Habían una vez un pobre hombre y un dios menor que se empeñaba en escribir Dios con minúsculas y no sólo y simplemente por llevar la contraria sino porque consideraba lógicamente que un dios inexistente no merecía tamaño homenaje. Homenaje, homenaje, he aquí la tan famosa palabra.Era una cosa así como la fábula de David y Goliat, el pobre hombre, claro, era yo y el Goliat, o sea el bicho enorme era él, el dios menor, SacoBaco.Y resulta que el dios menor, o sea, Goliat, o sea, SacoBaco comprobó, de pronto, que aquella mierda de vieja criatura se había empeñado en molestar a sus mejores discípulos, ni más ni manos que a su dios canario y a la no menos divina Luna menguante, de modo que no tuvo más remedio que excomulgar al viejo disidente.Pero él, SacoBaco, como un dios capaz de condenar al otro Dios, no podía realizar una excomunión simple, corriente, ésa de decirle a su grey, “eh, muchachos, a partir de ahora, a este jodido réprobo, ni mirarle a la cara, que se joda y se vaya a molestar a otro sitio”, tenía que distinguirse de alguna manera de ese Dios tan inútil que nos ha llevado a este desastre, de modo que intentó encontrar una pena de la que no se tuviera noticia y, como es un dios menor pero muy inteligente, la halló: al jodido viejo disidente había que imponerle la mayor de las penas, una de la que ni siquiera se tuviera memoria, se le haría “el innombrable”, menudo castigo, ríanse todos ustedes de la expulsión del Paraíso, pero qué fruslería, Adán y Eva se fueron del Edén pero lo hicieron para comer de todo lo que se les antojara y para fornicar a mansalva, no era, como se ve, una condena tan terrible aunque estuviera completamente inmotivada. Pero lo del viejo réprobo tenía que ser mucho peor, en realidad debería de ser insuperable,"ya está", dijo SacoBaco, "¿qué es lo peor que puede sucederle al hombre?, ni condenas al infierno, ni la cárcel, ni leches, lo peor que puede sucederle al hombre es no ser, no existir, no ya sólo desaparecer de la faz de la Tierra sino que no reste en la misma siquiera ni su nombre, o sea, que desaparezca de él todo, incluso su maldito nombre". Y fue el cochino dios pequeño y lo hizo.Y, aquí, me tienen a mí totalmente jodido de tal modo que, ayer, escribo un post terrible, en el que pongo a parir a los 2 actuales mejores escribas de aquel chat y no sale de allí ni una sola palabra en su defensa porque no se puede defender a nadie de un ataque de un tipo que ni siquiera existe. Es perfecto, ¿no?Claro que lo es, sobre todo, para mí, porque ahora yo soy un especie de hombre invisible, puedo hacer todo lo que quiero y nadie puede hacer nada contra mí porque no existo. Repito, perfecto.De modo que procede, creo, volver a plantearse la situación:A) el temor a dios: al Dios cristiano apenas si se le teme, si es que se lo hace, por ahí andan sus seguidores, engañando definitivamente a la gente con máximas absurdas como la de no ponerse el condón para evitar el sida, y un pecado semejante no sólo es admitido sino incluso alabado;B) pero al dios báquico, el temor es insuperable de tal modo que nadie se atreve a infringir sus leyes porque los pocos que lo han hecho no es que hayan sido expulsados del paraíso sáquico sino que han desaparecido no ya de la circulación sino incluso de las crónicas, o sea que no es sólo ya que no existan sino que su memoria ha sido borrada de los libros virtuales;C) porque ésta es la inexorable dureza del dios báquico, su maldición va mucho más allá no ya de la proscripción del interfecto al que se le condena a la innombrabilidad o sea no sólo a la muerte física y moral sino incluso a aquélla que lo elimina de la memoria de los hombres de tal modo que no sólo ya no existirá virtualmente sino que de su existencia no quedará siquiera ese leve recuerdo que constituye el nombre, o sea que su muerte será total, de manera que ríanse ustedes del infierno de los otros dioses.Y, luego, está la cuestión del poder:¿Qué es lo que puede hacer realmente el Dios de los cristianos?Según este dios sustitutivo, SacoBaco, absolutamente nada ¿por qué? Porque éste dios que se titula menor ha hecho con él casi lo mismo que conmigo: si bien ha negado continuamente su existencia real no ha querido borrarlo del censo de los nombres históricos de modo que no sólo no prohíbe que se le nombre sino que, por el contrario, él, SacoBaco, lo hace continuamente, o sea, que yo, para este genial demiurgo, debo de ser un ente mucho más peligroso que Dios puesto que me persigue más allá de todo límite y, a lo mejor, tiene toda la razón, porque el Dios cristiano nunca le devuelve sus continuos golpes, todo lo contrario, lo ignora de tal modo que ni una sola de sus autoridades representativas nunca ha mencionado a SacoBaco, en cambio, yo, aquí lo tienen, no hago más que combatir su esencia, seguramente por resentimiento y es que el sentir duele mucho más que el pensar, seguramente por aquello que decía el viejo filósofo, “primum vivere, deinde filosofare”, primero vivir y luego pensar. Pero queríamos escribir de uno de nuestros temas favoritos, casi único, el puñetero poder e insinuábamos que SacoBaco es mucho más poderoso que Dios o, a lo peor, mucho más malevolente porque al famoso Dios cristiano toda la fuerza se le va por la boca, se pasa todo el tiempo maldiciendo, echando a los mercaderes del templo, e incluso excomulgando a algunos que se han atrevido a decir lo que él no quiere que se diga, pero SacoBaco ha ido mucho más lejos.Cuando el Dios cristiano maldice o excomulga no hace sino una poderosa afirmación de la enorme personalidad del maldito o excomulgado, le da tanta importancia como ser existente que se toma la molestia de incluirlo en el famoso "Índice", o libro de los malnombrados, pero ¿qué es lo que ha hecho y hace SacoBaco conmigo, eh? No me incluye en ningún índice de réprobos prohibidos sino que va mucho más allá, hasta un límite que nadie hasta ahora había intentado traspasar: ordena borrar la memoria de mi nombre, yo, que soy ya tan viejo, que he leído tanto, nunca, nunca, nunca, tuve noticia de algo semejante, hacerle a uno innombrable es mucho más que la suprema crueldad puesto que, creo, que ya no se puede hacer nada más para castigar a un hombre: en ese mundo sáquico, no tan virtual como algunos pretenden, ese dios menor, que lo domina hasta lo inimaginable, me ha castigado de tal modo que nadie puede siquiera no ya nombrarme sino recordarme, o sea que me ha privado incluso de mi derecho a la memoria, repito, no se puede ir más allá en la proscripción de nadie, por eso yo afirmo, todo lo rotundamente que lo pueda hacer, que el dios menor SacoBaco es el mayor de los dioses porque ha hecho lo que ningún otro nunca se atrevió a hacer, borrar de la memoria de los hombres el nombre de uno de ellos; ah, querido Saramago, creo que a tu libro, a partir de ahora, le faltará mi nombre.