Por Enrique Pardo
El doblaje en México ciertamente es uno de los mejores del mundo. Recurrente sobre todo en televisión, y en el cine, por supuesto. El área más destacada en la pantalla grande, sin duda alguna, es en el campo de la animación. En ocasiones -y es un argumento discutible-, resulta hasta más interesante que el original.
Sin embargo, fuera de la animación, siempre resultará molesto asistir a las salas, o ver por televisión, un film doblado al español en el que se vislumbran algunos de los siguientes males: la personalidad de un actor se transforma y se vuelve irreconocible. Recién vi en TV una escena de Golpes del Destino (2004, Million Dollar Baby de Clint Eastwood), donde la aguardentosa y pausada voz del propio Eastwood era sustituida por la de un actor de menor edad y con un timbre grueso, digno de un comercial de Saul Lizaso en sus mejores épocas anunciando vinos (Irónicamente al mismo Lizaso le doblaban la voz!). Otro de los males es que la intención del histrión original pierde fuerza, sentido, su actuación cambia y no necesariamente para bien.
Existe también lo que describiría como "la marca personal", es decir, el mismo actor de doblaje interpreta al actor de cine en todas sus caracterizaciones. Esto puede derivar en casos donde la voz en castellano, se identifica más que la original. Ejemplo de ello fue Bruce Willis en la serie de TV Luz de Luna (1985), programa donde salto a la fama para luego incursionar en cine. Al escucharlo en uno de sus primeros éxitos taquilleros en los años ochenta, Duro de Matar (1988, de John McTiernan), su propia voz parecía "cambiada", y en un principio extraña. Esto sucede sobre todo en España, donde el doblaje en las salas de cine -bastante malo por cierto- , es el pan de cada día. Seguramente el público español reconoce más la voz del actor Joan Pera que la de Woody Allen, a quien ha personificado en cada una de las cintas donde el afamado director Neoyorkino ha aparecido en las últimas dos décadas.
Todo lo anterior nos lleva a puntualizar la siguiente conclusión: Aunque el doblaje es toda una industria y un mal necesario, simplemente prefiero escuchar la voz original. ¿O será acaso mejor escuchar en otra voz el elegante acento británico de Anthony Hopkins, la clase de Emma Thompson, el inigualable griterío de Al Pacino, la seductora voz de Sean Connery o el grueso timbre que tanto carisma le da a George Clooney?
Ciertamente no, pero el resultado en pantalla es desastroso y un verdadero atentado a la obra fílmica en sí.