Revista Medio Ambiente
Hay algunas días de invierno en los que el aire está tan limpio que parece que podemos ver hasta el infinito, días en los que parece que con sólo estirar la mano podríamos tocar las montañas más lejanas. El jueves pasado, antes de que oscureciera y empezaran a hacerse visibles los planetas de los que os hablé en la entrada anterior, esa era la sensación que tuve al sentarme en la orilla del lago Enol y mirar el reflejo de las montañas sobre el agua.
Parecía increíble que uno de los lugares más visitados de Asturies se encontrara completamente desierto, ni un sólo coche, ni una persona en los alrededores. Casualmente, José Fernández, había estado el día anterior y tuvo la misma sensación, os recomiendo que visitéis su blog y disfrutéis con sus imágenes.
Lo mejor de la montaña es que aunque hayas ido cientos de veces al mismo sitio, siempre será distinto y nunca dejará de sorprenderte. Sólo hay que sentarse y mirar.
NOTA: como siempre haced click en las fotos para verlas mejor, de todas formas, no se por qué blogger cada vez da peor calidad en las imágenes. Si queréis poder verlas en mi galería de flickr.