Revista Opinión

Refundaciones, nuevos actores y posibles alianzas: la derecha política en España

Publicado el 07 abril 2019 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

El final del franquismo

Con la muerte del dictador Francisco Franco en noviembre de 1975, las diferentes corrientes que estructuraban el andamiaje político franquista se pronuncian. Pueden encontrarse dos posturas principales: las involucionistas, que apuestan por una vuelta al franquismo más autárquico de principios de la dictadura, y las aperturistas, que consideran que la vuelta a la dictadura no es viable ni deseable dentro del contexto europeo. Las primeras, encarnadas por partidos como Fuerza Nueva (FN), se decantarán por la dictadura y por una depuración interna de la derecha. Las segundas, representadas por las formaciones Alianza Popular (AP) y Unión de Centro Democrático (UCD), son favorables a las elecciones y se muestran deseosas de abandonar el carácter militarista —había un amplio número de altos cargos del Ejército en el sector inmovilista— y dirigirse a una incipiente clase empresarial que fijaba su vista en la Unión Europea.

Serán los reformistas los que se lleven el gato al agua después de las primeras elecciones generales en 1977, principalmente la UCD de Adolfo Suárez, el primer presidente elegido democráticamente después de la dictadura. Esta situación es vista con gran recelo por la extrema derecha de aquel momento. Si bien pensaba que contaría con el beneplácito de los votantes que simpatizaban con la dictadura, la moderación del electorado español la sorprendió de manera casi sentenciosa.

Refundaciones, nuevos actores y posibles alianzas: la derecha política en España
Aunque el electorado español posfranquista demostró inclinarse por partidos alejados del imaginario político de la dictadura, se puede observar que la cultura democrática aún no estaba del todo asentada. Fuente: CIS (abril 1981)

La vida política de esta extrema derecha se prolongaría, siempre con una ventana abierta a un posible levantamiento militar, que de hecho cristalizaría con el intento del teniente coronel Antonio Tejero en febrero de 1981. Al fin y al cabo, la vía del golpe de Estado era la única que le había funcionado a la extrema derecha para hacerse con el poder en 1923 y en 1936. Sus tentativas se vieron frustradas por figuras como el rey Juan Carlos I, así como por la mayor parte del Ejército, aunque el papel de muchos de ellos fue bastante ambiguo. A partir de aquí, la vida política de la extrema derecha desaparece prácticamente.

Para ampliar: “Historia de un fracaso y de ¿una refundación? De la vieja a la nueva extrema derecha en España (1975-2012)”, J. L. Rodríguez Jiménez, 2012

La derecha que se quedaba era la vinculada a la dictadura en su versión tardía, la de la tecnocracia. Durante la transición democrática, esta derecha fue pragmática: ante la atracción que comienza a sentir por la UE y su miedo al posible aislamiento como dictadura dentro del contexto europeo una vez caen los regímenes de Grecia y Portugal, se decanta por una progresiva democratización del sistema político. Sin embargo, los vínculos con la dictadura son claros. El rey Juan Carlos I, designado directamente por Franco para sucederlo en el cargo, confiará a Adolfo Suárez la tarea de convocar elecciones democráticas después del período dictatorial. La Historia recordará a Suárez, el que fuera director general de Radiodifusión y Televisión durante la dictadura, como una de las figuras claves dentro de los moderados del aparato franquista que darían paso a la Transición.

Manuel Fraga, otro aperturista dentro del franquismo, que ostentaba el cargo de ministro de la Gobernación entre 1975 y 1976, fue el encargado, entre otras cosas, de negociar la legalización del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), después principal fuerza de la oposición. Los cambios realizados por Fraga en torno al aparataje cultural y mediático de la España desarrollista —fue ministro de Información y Turismo en la década de 1960, años del famoso eslogan “Spain is different”— no solo muestran en un análisis posterior su función legitimadora del régimen, sino también su ambición por atraer la inversión extranjera y así evitar el colapso del régimen autárquico. No obstante, aun perteneciendo ambos al panorama predemocrático, Fraga se aleja de la moderación de Suárez: el Ministerio de Información era el que se encargaba de la censura y Fraga carga con parte de la responsabilidad por las muertes de varias víctimas del franquismo.

