Redenciones

Protégeme de las flores
cuando deslizan su aliento agrio
sobre resbaladizos cuellos blancos.
¿Recuerdas la lección primera?
jamás subestimes el poder de mi torpeza.
Estoy mucho mejor.
Aunque todavía el desasosiego entumece mi aliento
cuando
transito ciertas calles inermes a la represalia
de tu no/tú.
Y me descubro acariciando grafitis anhelo innoble de grietas
túnel improbable del tiempo achicado.
O constato que ya no me sonríe la chica del Druni
quizá ofendida por el agravio comparativo de mi tristeza.
A mí también me parece tan absurdo como estar vivo.
Pero no importa, amor;
sé que existen otros mundos allende la incandescencia
demoledora de tus labios.
En islas remotamente italianas mujeres enlutadas en costumbre
arrojan desprecio ante la belleza que sube a tiempo a los aviones.
Algo más arriba
el viejo John Deere vela por todos nosotros en campos infinitos
salpicados de graneros en que retozan culos de muchachas.
Sé que algún día yo también me reiré de todo esto
con la mandíbula desencajada y jubilosas lágrimas.
Que alguien apretará fuerte mi mano
compartiendo la redención meticulosamente necesaria
de contemplar arder los primeros edificios.