artículo considerado histórico publicado en la revista del New York Times el 13 de septiembre de 1970 en el que sentó las bases de su «doctrina Friedman«, «la responsabilidad social de las empresas es incrementar sus beneficios».
En la interpretación de Friedman, que dio origen al llamado shareholder capitalism, el trabajo de una compañía es generar valor a sus accionistas, no hay nada más.
Durante los últimos veinte años, esa ha sido la obsesión, el auténtico mantra de los directivos del mundo corporativo: generar valor a los accionistas.
Por encima de todo, con el único límite de obedecer la ley – y a veces, de manera muy laxa o relativa – las compañías se obsesionaron con la necesidad de maximizar sus beneficios para generar valor a sus accionistas, porque, según Friedman, todo lo demás, la generación de valor a trabajadores, proveedores, consumidores, a la ciudad o a la sociedad en su conjunto, estaba supeditado a ello.
Entrega valor al accionista y, según Friedman y su escuela, el mercado se encargará de todo lo demás.
El mercado no hace magia
Demasiado tiempo después, las empresas norteamericanas han entendido que no es así. Que el mercado no hace magia, y que la idea de maximizar por encima de todo el beneficio para los accionistas es no solo absurda, sino además, completamente insostenible.
Que el capitalismo perece bajo la tragedia de los comunes, y lo que es peor, que hace perecer todo lo que le rodea:
La Business Roundtable, el lobby empresarial más importante de los Estados Unidos, con 181 CEOs de grandes compañías que representan en torno al 30% de la capitalización total del mercado, ha llegado finalmente, posiblemente demasiado tarde, a la conclusión de que la misión de las compañías tiene que ir más allá de simplemente generar beneficios para sus accionistas, y que el resto de actores implicados no solo tienen que ser tenidos forzosamente en consideración, sino que tienen, además, muchísima importancia.
En su reunión del pasado 19 de agosto, los CEOs de Business Roundtable redactaron una nueva misión para la compañía: tiraron a la basura las demenciales, simplistas y dañinas teorías del capitalismo neoliberal y la Escuela de Chicago, y las sustituyeron por un texto de trescientas palabras en las que el accionista solo es mencionado tangencialmente al final.
Menos preocupación por generar beneficio al accionista, y mucha más por la de contribuir a un mundo mejor, por idealista y aparentemente vago que parezca.
A continuación, la traducción del texto completo:
Declaración sobre el propósito de una corporación
Publicado por Business Roundtable, 19 de agosto de 2019
Los norteamericanos merecen una economía que permita a cada persona tener éxito a través del trabajo duro y la creatividad, y llevar una vida con sentido y dignidad. Creemos que el sistema de libre mercado es el mejor medio para generar buenos empleos, una economía fuerte y sostenible, innovación, un ambiente saludable y oportunidades económicas para todos.
Las empresas desempeñan un papel vital en la economía al crear empleos, fomentar la innovación y proporcionar bienes y servicios esenciales. Las empresas fabrican y venden productos de consumo; fabrican equipos y vehículos; apoyan la defensa nacional; cultivan y producen alimentos; brindan atención médica; generan y entregan energía; y ofrecen servicios financieros, de comunicaciones y de otros tipos que apuntalan el crecimiento económico.
Si bien cada una de nuestras empresas individuales cumple su propio propósito corporativo, compartimos un compromiso fundamental con todos nuestros grupos de interés. Nos comprometemos a:
– Entregar valor a nuestros clientes. Promoveremos la tradición de las empresas estadounidenses que lideran el camino para cumplir o superar las expectativas de los clientes.
– Invertir en nuestros empleados. Esto comienza con compensarlos de manera justa y proporcionarles importantes beneficios. También incluye el apoyarlos a través de capacitación y educación que ayuden a desarrollar nuevas habilidades para un mundo rápidamente cambiante. Fomentamos la diversidad, la inclusión, la dignidad y el respeto.
