Como siempre en este tipo de post, quiero dejar claro que es una opinión personal y que aunque generalice, siempre van a existir casos que puedan llevarse todo esto por delante. Yo me baso en mi experiencia personal, y lo que más me gustaría es que me llevéis la contraria para poder enriquecer muchísimo más el post.
Institutos y literatura
Quiero abrir este post con una pregunta: ¿cuántos de aquí nos hemos enganchado a la literatura gracias a una lectura del instituto? Yo por lo menos no, y estoy completamente seguro de que la gran mayoría de vosotros tampoco, de que vuestro amor por esta expresión artística nació gracias a un factor externo a las aulas. Por tanto, ¿no debería cambiar la forma en la que todo esto se enfoca?
Sin embargo, parece que los derroteros de la educación van por otros caminos totalmente distintos. Para empezar las letras cada vez tienen menos peso en las aulas. Solo hay que ver como asignaturas como Lengua y Literatura van perdiendo peso en pos de las matemáticas y otras ciencias. Pero no solo esta, sino que las clases encaminadas a potenciar la faceta creativa y artística de los alumnos están quedando totalmente relegados por la desaparición de horas lectivas de Plástica o Música.
El argumento que se emplea para ello es simple, y probablemente razonable desde el punto de vista de economizar el tiempo: las ciencias tienen más salidas potenciales, tienen más futuro y muchas de los puestos de trabajo de dentro de unos años se basarán en ellas. Y yo a esto quiero decir una cosa: ¿Qué mas dará? El arte no se enseña únicamente porque alguien pueda dedicarse específicamente a ello. Una educación potente en estos aspectos hace que la gente pueda aplicar todos sus conocimientos a cualquier faceta de su vida. Quizás una persona sea el mejor ejecutivo del mundo, pero para ello ha tenido que innovar, ser creativo, o en caso contrario habría desaparecido entre la marabunda de competidores similares. Una buena formación en temas artísticos implica que la gente aprenda a respetar el trabajo de otras personas, a valorarlo y a no pensar que pueden llevárselo por la cara. Lengua o Filosofía enseñan a pensar, a no dar nada por presupuesto.
Si nuestros políticos no respetan el valor de Lengua, Literatura y todas estas asignaturas, ¿cómo podemos pensar que la lectura podría ser potenciada en los centros educativos?
Durante las próximas líneas voy a tratar de no hacer demasiadas menciones a la tontería que me parece que Lengua y Literatura sean una única asignatura cuando estas no tienen nada que ver la una con la otra y voy a centrarme en el tema matriz de la entrada: ¿Potencian los institutos la literatura en sus centros? ¿Consiguen crear lectores? Mi experiencia personal es que no, que consiguen justo lo contrario, que los jóvenes no quieran ver un libro cuando salen por la puerta, y a continuación voy a tratar de explicar por qué.
La fiebre por los clásicos. ¿Por qué no apostar por novelas modernas que transmitan valores semejantes?
Soy totalmente consciente del peso que tienen los clásicos en la literatura. Son libros de mucho valor que en su época cambiaron la forma en la que se concebía la literatura. Que enseñaron, que desafiaron los valores establecidos, que se utilizaron para quejarse de todo lo que los intelectuales consideraban que no estaba bien de sus sociedades. Han pasado años y se siguen recordando. Los nombres de sus autores nunca se perderán, pero no podemos negar que la forma en la que se escribía antes no es atractiva para alguien que no tiene especial interés en leer —en la mayoría de los casos—. No podemos negar que enfrentarte a una publicación de más de varios siglos es muy difícil de digerir por alguien que no quiera tratar de leerlo. Para una persona que no ha tenido la oportunidad de enamorarse de las letras, quizás el español de hace cuatro siglos no es la mejor opción.
¿No sería mejor intentar que una persona se enamore de la literatura en las aulas y que sea él mismo el que un tiempo después sienta la llamada de la curiosidad por estas obras?
Hasta los quince años de edad (tercero de ESO) pasaron por mis manos El Camino, El Quijote, La Celestina, Las Coplas de Jorge Manrique…, que pueden estar muy bien, pero que cuando mi obligaron a leerlos me parecieron un bodrio totalmente infumable, y que probablemente ahora, con 22 años, podría disfrutar muchísimo más. Eran libros lentos, aburridos, que brillaban por su falta de dinamismo… y toda la clase odiábamos leerlos. Con ellos no consiguieron que nadie se animase a coger un en casa, sino todo lo contrario. Durante toda aquella época yo rechazaba la literatura. No me gustaba, no me atraía. La asociaba a malas experiencias, a sesiones interminables de lectura que no me llevaban a ninguna parte. Era como tener que estudiar asignaturas que no me gustaban.
Y aquí es cuando yo empiezo a pensar, ¿no existen libros modernos, actuales, que empaticen mejor con la juventud y que transmitan unos valores igual de buenos o incluso mejores?
- Harry Potter habla de amistad, de imaginación y de trabajo en equipo. De que nunca se deja a nadie atrás y de que en paz se está mejor que en conflicto.
- La lección de August te enseña a que no hay que mirar a nadie de forma distinta porque por fuera sea diferente. Todos somos especiales a nuestra manera, todos queremos ser felices. Un rostro distinto no te hace peor. ¿Alguna vez te has reído de alguien por su aspecto? Este libro te ayudará a ponerte en su sitio. No solo es recomendable para niños, sino que muchos adultos también deberían leerlo.
