La operación policial llevada a cabo por la Ertzaintza en la madrugada de ayer en Hernani, que ha permitido la detención de dos presuntos terroristas, reponsables, entre otras acciones, del asesinato del policía municipal Joseba Pagazaurtundua en 2003, constituye, en primer lugar, una buena noticia, en la medida en que dos activistas de la organización armada deberán responder ante la justicia, que será, en última instancia, quien determine su culpabilidad y, en su caso, la condena que les corresponde. Por ello, quiero felicitar a la Policía autónoma y de modo especial a la familia de Joseba Pagazaurtundua, que me consta ha sufrido, como todas las víctimas del terrorismo, un largo proceso de duelo y luto, difícil de superar cuando han arrebatado impunemente la vida a un ser querido. Conocí personalmente a Maite Pagazaurtundua cuando fue parlamentaria del PSOE en la Cámara de Vitoria-Gasteiz y me consta que tiene una gran sensibilidad humana y social.
Confío en que esta operación policial incentive la reflexión abierta en ETA y sus dirigentes asuman, finalmente, la inutilidad de la violencia, y entiendan que ha llegado el momento definitivo de su disolución, por y para siempre, y sin condiciones. La eficacia de los distintos cuerpos de seguridad, la colaboración internacional, la apuesta de la izquierda abertzale por las vías políticas y democráticas, y la voluntad mayoritaria de una parte importante de sus activistas en prisión por superar su pasado obliga a ETA a mover ficha en la única dirección posible: el adiós a las armas. Ojalá estas dos detenciones fuercen aún más este debate y se formalice un proceso de renuncia a la violencia, al que deberá acompañar un proceso paralelo de reconciliación, en el que las personas encarceladas tengan también la opción de rehacer sus vidas. No será fácil, pero este es el camino. Dilatarlo sólo lo dificulta. La pelota está ahora en el tejado de ETA. La paciencia de la sociedad vasca hace tiempo que se agotó; la de la izquierda abertzale y las personas presas está al límite. ¿A qué esperar más?