– Tratar de manera justa y ética a nuestros proveedores. Ser buenos socios para otras compañías, grandes y pequeñas, que nos ayudan a cumplir con nuestra misión.
– Apoyar a las comunidades en las que trabajamos. Respetar a las personas en nuestras comunidades y proteger el medio ambiente adoptando prácticas sostenibles en todos nuestros negocios.
– Generar valor a largo plazo para los accionistas. Ellos proporcionan el capital que permite a las empresas invertir, crecer e innovar. Estamos comprometidos con la transparencia y el compromiso efectivo con los accionistas.
Cada uno de nuestros grupos de interés es esencial. Nos comprometemos a entregar valor a todos ellos, para el éxito futuro de nuestras empresas, nuestras comunidades y nuestro país.
Los hasta ahora tan privilegiados accionistas no aparecen hasta el penúltimo párrafo, y con la generación de valor siempre supeditada al largo plazo, huyendo del anterior cortoplacismo que hasta ahora parecía justificarlo todo.
En muchos sentidos, una declaración así entierra supuestamente los principios del capitalismo neoliberal y lo consagra como lo que fue, un tremendo error, una aberración insostenible.
Pero no, las teorías económicas no mueren así, con una simple declaración de principios. Sí, el documento es importante, pero no deja de ser más que eso, una declaración de principios, con todo lo que ello conlleva. Es importante por lo que dice, y lo es también por quiénes lo dicen.
Es importante a la hora de entender el proceso de internalización que el mundo corporativo ha llevado a cabo para llegar a darse cuenta de que los principios de máximo nivel con los que operaba eran no solo completamente insostenibles, sino éticamente reprobables y profundamente dañinos.
Pero siendo importante, hay que convertirlo en más que palabras, y eso va a costar mucho más.
Entender que durante décadas, compañías de todo el mundo dirigidas por personas supuestamente inteligentes se han dedicado, dentro del cortoplacismo más absurdo, a destruir el mundo, a incrementar la desigualdad y a cometer auténticas barbaridades, llegando incluso a retorcer las leyes hasta el límite o a situarse en muchas ocasiones fuera de ellas, con tal de satisfacer el supuestamente sacrosanto principio de maximizar el beneficio para los accionistas.
Con el tiempo y la perspectiva, si es que llegamos a tenerla, seguramente llegaremos a situar a Friedman como uno de los grandes villanos de la humanidad, responsables de una era demencial en la que la especie humana llegó prácticamente a a aniquilarse a sí misma.
No, el momento no invita al optimismo, y las pomposas declaraciones de principios son simplemente eso, pomposas declaraciones de principios.
Pero en muchos sentidos, y para muchos que comenzaron sus carreras directivas cuando esos perniciosos principios eran ya parte del entorno, un cambio como este debería conllevar una importante reflexión, y un muy necesario cambio de actitud.
Por el momento, la declaración de principios ya está, aprovechando una característica definitoria que la tecnología ha otorgado al mundo actual, difundiéndose por todas partes, como supuesta nueva forma de entender el propósito de la actividad de las compañías.
No está claro que llegue a tiempo, está mucho menos claro que todas las compañías vayan a cambiar su forma de actuar de la noche a la mañana cuando todo sigue siendo aparentemente medido con las mismas métricas estúpidas con las que se medía anteriormente, y no está claro que vaya a servir para nada más que para hacer que algunos se sientan, supuestamente, mejor.
No está claro que llegue a ser mucho más que la confesión apresurada del moribundo, que sea mucho más que un pomposo epitafio.
Pero es la clara asunción de un error. Y sobre todo, es mejor que nada.
This article was also published in English on Forbes, «Friedman’s dictum is finally laid to rest: so what’s the function of companies now?»
Por Enrique Dans
21 agosto 2019
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Enrique Dans.
Professor at IE Business School.Madrid y alrededores, España.
Enseñanza superior.
Actual: IE Business School.
Anterior: IE Business School.
Educación: UCLA Anderson School of Management.
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Fuente: Blog de Enrique Dans
Imagen: neoliberalism.jpg
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