- La Ladrona de libros es una historia que relata las miserias y el dolor de la segunda guerra mundial, del genocidio judío, pero que te deja ver que dentro de todos los conflictos del mundo siempre hay alguien que aporta un poco de luz. ¿No viene genial ahora que hay gente que se empeña en decir que todos los musulmanes son asesinos porque unos pocos se dedican a causar el terror por todo el mundo y no solo en Europa?
Ni siquiera he tenido que pensar demasiado para que se me ocurriesen. Tres obras que cualquier joven puede disfrutar, con unos personajes con los que empatizarán mucho mejor que con Don Quijote o cualquiera de los antes citados, que harán que al llegar a casa sientan curiosidad por saber si hay más libros interesantes.
Y puede parecer una tontería, pero creo que es importante potenciar la lectura de autores vivos en las aulas. Cuando se habla de libros en las clases, siempre se hace referencia a un montón de escritores que están muertos y eso, irremediablemente, crea una brecha entre el alumno y el escritor. Creo que es muy conveniente hacer ver a los alumnos que un escritor no es simplemente un nombre que aparece en la portada de un libro, sino que es una persona normal, como ellos, y que si alguno tiene una historia en la cabeza puede plasmarla en papel, porque vale para intentarlo.
¿Por qué no apostar por historias para divertir y centrarse menos en aprender?
Otro aspecto que veo primordial en el rechazo que muchos jóvenes presentan ante la literatura es la forma en la que se trata en los institutos. Ya no vamos a hablar de qué novelas se lee, sino del modo en el que se hace, y ahora voy a tratar de explicarme de la mejor manera posible.
Cuando se escoge un libro en el instituto se hace con un único motivo: va a haber un examen/trabajo un tiempo después. La literatura se rechaza al verlo como una obligación, al verlo como algo de lo cual su futuro depende. Así no se lee, sino que se estudia, y esto hace que los libros tengan una connotación negativa muy preocupante si queremos llevarla a las casas de los chavales.
A esto hay que darle una vuelta de tuerca. No digo que no haya que poner notas. Entiendo que en la educación hay que evaluar las actividades de alguna manera, pero no se puede obligar a leer para hacer exámenes. Eso es un error con el que nuestro sistema educativo se golpea año tras año y que nadie parece preocupado para cambiarlo. Recuerdo perfectamente cómo me enfrentaba yo a estos exámenes: leía el libro por lo menos dos veces para que no se me borrase de la cabeza ninguno de aquellos estúpidos detalles que eran susceptibles de ser preguntados, después, como casi todos los institutos utilizaban los mismos libros, buscaba en internet todo lo relacionado con los aspectos teóricos que podía tener detrás y los memorizaba (que de eso ha ido siempre la educación).
Llegaba el examen y me daba cuenta de una cosa: todas las respuesta que había dado las había sacado de internet —Hola, queridas profesoras de Lengua—. Realmente no había sido importante que dedicase horas a leer porque todo lo que podías aprender con una lectura no te valía para contestar. Necesitabas mucho más, muchos aspectos teóricos que en la mayoría de los casos ni siquiera tenían relación con el libro, sino que eran genéricos para muchas de las novelas de un determinado período. Entonces, ¿para qué leíamos si el examen no iba a ir totalmente encaminado a dichas historias?
Y en todo ese proceso, no había ni siquiera una mención a que la literatura podía ser divertida, sino que era mucho más importante recalcar los valores que transmite, lo culto que te hace y muchas más tonterías que a nadie le importan con quince años por una sencilla razón: si no te divierte no vas a seguir haciéndolo, por muy bueno que sea para ti.
Los profesores deberían hacer muchísimo hincapié en que leer es divertido. Si consigues que al alumno le guste la literatura entonces no tendrás que preocuparte nunca más porque decida coger o no un libro. Si se convierten en lectores habituales es muy posible que en algún momento les pique la curiosidad acerca de los clásicos, y si no lo hiciese nunca daría igual, porque habrán encontrado más valores en otras historias, igual o incluso mejores que los que transmiten estas obras.
Conclusión
El mayor rechazo a la literatura en los jóvenes se produce porque durante dieciocho años de sus vidas han estado viéndolo como una obligación. Para muchos, los libros no son más que excusas para examinar de unos determinados conocimientos sin dar ninguna importancia al vehículo que los lleva. Hay que cambiar el método, hay que focalizarse en mostrar el amor por la literatura, en fomentar la creatividad, porque para enseñar teoría basta con una clase y un libro de texto que memorizar. En sus mentes lo van a guardar hasta después del examen, pero al menos así no les obligamos a leerse 500 hojas de una historia que aborrecen y que no les va aportar nada.
Porque luego muchos se llevan las manos a la cabeza porque la gente no lee o, peor, critican y denostan la literatura que algunos eligen. Déjenme darles una noticia, eruditos y conocedores de la verdad absoluta. Los jóvenes leen, nos gustan las historias, nos metemos en las tramas e incluso nos enamoramos de algunos personajes. ¿Conocéis algún ámbito en internet en el que haya tantos bloggers o booktubers? Muy pocos.
Fomentad el amor, la diversión y la creatividad de la literatura. Todo lo demás es un error. Nadie lee para aprender, sino para disfrutar.
Carmelo Beltrán@CarBel1994