METODOLOGÍAS PARTICIPATIVAS EN TRABAJO SOCIAL
Reflexión sobre el sentido de las metodologías participativas
Las Metodologías participativas
Si pensáramos una forma sencilla de decir qué entendemos por metodologías participativas, diríamos que:Es una metodología que facilita que las personas compartan el conocimiento que tienen sobre el mundo, con el objetivo de reflexionar sobre posibles alternativas a los problemas que de forma conjunta se hayan identificado previamente.
La metodología participativa tiene que resolver una cuestión siempre difícil y pocas veces valorada: contar con la ciudadanía como fuente de información y como fuente de reflexión de los problemas, implicándola en la resolución de estos últimos.
Las metodologías participativas consideran en este sentido un individuo reflexivo, que piensa y hace, un individuo situado, que está vinculado a su entorno, a la historia y a las cosas que le rodean, un individuo que, sin embargo, ha quedado a menudo fuera del ámbito científico y político.
Si hablamos de metodologías es porque el objetivo que se ha perseguido es el de ofrecer un modo de hacer práctica la democracia, resolviendo uno de los problemas que causa más controversia en un contexto democrático: cómo facilitamos la participación sin caer en la arbitrariedad, la demagogia o el sectarismo.
Las metodologías participativas se originan en el campo de la investigación social, aunque su empleo no tiene porqué limitarse al de una investigación.
El desafío de las MP descansa en su capacidad para ofrecer un método que permita alcanzar acciones conjuntas de forma cualificada. Tiene siempre un sentido propositivo sin el cual, pensamos, carecería de valor poner en marcha un proceso participativo, pero también exige unas condiciones sin las cuales no podríamos esperar unos resultados cualificados.
Por eso, además de la investigación, las MP adquieren pleno sentido en cualquier acción que requiera resolver un problema o una iniciativa de manera conjunta, esto es, de forma democrática.
Y, por eso también, las MP pueden resolver uno de los problemas fundamentales en la democracia:
Cómo puede participar mucha gente en un proceso de toma de decisiones sin perder la calidad de los resultados y considerando la distribución desigual del poder presente en todos los contextos.
La investigación social ha impuesto a lo largo del tiempo una división del trabajo entre los expertos y el resto de las personas. El experto ha diseñado siempre un diagnóstico con el que los individuos se han transformado en fuente de información para que el primero pudiera describir lo que pasa a nuestro alrededor y pensar alternativas óptimas a las situaciones dadas. Las MP rompen con esa división del trabajo, pues su objetivo es ofrecer herramientas adecuadas para que los individuos puedan pensar alternativas a partir del diagnóstico.
Doble tarea, porque vamos a considerar siempre un proceso en el que la ciudadanía participa en la construcción del problema, como parte del diagnóstico, y en la elaboración de las alternativas a éste.
Dejamos así de lado la posición de un conocimiento experto que actúa al margen de los procesos sociales, en el sentido en que aquél elabora propuestas y alternativas sin contar con los implicados en esas alternativas. No se rechaza con esto el conocimiento experto, pero sí se cuestiona su monopolio sobre las soluciones.
Este es el horizonte en el que se enmarcan para nosotros las MP, un modo de poner la democracia en acción.
John Dewey (2004) solía decir que la acción humana estaba inevitablemente vinculada al mundo, por lo que toda acción entrañaba unas consecuencias, algunas de las cuales se percibían y que precisamente esa percepción requería un esfuerzo de control de la acción para asegurar unas consecuencias y evitar otras.
Esta idea con la que Dewey acentuaba el carácter reflexivo y político de la acción social y que empleaba para argumentar a favor de un nuevo orden democrático, ha acentuado mucho, sin embargo, la percepción de que sólo el individuo o sólo los expertos (científicos, políticos, etc.) tienen la capacidad de realizar ese esfuerzo para sopesar las consecuencias de la acción en un entorno pequeño o grande.
Nadie se imagina que un grupo indeterminado de individuos pueda alcanzar una decisión y una acción conjunta participativamente. Ese es el sentido, sin embargo, de las MP.
Hacer efectivamente que la democracia entre en acción mediante instrumentos que faciliten la implicación de la ciudadanía en el diseño de acciones colectivas. Por eso partimos de individuos que pueden pensar los problemas (no sólo apuntarlos) mediante espacios y herramientas que nos facilitan las MP con el objetivo de que la ciudadanía pueda también valorar alternativas (no solo asumirlas).
Somos conscientes que acentuar el papel reflexivo de la ciudadanía, orientado a buscar y construir alternativas, implica una toma de postura respecto a la historia de las metodologías para la investigación social.
Durante mucho tiempo nos han enseñado que las diferentes metodologías de investigación que tenemos a nuestra disposición son, en el fondo, caminos distintos para recoger información y tratar de representar los hechos sociales de una forma sistematizada. Esto ha llevado, a menudo, a presentarlas desprovistas de sesgos, como si las metodologías estuvieran vacías y nada nos dijeran sobre la manera que tienen de ver el mundo, de imaginarlo.
Pero cualquier metodología nos ofrece un camino para representar los hechos que vemos, poniendo aquéllos en una relación específica. En un marco democrático, el riesgo de cualquier metodología es dejar de lado la capacidad reflexiva de la persona, lo que ha llevado, cuando ha pasado, a la naturalización de los hechos sociales. Esta naturalización a duras penas nos dejaría margen para entender a las personas como seres políticos y, en consecuencia, como ciudadanía.
Si eso pasa se corre el peligro de analizar la sociedad, los individuos y sus interacciones al margen de sus cualidades políticas (reflexivas), abandonando el espacio político a la figura de los expertos y representantes, quienes tras las bambalinas de un aparataje más o menos sofisticado interpretarán los datos recogidos.