Para ampliar: “Maniobrar la revuelta: de la Transición española a la estabilización democrática”, Adrián Albiac en El Orden Mundial, 2015

De AP a PP: entre el fracaso y la consolidación

La vida política de AP, el partido fundado por Fraga, es la historia frustrada de un partido atrapalotodo de la derecha. En las primeras elecciones de 1977 y 1979, obtiene un resultado muy pobre —6 y 8%, respectivamente—, visto por el electorado como un partido heredero del franquismo y de escasa legitimidad democrática. Su progresiva depuración de los sectores más reaccionarios, aquellos que no aprobaban la Constitución de 1978, junto a la participación de Fraga en el anteproyecto de la Constitución, le granjearon el beneplácito de los votantes. En su III Congreso Nacional, en diciembre de 1979, Fraga se consolidará como su líder y el partido se redefinirá como “liberal-conservador”, etiqueta que lo seguirá acompañando a lo largo de su trayectoria.

Este distanciamiento de las posturas más reaccionarias dentro del partido se conjuga con el colapso del partido del Gobierno, UCD. Este partido era una verdadera plétora de sensibilidades políticas muy dispares: desde democristianos a socialdemócratas, pasando por liberales. La posibilidad de hacer funcionar este partido como un todo unitario era sumamente complicado. Finalmente, esta falta de cohesión, sumada a la dimisión de Suárez como líder de la formación y presidente del Gobierno, provocó la disolución del partido que había atraído la mayor parte del voto de la derecha y la centroderecha. Parte de sus votos iría a parar a AP en las generales de 1982 y la formación pasa de ser una fuerza marginal a la primera fuerza de la nueva derecha parlamentaria, líder de la oposición como la segunda fuerza política más votada frente al PSOE.

Sin embargo, sus estrategias electorales dejaban mucho que desear y su consolidación estará marcada por el estancamiento en la segunda posición. Las dos mayorías absolutas del PSOE en las elecciones de 1982 y 1986 evidenciaban que sus pronósticos erraban: el electorado español estaba vinculado al centro y la centroizquierda. AP se dirigía a una “mayoría natural”, término acuñado por Fraga para referirse a una supuesta mayoría social de derechas que se decantaría por ellos en unas elecciones, pero nada más lejos de la realidad electoral. Un acusado personalismo asociado a la figura de Fraga puso asimismo en jaque la estabilidad del partido ante la incertidumbre de su futuro como líder de la formación.

Refundaciones, nuevos actores y posibles alianzas: la derecha política en España
El PSOE obtuvo mayoría en casi todas las provincias españolas en las elecciones generales de 1982 y 1986. Fuente: Wikimedia

No será hasta el IX Congreso, celebrado en enero de 1989, cuando el partido se refundará como Partido Popular (PP). Es entonces cuando consigue atraer a un gran número de fuerzas del espectro de la derecha: conservadores, liberales y democristianos. Incluirá también a sectores de la extrema derecha, lo que garantiza su pervivencia política al no tener representación parlamentaria desde la disolución de FN en 1982. La falta de éxito de FN se debió al rechazo que generó en el orden posterior al intento de golpe de Estado y por el carácter paramilitar de la organización, vinculada a sucesos criminales como la Matanza de Atocha de 1977. Es así como se consolida la posición del PP como partido atrapalotodo dentro de la derecha, aunque con apariencia renovada y de centroderecha.

Para ampliar: “Los fracasos políticos y electorales de la derecha española: Alianza Popular 1976-1986”, José Ramón Montero, 1987

Este cambio de rumbo, junto con el nuevo liderazgo de un joven José María Aznar a partir de 1990, trajo las sucesivas victorias electorales a nivel municipal, autonómico y europeo, que serán la antesala a la victoria en las generales de 1996. Aunque por un margen ínfimo, el PSOE, tras 13 años de gobierno y salpicado por la corrupción, pierde una parte importante del centro del electorado y, con ello, la clave para gobernar. La legislatura, marcada por la necesidad de asociarse con los partidos regionalistas de derechas —Convergencia y Unión en Cataluña y el Partido Nacionalista Vasco—, consolidará al PP de cara a las elecciones de 2000. Un crecimiento económico positivo durante estos años y la reducción de una preocupante tasa de paro —del 20% al 11%— le valdrán a Aznar para ganar una inesperada mayoría absoluta

A partir de este momento, el aznarismo empezará a implementar muchas de las políticas de corte neoliberal que castigarán a los españoles con la crisis de 2008, como la Ley del Suelo de 1998 o la reforma laboral de 2001. Sumado al respaldo a Estados Unidos en la guerra de Irak y la falta de rigor al atribuir a la organización terrorista ETA la autoría de los atentados del 11M, el PP sufrirá una derrota en las elecciones de 2004 frente al PSOE. Mariano Rajoy pasa a ser el presidente del partido y candidato a la presidencia y encabezaría la actividad desde la oposición.

