Otro de los regalos que la vida me ha hecho esta Navidad, a través de alguno de los seres que la viven, y que quiero compartir con vosotros en este momento es la comprobación de que no hay una sola manera —la mía, ¿cual iba a ser?— de interpretar las cosas. Esto algunas veces no solo es bueno sino que es excelente.
Lo es cuando los demás no se asustan o se enfadan o se arrugan o se amohínan como haces tú ante las cosas que tú lo haces. No las miran, no las ven o las ven de otra manera y son más felices, más generosos también y más sencillos (no confundir con simples).Magazine
Me sentía yo mal a propósito de un compromiso familiar con el que no cumplí. Estaba seguro de haber quedado fatal. Los familiares afectados no le han dado importancia o han dejado de dársela, lo cual sería incluso hasta más meritorio. Lo que me ha regalado la Navidad este año es la posibilidad de verlos para comprobarlo y restaurar lo que se hubiese estropeado. Reconozco que por mí mismo no hubiese dado ese paso, lo han dado otros y el resultado es que me siento muchísimo mejor.En momentos así me curo de esta sensación maléfica de ser la medida de todas las cosas, el ombligo del mundo, la última coca-cola del desierto… qué descanso, ¿no?Gracias por abrazarme, por escucharme, por alegrarte de verme… por no tener en cuenta lo cazurro, lo rácano, lo ególatra que soy. Por entender lo mucho que me cuesta ser más llano y más compasivo, más generoso, mas humano, más solidario y practicar la empatía como la practicáis vosotros con tanta naturalidad.Gracias a Dios, al espíritu navideño y a vosotros, más que a nada, por dejarme salir de este espacio tan reducido que hay en mi cabeza e invitarme a esa envidiable, alegre, sencilla y contagiosa manera de ver la vida.Por quererme entonces, gracias.
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