Revista Política
¿Qué son las diputaciones? ¿Qué son las naciones? ¿Qué son las Comunidades Autónomas? ¿Qué son las comarcas? Los límites establecidos en el ámbito político pretenden, en no pocas ocasiones, volverse pétreos cuales montañas. Si un linde separa dos provincias, allí nace un político “Himalaya”, si una ciudad es capital autonómica da igual que esté más o menos cerca del resto de su provincia, lo que importa es la norma jurídica. Las fisonomías de los territorios se ven más desde la ventanilla del coche que a través de un mapa de provincias. De ello puede percatarse uno haciendo diferentes recorridos, de los cuales yo les recomendaré un par. Durante el pasado verano quise enseñar algunas de las mejores atracciones turísticas de la zona "celtíbera" a mi chica. Fuimos a Molina de Aragón y al Barranco de la Hoz (Guadalajara), pasando por los pueblos de Milmarcos y parte, minúscula, de la provincia de Zaragoza, para llegar a Santa María de Huerta y su monasterio (Soria). Me chocó mucho que ella no pudiera imaginarse que durante aquel corto trayecto habíamos pasado por tres provincias y tres autonomías. Un segundo trayecto lo hice recientemente con mis primos. Desde Madrid, saliendo de Alcalá de Henares fuimos hacia la estación de Guadalajara-Yebes, pasando por parte del corredor del Henares. En aquel momento no tenía a mi chica al lado, y fui yo mismo quien reflexionó sobre lo “gilipollesco” que es la existencia de dos comunidades, en lo terreno, y ¡tres diócesis en lo sagrado! Las provincias son abstracciones políticas, lo mismo que las autonomías o los propios Estados. Dejan de tener sentido cuando se configuran más como “límites” que como “marcos”. Obviamente los independentismos nacionalistas se nutren de esa gran verdad, queriendo dibujar epopeyas en el mapa, que no tienen sentido en lo social o económico. El tema “provinciano”, sin ningún tipo de matiz peyorativo, no defiende tanto historias o lenguas comunes como una mejor representación de la realidad social, económica, y hasta cierto punto, geo-biológica. Recientemente, cual ave fénix, a vuelto a oírse el término “Celtiberia”. De entre las cenizas de esta “región histórica” (no me acabo de sentir a gusto con la expresión) surge el proyecto “Paisajes de la Celtiberia” (TERRITORIO IBERKELTIA), proyecto de Cooperación Interterritorial financiado a través de la iniciativa europea LEADER+. La inclusión de las comarcas de Molina de Aragón (y su Señorío), algunos pueblos del área de Sigüenza (Anguita), tierras de Medinaceli, Daroca, Calatayud... no deja de ser de lo más ilustrativo y pertinente. Esta iniciativa cultural, a mi ver, deja en evidencia lo conveniente que sería crear una “autonomía” que, como mínimo, incluyera a estas tierras. El motivo es obvio: todos estos territorios han sufrido la despoblación y la represión económica (con pocas excepciones). Una “división territorial” podría facilitar la gestión de estas comarcas, evitando, por ejemplo, que los vecinos del Alto Jalón “soriano” no puedan ir al hospital de Calatayud o los de Molina de Aragón al de Teruel. Y es que, ciertamente, si por algo se ha caracterizado el reciente debate sobre el “Estatut” de autonomía catalán es por haber dejado en evidencia que España requiere cambios substanciales y contundentes. Debe dejarse a un lado la eventual comparación que pudiera hacerse entre regiones, a primera vista con igual rango jurídico, y centrarse, con algo de neutralidad, en las necesidades de las personas que viven en los territorios, obviando, a poder ser, los criterios de historia remota y metafísicas nacionales. Así, es difícil sostener la viabilidad de una Comunidad Autónoma de La Rioja, o de una Murcia uniprovincial, por poner dos claros ejemplos. Sin ánimo de ser De Burgos, quien no hizo una división precisamente infalible, quisiera exponer mi idea de división territorial, y compartir con todos ustedes eventuales argumentos para el debate. En circunstancias como las actuales, con una Crisis económica de la que aún no sabemos cuándo, ni cómo, podremos salir, es evidente la necesidad de “racionalizar el gasto”. El modelo de diecisiete autonomías actual está caduco. Es evidente que Cataluña tiene motivos, y razones de peso, para opinar que su identidad económico-social (que no nacional, o "nacionalista") no es equiparable a otras autonomías. Los próximos años serán vitales para la reestructuración del país, no porque desde aquí se quiera emular a Nostradamus, sino porque la necesidad está bien vigente, y es del todo inexcusable. Así, por ejemplo, junto a la región de “Celtiberia”, yo sería partidario de unir a Galicia, León y Asturias en una sola autonomía, lo mismo que Cantabria, Burgos, Rioja y Soria (capital). Un caso curioso es el aragonés. Si hacemos caso de criterios históricos, está claro que Aragón está “bien representada” en su actual organización, pero las necesidades de la población, y los desequilibrios territoriales, nos afirman todo lo contrario. Particularmente, creo que la Aragón de Calatayud y Daroca dista, y mucho, de la Aragón pirenáica. Algo así ocurre con algunas provincias de esa gran comunidad hecha a partir de retales: Castilla-la Mancha (Albacete bien pudiera ir con Murcia, y Ciudad Real con Extremadura, yendo Guadalajara capital con Madrid, lo mismo que Toledo). Obviamente, los entes debieran reducirse, quedando menos Autonomías, más descentralizadas, y con una representación mayor de sus necesidades. Las grandes ciudades debieran ser “cuasi-autónomas” con su propia entidad de gestión metropolitana con capacidad normativa en los ámbitos cotidianos, pudiendo darse esta solución para Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Elche-Alicante-Murcia, Gijón-Avilés-Oviedo, bahía de Cádiz, Málaga, Bilbao o Valladolid. Se mire por donde se mire, la gente cambia, y su organización territorial también. Podremos ponernos de acuerdo en varias cosas, en otras no (yo suprimiría el concierto vasco-navarro), pero es evidente que España requiere cambios, y que la duplicidad de administraciones es un cáncer para la situación actual (lo mismo que los excesos nacionalistas (ataque al bilingüismo) y los intentos centrípetos, véase la desmesurada deuda de la ciudad de Madrid, o las obras olímpicas injustificadas...). ¿No es el momento de opinar sin influencias externas? ¿No es el momento de reflexionar y de "romper" con los corruptos políticos que medran en lo metafísico y sin sentido? Aquí están algunas de "mis tesis", ¿qué opinan? * Imágenes:1) Vista de Molina de Aragón2) Ermita de Nuestra Señora de la Lastra (Anguita).Ambas fotos son del autor.