Revista Salud y Bienestar

Refugiados y migrantes

Por Pedsocial @Pedsocial
Refugees

2015 Sirios en Hungría. Sólo cambia el color

The republican exodus

1939 Republicanos españoles en Barcarés

Las leyes de acogida y asistencia que los países aplican establecen diferencias entre quienes se acercan a sus fronteras desde el exterior. Turistas e inversores serán habitualmente bienvenidos, pero emigrantes o refugiados ya no tanto.
Inmigrantes somos todos argumentábamos hace unos años quizá cuando el pico de llegada de nuevos inmigrantes a este país. Luego la crisis económica ha cambiado algunas cosas pero una buena parte se han quedado e integrado. Ya “son de aquí”, menos para algún energúmeno del Partido Popular como el anterior alcalde de Badalona y algunos otros recalcitrantes.

De las migraciones se ha escrito mucho. Nosotros mismos en la primera década del siglo y dentro del ámbito de migraciones y salud hemos contribuido con algunos trabajos de investigación y varias publicaciones. La linea argumental aparece resumida en la entrada del blog enlazada más arriba en el sentido de que las migraciones son la parte de la historia de la humanidad más constante, probablemente incarnada en el ADN primitivo que promovía el nomadismo. Quizá la característica más “humana” de los homínidos fuese su tendencia a viajar, a cambiar de asentamiento según sus necesidades. Los otros simios son más territoriales y viajando se aprende. La teoría paleontológica del “out of Africa” sostiene que los homínidos más modernos y especialmente el sapiens, son originarios del este africano y que migraron hacia el norte, a través del Sinaí, hacia Eurasia.

Las religiones del libro consagran las migraciones (Exodus) y los viajes (Hejira). La historia de la Europa medieval es una sucesión de migraciones desde oriente. Los europeos ocuparon América, casi siempre en busca de algo mejor, aunque a menudo huyendo de algo peor, insoportable. La Guerra civil española llevó medio millón de republicanos a Francia. Mediado el siglo XX hasta 60 millones de personas se desplazaron o los desplazaron los horrores de la guerra.

Refugiados y emigrantes no se van de donde vienen: les empujan. Les empuja la miseria, la inseguridad, el hambre, la desesperanza, el miedo y la muerte, aunque luego lo vuelvan a encontrar por el largo camino hasta encontrar sosiego y acogida en otros lugares. Por eso la diferenciación entre emigrantes y refugiados, al menos en el momento actual, me parece más bien retórica. Cierto es que las legislaciones de los países occidentales están llenas de argumentaciones  y que el derecho internacional público contempla las situaciones de forma diferenciada. Así lo hace la ONU también. Pero las razones suelen ser meramente instrumentales. Por ejemplo suponen que los refugiados por una causa concreta, puntual, como un conflicto bélico, cuando este concluya es posible que quieran regresar a sus lugares de origen. Pero todo el mundo entiende que lo más común es que a la conclusión de una guerra suele quedar muy poco a lo que regresar.

El caso es que la estúpida idea de que todo el mundo debe quedarse en su casa y no molestar, parte de la concepción de un mundo fraccionado por fronteras físicas o sociales. Y eso, en el siglo XXI ya no va a ser. Los “parias de la tierra” a quienes canta La Internacional ya no aguantan más y las distancias cada vez son más cortas. Pero aunque no lo fuesen: las barcazas de los mares del sudeste asiático, las pateras del estrecho o los flotadores delante de Lampedusa son versiones de lo mismo. Como en su día lo fueron los artilugios flotantes de los “balseros” cubanos. O andando como hacen desde esta mañana los que estaban retenidos en la estación Keleti en Budapest.

Todavía no me he recuperado de la visión de la imagen del niño Aylan que mostramos en el post anterior. Y sigo sin palabras para comentarlo. Pero desde este rincón queremos recordar a nuestros lectores que, cada uno desde el suyo, actúen hacia sus respectivos representantes y gobiernos para que empiecen a comprender  el problema y arbitrar medidas, no sólo para resolver lo inmediato como pueda ser un tren de Budapest a Viena o unos ferris en la isla de Cos, sino para orientar las políticas hacia las causas que, todos sabemos, son del orden mundial y de la responsabilidad social de los que tenemos ante los que no tienen nada.

X. Allué (Editor)


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