Bicirrelato “Reflexiones de un ciclista galáctico” – Desde Gijón y en Bicicleta
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Pasando Plan Lachat, los ojos como platos por la impresionante belleza del glaciar y las piernas gritando por los ocho kilómetros que me faltan hasta hacer puerto vigilado por la implacable mirada del Grand Galibier. Y dar una curva a la derecha y solo ver la cuesta que se empina y me acoge en su cuna de sudor y resoplidos. Las piernas como pistones de una máquina perfecta que se ajusta y reajusta cada vez que me pongo en pie sobre los pedales y me siento de nuevo en el sillín.
Pedaleando y sangrando huellas del pasado cual navegante de una cofradía espacial, plegando el tiempo gracias a la fórmula mágica hecha de la especia hormonal y sudor de carretera.
Atrás, más allá…
Mantener el ritmo, la respiración correcta, la postura adecuada. Mirar, casi sin ver, hacia la cumbre adivinada entre las graveras. Pedalear y no pensar en el campo magnético que te atrapa y detiene la bicicleta. No acordarse ya de Barèges ni aún menos de Luz Saint-Sauveur. Pedaleando por las faldas del gigante anhelando ver a Octave Lapice, refulgente, aparecer al borde de la carretera gritándote “Allez, allez! C’est fini! Bon travail, mon frère!“.
Plegando el tiempo y el espacio, en el éxtasis para ver el futuro y escoger la trayectoria ideal y administrar las nunca suficientes fuerzas. Viendo el futuro y también el pasado, como un mutante que no existe más allá de su máquina con dos ruedas.
Atrás, más allá…
En la lucha por conquistar las cumbres en bicicleta, el llano solo es preludio de muchas rampas cortas, largas o interminables. Y es dejar atrás el Santuario y con cada pedalada ser las piernas conscientes – a nivel celular – de que están en una batalla por no llegar exprimidas a La Huesera. Ya en la cuesta imposible y deseada, solo retorcerse por su espina dorsal mientras el pensamiento casi se detiene, las sienes palpitan y los pulmones gritan. No hay más compañero que el sol de la mañana y levantar los ojos de la carretera y mirar hacia arriba es como una súplica desesperada.
Movimiento continuo de las piernas arriba y abajo. Movimiento circular de ruedas y platos y coronas. Movimiento hacia adelante, siempre adelante, de la bicicleta y mi cuerpo, pasajero, piloto y motor muy móvil. Movimiento de pensamientos que manan, fluyen, rebosan y se esparcen sobre el asfalto como cápsulas de la especia que buscamos, sin desmayo como Hillary, por las altas cimas.
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