En los medios de prensa se ha confirmado, esta mañana, que ya fueron 4.500 los permisos de residencia emitidos, a favor de los ucranianos que han ido llegando a nuestro país.
De estos, 51 refugiados de los que la mitad son menores, eligieron la localidad en la que ejerzo, en la comunidad de Madrid, un pueblo que, al no alcanzar los 20.000 habitantes, se erige en claro líder de un teórico reparto, a escala nacional...
Y esto, teniendo en cuenta que, a tenor de los resultados de una macroencuesta que en estos días publica Sigma2, los españoles son los ciudadanos de Europa más movilizados en contra del ataque ruso contra Ucrania. Y no sólo lo manifiestan en una repulsa casi total (85,8%), sino también en el amplísimo respaldo que suscita la acogida por el país de los refugiados que huyen de la violencia, así como el apoyo que se da a las represalias económicas emprendidas contra Rusia y sus oligarcas.
Se esperan otros, hasta completar los 101, si no más, en los próximos días: todos ellos fueron expulsados de su país por lo que a todas luces y durante muchos años, vino siendo su hermano mayor, algo que no debe costar comprender, a quienes integramos una sociedad en permanente lucha contra injusticias como el bullying o la violencia intrafamiliar, que, al igual que la invasión de Ucrania, también suponen el abuso, por parte de un allegado más potente, aunque a una escala infinitamente más reducida...
Ayer recibí a la primera paciente: tan sólo venía a buscar su medicación, por acabársele en los próximos días.
Y puede que hoy me rebose un tanto la lírica, porque pensé que en esta caja se resume la identidad de un país, Ucrania, que a un lado del envoltorio se expresa en ucraniano, utilizando una variante del cirílico; recurriendo al alfabeto occidental, en el reverso.
Vaya desde aquí nuestro apoyo y cuenten con cuanto esté en nuestra mano, para mitigar el sufrimiento de este pueblo...