La agenda presidencial de Donald Trump no ha cesado de afrontar desafíos desde que asumiera el cargo en enero pasado. En estos meses se han sucedido las reformas, las órdenes ejecutivas y las iniciativas en todos los ámbitos: justicia, economía, defensa, seguridad fronteriza, defensa de la vida, comercio internacional, inmigración, etc.
Sin embargo, nos quedan por delante dos de las reformas más importantes, que están en distintas fases de trámite para su aprobación definitiva: la reforma tributaria y la reforma sanitaria. Los votantes estadounidenses anhelamos que ambas se aprueben lo antes posible. Algunas de las elecciones locales y estatales que se han celebrado hasta ahora, han aupado al poder a candidatos en la línea ideológica de Trump, como los republicanos Karen Handel y Ralph Norman, y en las elecciones de Montana y Kansas. Otros candidatos del movimiento Trump apuntan a próximas victorias. Esto lanza un mensaje inequívoco: los ciudadanos desean estas reformas y no una guerra eterna en el Congreso que paralice ambas por facciones incapaces de llegar a acuerdos en ambos partidos. Como ha sucedido una vez más con la reciente TrumpCare, que deberá esperar a que sea revocado el Obamacare y sustituido.
El pueblo americano apoya la agenda de creación de empleo del Presidente Trump, que ya está dando resultados óptimos (más de 800.000 empleos nuevos desde principios de 2017), y presiona para que la reforma tributaria y sanitaria vean la luz pronto. De ser esto así, el efecto en la creación de empleo será mucho mayor. De ahí que Trump trabaje intensamente para sacar adelante estas dos reformas vitales en la agenda de su Administración. Como buen conocedor del sentir de la gente en sus viajes por todo el país, Trump quiere desatascar el embotellamiento que hay en el Congreso y que frustra las esperanzas de los votantes. Los impedimentos a las reformas sólo benefician a unos medios progresistas que desean ver descarrilar la presidencia de Trump y a los lobbies con oscuros intereses en el Partido Demócrata y en ciertos sectores.
Las reformas tributaria y sanitaria permitirían beneficiar a 85 millones de personas que dependen de las pequeñas empresas. Ciudadanos corrientes que pagan impuestos y que sacan adelante el país con su duro trabajo diario. El Presidente Trump es hoy el gran defensor de esta capa social, por la que batalla cada día contra un establishment que emponzoña Washington y limita nuestra capacidad de crecimiento económico y de progreso. Por eso, el rally electoral previsto por Trump el 25 de julio en Youngstown, Ohio, cobra relevancia. Una vez más, el Presidente dará voz al pueblo estadounidense que clama por estas reformas. Ese mismo pueblo que los medios intentan silenciar.
Las victorias de Trump y de los candidatos republicanos frente a candidatos demócratas bien financiados con donaciones millonarias, demuestra el deseo enorme de los estadounidenses para que este capital político se utilice para aprobar las reformas legislativas que ayudarán a las pequeñas empresas a crear empleos, aumentar los salarios y ampliar sus negocios. En suma, a crear riqueza para el país y para las familias.
La nueva política de Trump apuesta por ayudar a la gente con reformas reales frente a la vieja política que mira ante todo sus propios intereses. Durante estos meses, los hábiles movimientos negociadores de Trump están encaminados a que los legisladores aprueben la legislación de la reforma tributaria, que permitirá estimular la creación de empleos de pequeñas empresas y dar así a los contribuyentes estadounidenses un impulso económico fundamental. Si logramos aprobar esta reforma, estaremos más cerca de hacer realidad el lema de campaña: Hacer América Grande Otra Vez. Que es un concepto que tiene que implica ofrecer oportunidades a la gente de forma activa, en vez de una limosna gubernamental que ate votos cautivos, como le gusta hacer al Partido Demócrata.
Las encuestas realizadas por organizaciones empresariales, como Job Creators Network, reflejan la preocupación de las pequeñas empresas por los impuestos como uno de los temas dominantes. No se trata de que el Presidente Trump esté empeñado en una campaña personal, sino que recoge el espíritu de buena parte de los ciudadanos de Estados Unidos, que desean ver una rebaja sustancial de impuestos. Frente al establishment que quiere seguir metiendo la mano en el bolsillo del ciudadano para pagar despropósitos y seguir despilfarrando, Trump y su Administración buscan reducir la carga impositiva para favorecer que haya más negocios, más crecimiento económico y más empleo.
El bloqueo y la obstrucción que ejercen los demócratas, y algunos republicanos, para que las reformas tributaria y sanitaria no salgan adelante, sólo empeorarán el panorama nacional. Los estadounidenses estamos pidiendo y exigiendo estas reformas que necesitamos con urgencia. El Presidente Trump ha escuchado esta demanda de los votantes y son objetivos irrenunciables de esta presidencia. La reforma regulatoria ya es una realidad, de la mano de las órdenes ejecutivas firmadas en varios ámbitos, como el energético y el bancario, entre otros, y marca el punto de partida para lo que deben ser otros dos importantes éxitos para Estados Unidos: la reforma tributaria y la reforma sanitaria de Trump, que acabará con los impuestos injustos y el Obamacre, cuya triste herencia debemos liquidar cuanto antes.
Vivimos la época más apasionante de reformas en Estados Unidos desde Ronald Reagan. Y no la protagonizan ni los demócratas ni el establishment republicano. La lidera el Presidente Trump, el único con valor y habilidad para llevarlas a cabo con éxito.