Revista Religión
Sé que el título puede resultar, en un inicio, algo ofensivo o hiriente pero créame, amable lector, que la intención del mismo y de ésta reflexión es todo lo contrario. Pasa algo peculiar en un centro de trabajo del que, por mi empleo actual, tengo contacto: Poco a poco comienza a darse un cambio generacional dentro de los diferentes puestos que la empresa maneja. Dicho proceso ha sido paulatino pero ya que los puestos de mando son ocupados por personas jóvenes, con el ingreso de sangre nueva los empleados con antigüedad marcada -de más, incluso, dieciocho años dentro de la institución e incluso en un puesto- han sido y son discriminados o vistos a menos. Se les da menos carga de trabajo catalogándoseles como obsoletos y se les ve, consiente o inconsientemente, no como untrabajador más sino como las piezas de museo de la organización. Explico. Aunque conservan su lugar y se les respeta, la gran mayoría -los jefes- esperan ansiosos que los viejos se jubilen dando así lugar a lo nuevo y con ello inicie una supuesta oleada que refresque a la institución. Pero sucede algo curioso. Cuando los nuevos o jóvenes llegan a cubrir por vacaciones, ausencias o enfermedad a los de antaño, poco a poco y sin proponérselo, denotan su falta de experiencia.
Se les mira con ímpetu, sí, pero a su vez se deja ver una torpeza natural en el desarrollo de las actividades. Y no es que no puedan sino que la mayoría de los lugares requieren de ciertas mañas o habilidades que se van adquieriendo y formando conforme pasan los años. Con lo anterior -la torpeza que sale a flote- viene un pensamiento nuevo en los que mandan. Admiten, a regañadientes, que todavía se necesita de los viejos, aquellos discriminados y vistos a menos porque según ellos mismos -los jefes- ya no son necesarios. Lamentablemente se cree, y más en la cultura actual, que lo antiguo además de viejo, ya no sirve.
Anciano es, hablando de manera genérica, algo que ha dejado de ser útil y, sobretodo, de provecho. Podríamos ponernos melancólicos pero, tristemente, dicha mentalidad es el día a día actual.
Y aunque la mentalidad de hace tan solo algunos años atrás -antes de los ochenta- valoraba a las personas mayores, las respetaba e incluso las temía apenas unas décadas después el cambio se consumó radicalmente. Si nos vamos más allá en el tiempo, por ejemplo a los anaqueles de la historia que plantea la Biblia, encontramos casos especiales.
Aunque son sociedades patriarcales, sí -ignoremos un poco el tema hombre versus mujer- el jefe no era el más carismático o popular sino, el más anciano.
Los viejos daban los consejos, guiaban a la sociedad e incluso gobernaban -como en el punto anterior- a la misma.
Los siglos fueron pasando y aunque podemos hablar de avances tecnológicos y morales, siempre los viejos eran venerados. Ya ubicándonos en el siglo veinte, los primeros aparatos o máquinas modernas eran, cuando no servían o fallaban, reparadas y no sustituidas y/o destruidas. Existían talleres donde ante un problema se buscaba una solución; si una tv fallaba se mandaba a revisión para su nuevo funcionamiento tras reparar el aparato.
Cuando algo no funciona la mayoría de las veces es o más económico o más fácil sustituir por completo el aparato o máquina que repararle. Si le sumamos a eso, por ejemplo, el hecho de que un móvil que es lanzado hoy como novedad a la semana siguiente -o incluso antes- ya es visto como del pasado por que ya presentaron otro gadgets con más adiciones o mejoras, la cosa no mejora.
En Apple pasa algo muy simpático.
Si llevas a reparar, ante una falla y dentro de garantía, un iPhone o iPod, lo que hace la empresa de la manzana es sustituirte el equipo; te dan uno nuevo, les sale más barato.
La tendencia de desechar lo que no sirve o lo viejo por algo nuevo en cuanto a tecnología se ha trasladado, poco a poco, al inconsiente social.
Con la invación anterior las nuevas generaciones crecieron creyendo que sustituir es mejor que reparar y pues dicha mentalidad se trasladó, además, cuando hablamos de objetos o personas.
Puede que desechar sea bueno pero cuando tocamos seres humanos la respuesta es un no, y uno muy rotundo. Es natural y lo normal el cese de la estafeta generacional pero no es sano que sea abruptamente y tampoco que en el proceso los viejos sean mal tratados y discriminados o vistos como entes no funcionales.
Se les debe de aprender o tomar de su experiencia; su trabajo y años les costó y bien o mal gracias a ella, y a sus aciertos y desaciertos, sacaron sus labores adelante.
Es norma que a diario se aprende algo nuevo, y más aún, de los ancianos ya que nos guste o no los jóvenes estamos heredando el mundo de los viejos y los más nuevos heredarán nuestro mundo.
Para allá vamos así que: ¿cómo nos trataremos con algunos años de más? Tags: viejos, ancianos, si
rven los viejos, cambio generacional, discriminación ancianos. La imagen que encabeza el artículo la obtuve de eljoja.