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Envuelto en una soledad aparente, camina lento y silencioso en busca de su refugio. En él vive de sus recuerdos, huellas profundas como surcos llenos de vida.
La pérdida en la guerra de sus padres y de tantos amigos. Los nuevos, desconocidos e ilusionantes sentimientos que surgieron al cruzarse con la que sería su compañera en gran parte del viaje de la vida. Momentos inolvidables, como aquella ingenua felicidad el día que se encontró una moneda y pudieron comer; le pareció un tesoro.
Vio florecer el fruto de una vida de siembra. Disfrutó de cada pequeño detalle; una mirada enamorada, una caricia, una dulce palabra. Tanta vida, tan bella e intensa como dura y difícil.
Ahora, solo, en el final de su camino, su mayor tesoro son sus recuerdos. Por fin puede transcurrir en la vida, habiendo zanjado aquellos difíciles momentos. Y en su lento caminar se adivina que está en paz consigo mismo.
Verónica Grau.
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