Revista Cultura y Ocio
Texto y fotografía de Francisco de Rivera (Oviedo)
Salí del mundo mágico de la infancia dando un portazo, hace demasiado tiempo como para acordarme con detalle. Quise volver, pasados ya los años, buscando consuelo en la despreocupación y la falta de responsabilidad propias de tan tierna edad. Al llegar, noté ya de lejos la puerta astragada por el paso del tiempo: la pintura comida por la luz y abarquillada; la madera agrietada por el sol y el viento.
Al llamar, me franqueó el paso un tipo de gesto adusto, arrugas incipientes y aspecto serio; evité su mirada, poco complaciente, mientras buscaba en la desangelada estancia al niño que fui. De pronto, recordando algo familiar en el rostro del desconocido, me volví y lo observé sin disimulo, casi con descaro; la sorpresa inicial dio paso a la afirmación; no había duda: era yo.