Revista Opinión

Refugiados

Publicado el 14 septiembre 2015 por Jorbatmon

A ver, vamos a hacer una pequeña simulación social.
Un día te encuentras tranquilamente en tu casa cuando llaman a la puerta. Es la hora de cenar, por lo que no esperas visita alguna.
Abres y te encuentras con tu mejor amig@ que lo es desde la infancia.
Tu amig@ viene con un par de bolsas grandes y tiene cara de haber llorado. Le haces pasar, mientras le preguntas qué le pasa.
Te cuenta que ha roto con su pareja y ha tenido que salir de casa, casi con lo puesto.
Recuerdas que fuiste a su boda y te sorprende la ruptura.
Le invitas a cenar y, en la cena, te cuenta su pena entre lágrimas. Hablas con tu pareja y acordáis que pase la noche en casa. Le dejáis la cama donde duerme vuestro hijo o hija.
Bien, al día siguiente tenéis que ir a trabajar y el hijo al cole, pero vuestr@ amig@ te pide un poco de tiempo.
Le dejas que se quede y os vais a trabajar.
Cuando volvéis sigue, obviamente, ahí. Tratas de animarlea os echáis unas risas…
Al principio todo va bien.
Al cabo de una semana notas que tu hij@ se enfada por no poder dormir en su cama, tu pareja te ha llamado la atención sobre varias actitudes del invitado (no friega ni lava, no compra comida para todos, se pone la televisión  sin preguntar…), incluso tú estás empezando a cansarte de llevarle a tu trabajo, para evitar que se quede sólo en casa, y tus compañeros y jefe andan moscas.
Le haces todo tipo de insinuaciones para que se vaya, sutilmente.
Ya no te parece buena idea que tu amig@ del alma acampe en tu casa, huyendo de su guerra con su pareja.
Finalmente, tu amig@ se va.

Y ahora la vida real.
A Europa están entrando miles de refugiados sirios y nadie quiere ser el país señalado como “el mal amigo”, pese que a todos incomoda el tener que acogerlos.
Y se levantan muros altos con espinosas y vergonzosas alambradas, que recuerdan a aquel infausto Holocausto del que el hombre debería haber aprendido.
Fuera máscaras: necesitamos inmigrantes.
España envejece más rápidamente de lo que se renueva su población, cada vez los mayores tienen una mayor esperanza de vida y la economía no permite baby booms como en los años ochenta.
El sistema de la Seguridad Social cada vez es más frágil e insostenible. Hacen falta trabajadores, gente que cotice y mantenga el sistema.
Así que bienvenidos, inmigrantes.
Pero ojo: no venís a invadirnos, ni a imponer vuestra cultura, religión, idioma ni costumbres. No vamos a manteneros mientras os aprovecháis del sistema y de nuestra caridad.
Deberéis buscar vuestro hueco, buscar un trabajo, pagar los impuestos, llevar vuestros hijos a los coles que se os asignen y respetar nuestra educación, nuestras normas, nuestra religión.
Yo os daría un año de carencia. Pasado ese tiempo, si no queréis formar parte del sistema, podéis iros por donde vinísteis.
Sois amigos, pero no colméis nuestra paciencia.

 

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