Su padre se llamó Bernardo Cofino, apodado "Calafato", y era comerciante. Su madre, Mascalda Roman, fue una mujer devotísima y algo exagerada, que vivía una vida de penitencia y ayuno extremos, influenciada por el franciscanismo reformador del momento. Especialmente influyeron en ella las predicaciones del Beato Mateo de Agrigento (7 de septiembre y 7 de enero) en Messina, y que la llevaron a ser terciaria franciscana. El padre, entretanto, estaba en la guerra, así que cuando regresó a casa luego de tres años, puso algo de orden en aquello, pues ni sus hijos pequeños escapaban del rigor no apto para infantes. Una de las obsesiones de la madre era tener una hija que fuera tan santa como la Santísima Virgen, así que solo por esa razón volvió a unirse a su esposo en relaciones sexuales, de las cuales concibió. Estando embarazada estalló una epidemia en Messina, por lo cual la familia se retiró a una granja que poseían en el campo, y allí, en el establo, nació nuestra santa, el 25 de marzo de 1434, siendo llamada Esmeralda.
La niña creció bajo el ideal eremítico de su madre, piedad, oración, sacrificios, caridad constantes. Quiso aprender a leer y escribir, pero sus hermanos se lo prohibieron, así que se las agenció para aprender por sí misma. Esto nos dice bastante de su carácter y fuerza de voluntad. A los 11 años la prometieron con un comerciante viudo que pasaba los 30 años. La boda se planeó para cuando el hombre regresara de un viaje de negocios, pero nunca se realizó, pues el prometido murió una semana apenas después del regreso. La familia volvió a arreglarle matrimonios, pero ella los fue rechazando uno tras otro, insistiendo en que su vocación era la vida monástica. Su padre se oponía tenazmente a aquello, pues consideraba que todo era producto de la educación “beata” que su madre le había dado. Mucha guerra le hizo hasta su muerte, en 1448.
Entonces la joven, ya libre, entró en el monasterio de las clarisas de Santa María, en Messina, tomando el nombre de Eustoquia. Su noviciado fue muy fervoroso, aprendió técnicas de meditación, ordenó sus penitencias, leyó mucho más y templó su carácter por la obediencia. En 1462, ya profesa, comenzó a explorar la forma de vivir el carisma franciscano más austeramente que en su monasterio. Flos Milloso, su abadesa, era una mujer influyente que permanecía demasiado atenta a asuntos temporales, de negocios y diplomáticos, lo cual le había alejado del espíritu de recolección. Por esto Eustoquia, con el permiso expreso del papa Calixto III, junto a otras religiosas, su hermana y una sobrina se estableció en un viejo hospital, para vivir la regla primitiva de Santa Clara (11 de agosto y 23 de septiembre, invención de las reliquias). En 1464 se trasladaron a una casa de unas Terciarias Franciscanas, dando inicio al monasterio de Montevergine, siendo Eustoquia la elegida como abadesa. Allí se le unió su madre, que murió como una santa religiosa.
Eustoquia fue devotísima de la Eucaristía, la Pasión del Señor y la Santisima Virgen María. Vivió humildemente el carisma franciscano de pobreza y la alegría fraternas. Era la primera en cumplir la Regla, por ello podía exigir a las demás que la cumpliera. Fue muy penitente, pero siempre propicia a eximir a las demás de cualquier dolor, aunque tuviera ella que asumir la penitencia de la hermana. Inculcó a las monjas el hábito de leer y meditar diariamente, cosa extraña en aquellos días para las mujeres, incluso las monjas, quienes a veces ni sabían leer, y rezaban de memoria.
Cuerpo incorrupto
de S. Eustoquia.
Fuente:
-"Año cristiano". Enero. BAC. Madrid, 2002.
A 20 de enero además se celebra a
Beato Ángelo Paoli, presbítero carmelita.
San Fechin de Fore, abad.
San Sebastián, mártir.