Si bien el liderazgo Rajoy fue puesto en duda después de volver a perder las legislativas frente al PSOE en marzo de 2008, en el XVI Congreso de ese año es revalidado como presidente del partido con un equipo y una estrategia nuevos. El periodo que viene a continuación lo marca su distanciamiento de la vía de Aznar y su giro hacia el centro político. El proyecto de Aznar, la casa común para todas las sensibilidades a la derecha del PSOE, se verá reemplazo por un intento por recuperar a un electorado de centro que habían perdido frente a los socialistas. El estallido de la crisis financiera mundial en 2008 brindaba otra oportunidad a Rajoy para atacar al PSOE, cuyo dirigente y presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tuvo que convocar elecciones anticipadas en 2011 ante la debacle económica y social que se le venía encima. El candidato que se presentaría desde el PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, no podía recuperar la confianza de los votantes y el PP obtuvo el mejor resultado de su Historia en unas generales: una mayoría absoluta con el 44,6% de los votos.

Para ampliar: “La derecha española: una aproximación histórica”, Joan Marcet, 2012

La irrupción de Ciudadanos y Vox

El escenario con el que se encuentra Rajoy era nefasto. La inversión en deuda española era vista cada vez con más recelo desde el exterior y la prima de riesgo, que conoció su apogeo mediático durante este período, no paraba de crecer. El dinero que llegaba, principalmente de la UE, se utilizó para rescatar a bancos y cajas de ahorro. Para compensar esta situación, el Gobierno atajó el problema con medidas de corte neoliberal: recortes en gasto público y subidas de impuestos

Refundaciones, nuevos actores y posibles alianzas: la derecha política en España
España es uno de los países europeos más golpeados por la crisis económica mundial.

Como se puede intuir, el hartazgo de la ciudadanía antes de las elecciones generales de 2015 alcanzaba sus cotas más altas. Surge entonces una alternativa de derechas al bipartidismo PSOE-PP, Ciudadanos, el cual iría a capitalizar el centro del electorado que el PP había dejado huérfano tras su gestión de la crisis. Ciudadanos se presentó en 2015 ante toda España —llevaba activo en Cataluña desde 2006— como una alternativa de centro liberal, pero que en su momento simpatizaba hasta con el presidente uruguayo Pepe Mujica. El “cambio sensato” que proponía pasaba por la crítica y el rechazo de la corrupción.

Para ampliar: “El quiebre del sistema de partidos español”, Adrián Albiac en El Orden Mundial, 2015

Al cierre de los colegios electorales el 20 de diciembre de 2015, el PP había perdido alrededor de 3,6 millones de votos y 63 diputados. Ciudadanos, por su parte, se puso en los 40 escaños, una cifra que le permitía negociar tanto con PP como PSOE para formar Gobierno. Pero ambos partidos suponían una línea roja: la corrupción sistémica del PP por un lado y el diálogo del PSOE con los sectores independentistas de Cataluña por el otro. Incapaces de pactar entre ellos, los españoles tuvieron que volver a las urnas en 2016. La situación no cambió demasiado y, con solo una mayoría simple del PP junto al voto favorable de Ciudadanos y la abstención clave del PSOE, Rajoy pudo volver a ser investido presidente. Esta legislatura, no obstante, tuvo una corta vida: ante el avance de los procesos judiciales por todos los casos de corrupción en el PP, un PSOE ligeramente renovado después de sus primarias de 2017 lanza una moción de censura para expulsar a Rajoy del cargo en junio de 2018. Con un resultado favorable, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se convirtió en el actual presidente del Gobierno español.

La moción de censura será la antesala del escenario político en el que se encuentra hoy la derecha española. Por un lado, el PP atraviesa un proceso de primarias después de la dimisión de Rajoy en el XIX Congreso de junio de 2018. El liderazgo del partido lo ocupará el vicesecretario de Comunicación durante su Gobierno, Pablo Casado. Después del período de moderación del PP de Rajoy, Casado representa una vuelta a los valores más conservadores y tradicionalistas del aznarismo.

Por otro lado, el auge de Vox, situado en el espectro ideológico de la extrema derecha, nace de un marcado discurso anti-establishment que ha dado sus frutos en las elecciones autonómicas andaluzas. Su crecimiento viene dado por una apelación directa a la confrontación, no solo contra “los progres” de la izquierda, sino también contra la “derechita cobarde” —PP y Ciudadanos—. Acusa a los dos grandes partidos de la derecha de no actuar con contundencia ante aquellos que “han roto España” —catalanes y vascos—. Además, su discurso anti-establishment y contra la corrupción del PP y el PSOE le permitirá vehicular el clima de crispación instalado en parte de la sociedad española.