La cuestión que queremos resaltar no es si es lícito emplear unos métodos u otros:
El hecho de recoger una amplia información sobre lo que pasa en el mundo impone el uso de métodos de investigación que, cuanto más diferentes sean, más capacidad nos ofrecerán para aportar información heterogénea.
Lo que queremos acentuar es el lugar que se ha construido el conocimiento experto a expensas de una ciudadanía que ha sido postergada al silencio respecto a la valoración de las consecuencias de las acciones sociales y políticas. De este modo, si podemos recorrer el camino de investigación con una metodología que no incorpora el pensamiento reflexivo de las personas, por ejemplo, su valoración de las consecuencias, su puesta en relación de los hechos, su capacidad de generar conocimiento al estar en contacto con los problemas y los otros, es casi una obligación no considerar la implicación política de la ciudadanía en la resolución de los problemas.
Las MP asumen desde un principio el sentido político de la convivencia y, por tanto, del ser humano.
Desde nuestro punto de vista, las cosas que pasan entre humanos son propias del ámbito político, es decir, que podrían siempre ser de otra manera. Esto nos lleva a pensar en un ser humano reflexivo que piensa lo que hace estando en relación con otros, lo que nos llama a encontrarle un hueco en la investigación y en el trabajo social.
Somos conscientes que por política tenemos que habérnoslas con lo que se entiende hoy por un juego entre corporaciones. Sin embargo, la política es precisamente lo que permite concebir la convivencia humana y lo que nos permite reconocer al individuo como ser reflexivo.
No hay en ello ninguna visión bucólica, no se trata de pensar que todo lo que la participación ofrece es bueno. La convivencia política puede ser atroz, como bien sabía Boëtie cuando escribía su “Contra uno” en el siglo XVI4, afirmando que no era posible que el poder del monarca se sostuviera si no fuera por la participación de todos en esa empresa. Si llevamos la discusión a este terreno es precisamente porque queremos privilegiar el problema de la ciudadanía y la cuestión del poder para pensar el horizonte de la convivencia humana.
Bourdieu, por ejemplo, insistiría mucho en la importancia que tenía la construcción social de las categorías sociales, porque ellas implicaban clasificar acciones y pensamientos, seres humanos y relaciones.
La clasificación construye realidad y deja a los individuos inertes ante la fuerza de su poder estructurante.
Entendemos que todo lo que pasa a nuestro alrededor desde un punto de vista social es fruto de una convivencia política o está impregnado de las relaciones humanas que se dan en esa convivencia.
Cualquier metodología o método diseña un camino para poner en relación lo que pasa entre humanos, desde aquí, implica una forma de entender el mundo, pues trae consigo una manera de relacionar los hechos y de definirlos.
Las MP, en este sentido, son también una metodología sobre el poder de definir la realidad, pero una metodología que pretende distribuir el poder horizontalmente entre los participantes, una metodología que construye espacios y herramientas para que el poder no sea monopolizado y las alternativas sean pensadas conjuntamente en un contexto y un horizonte compartido. Es una metodología asociada a la democracia, basada en la idea de la ciudadanía, que quiere transformar partiendo de los actores y los protagonistas de una comunidad política plural.
Con las MP se va a tener en cuenta muy seriamente el significado que las personas dan a las cosas, no tanto porque la verdad resida ahí, como porque es necesario empezar desde ahí para construir un proceso democrático en el que entren en juego una pluralidad de voces con significados distintos. Esa puesta en relación de las voces, el darse cuenta de que existen otros significados, evidencia siempre una convivencia compleja. Actuar y hacer desde ahí para construir esa convivencia, donde no están solo los que son “como yo”, implica una manera distinta de entender la vida, las acciones y los conflictos.
En un entorno de incertidumbre las decisiones se tornan muy complejas, por lo que sugieren superar la doble delegación que tradicionalmente se ha realizado en los representantes políticos y los expertos, incorporando foros híbridos que cuenten con actores de diferentes estatus y competencias.
Beck habla de la sociedad del riesgo, pero en el fondo el sociólogo alemán sintetizó una idea muy difundida en el mundo académico sobre la dificultad de legitimar las decisiones sin contar con la sociedad. Es aquí donde pensamos que las MP ofrecen un camino para hacer efectiva esa participación de actores diversos con estatus y competencias distintas con el objetivo de prestar a las decisiones un apoyo plural y ciudadano.
Para sistematizar mejor lo que queremos decir, nos parece muy útil emplear una metáfora de Scott Lash, por la sencillez y rapidez con la que transmite este camino desde el ámbito metodológico. Este académico británico diferencia dos métodos de investigación a partir de sus implicaciones teóricas y vivenciales, al traer de la mano dos formas distintas de ver y acercarse a la realidad. La primera de ellas es una interpretación (hermenéutica) de la realidad basada en la sospecha; la segunda es, en contraposición, una interpretación basada en la recuperación.
Hermenéutica de la sospecha
La Hermenéutica de la sospecha hace referencia a una escuela de pensamiento moderno retratada habitualmente como un método de conocimiento originado con Nietzsche, Marx y Freud (Foucault, 1970)7.Scott Lash entiende que la sospecha es una actitud investigadora muy extendida en la actualidad. En términos muy generales, la hermenéutica de la sospecha plantearía la investigación social como un conjunto de procedimientos orientados a extraer las causas que determinan uno u otro fenómeno social.
Mediante dicha operación, el método ofrece al investigador la posibilidad... lee el texto completo.
DESCARGA TEXTO COMPLETO PDFEl sentido de las metodologías participativas