Para ampliar: “Vox, en busca de aliados europeos”, Arsenio Cuenca en El Orden Mundial, 2019

Diferencias y semejanzas de la derecha española actual

Si la confrontación entre nacionalismo central y nacionalismos periféricos —País Vasco y Cataluña— ha supuesto para Vox una clara oportunidad, PP y Ciudadanos no se han quedado atrás. Concentraciones como la de Alsasua de noviembre de 2018 o la de Madrid en febrero de 2019 —apoyada por formaciones filofascistas minoritarias, como Falange, España 2000 y Hogar Social Madrid— muestran que el nacionalismo español excluyente es una constante en las tres fuerzas políticas.

Como refuerzo de la identidad nacional, las tres formaciones de derecha recurren a un ensalzamiento de la Historia de España y de su pasado mítico. El uso del pasado colonial español es una constante entre el PP y Ciudadanos, pero hablar de esta etapa como una confluencia de culturas o como “el hito más importante de la humanidad” obviando el expolio de América Latina y el avasallamiento y exterminio de la población indígena está totalmente sesgado y alejado de la realidad. Por su parte, Vox ha centrado su campaña para las elecciones autonómicas de Andalucía elogiando la “Reconquista” —el proceso mediante el cual los reinos cristianos arrebataron a los reinos musulmanes el control territorial que tenían en la Península—, denunciada como una manipulación histórica.

En política de inmigración, la apuesta de la derecha también es parecida. Casado ha dejado declaraciones como que “aquí no hay ablación de clítoris, aquí no se matan los carneros en casa y aquí no hay problema de seguridad ciudadana” en su gira por puntos del sur de España, donde reciben más inmigración y la tensión es mayor. En la misma línea, varios de los principales representantes de Vox viajaron este verano a Andalucía en un esfuerzo por crear un clima de crispación mayor en torno al problema de la inmigración. Su propuesta para solucionarlo puede sonar familiar: la sustitución de las vallas de Ceuta y Melilla por un muro. Por su parte, Ciudadanos lanzó este verano una campaña en la que arremetía contra los vendedores ambulantesmanteros— y denunciaba su actividad ilegal. No obstante, si bien los tres partidos han endurecido su discurso antiinmigración, Ciudadanos utiliza una retórica más moderada.

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El sur de España es una de las puertas de entrada de las migraciones hacia Europa.

En el plano económico, estos tres partidos muestran predilección por los recortes en gasto político y las rebajas fiscales. Lo que los distingue realmente —más en la forma que en el fondo— es a la hora de encarar políticas relacionadas con las derechos de las mujeres y las personas LGTB. Vox es partidario de acabar con las operaciones de reasignación genital y el aborto en el sistema público. Se inclina también por derogar la actual Ley de Violencia de Género y por no reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo. El PP de Casado ha defendido una ley de supuestos para abortar como la de 1985, aunque en un momento posterior se retractara. Su posición ante el avance del feminismo en España es similar a la de Ciudadanos: apuesta por una suerte de “feminismo liberal” que no es ni una cosa ni la otra. Casado no se ha pronunciado recientemente con respecto al matrimonio igualitario, pero sí el líder de Ciudadanos, quien ha intentado distanciarse de sus dos competidores más a la derecha con una actitud más progresista en cuanto a derechos LGTB, actitud no carente de contradicciones y oportunismo que le ha valido la crítica de miembros del colectivo por apoderarse de sus reivindicaciones a modo de pinkwashing.

Los tres partidos solapan sus programas en varios ámbitos, aunque intentan seducir a votantes concretos con medidas específicas. Actualmente gobiernan en coalición en Andalucía y la posibilidad de que se dé el mismo escenario a nivel nacional después de las elecciones generales del 28 de abril de 2019 es muy probable. El proyecto de AP como partido atrapalotodo de la derecha, continuado por el PP de Aznar hasta 2004, se ha desvanecido. No obstante, las diferencias entre las tres mayores fuerzas que componen la derecha española en la actualidad no son irreductibles. Su colaboración en forma de tripartito podría emular de alguna forma la casa común de la derecha que fue el PP de la refundación a partir de 1989.

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Las encuestas muestran la consolidación de un escenario de cinco partidos, tres de ellos en el espectro de la derecha: PP, Ciudadanos y Vox. Fuente: El País

Refundaciones, nuevos actores y posibles alianzas: la derecha política en España fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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