Tanto Morsi como Rajoy tienen, para el asombro de algunos, alguna que otra similitud para echarse la mano
ientras su perro corre y juega por el parque del retiro, Antonio – su amo - se pone las gafas de cerca para leer El País en un banco alejado de los ruidos urbanos. Casi todos los días, su amigo Ernesto – lector de ABC – cambia impresiones con él, sobre los titulares más sonoros de la mañana. Hoy, para no ir más lejos, el Golpe de Estado egipcio ha acaparado buena parte de su diálogo matutino. Decía Antonio – rojo donde los haya – que tanto Morsi como Rajoy tienen, para el asombro de algunos, alguna que otra similitud para echarse la mano. Ambos, decía este madrileño del treinta y tres – han sido elegidos democráticamente por el pueblo soberano. Hasta ahí – en palabras de Ernesto – estamos de acuerdo. Tanto Mariano como Mohamed no han respetado el porqué del encargo ciudadano. Ambos líderes fueron elegidos para gobernar para todos ante el descontento social con el gobernante precedente. Tanto Morsi como Rajoy han hecho de la capa un sayo y han barrido para los suyos, sin tener en cuenta que su legitimidad democrática también depende de los otros. Mientras los Hermanos Musulmanes han incumplido sus promesas electorales y han cocinado una Constitución con un 64% de los votos sobre una participación irrisoria del 35% de votantes, el Partido Popular ha aprobado una infinidad de medidas alejadas de su programa electoral. Tanto uno – Morsi – como el otro – Rajoy – no han entendido que el sufragio no es condición suficiente para gobernar en democracia
La intervención del ejército – querido Antonio – ha sido precisamente para construir, de una vez por todas, una democracia ética en Egipto. ¿Qué hacemos si este señor ha engañado a su pueblo? ¿Lo dejamos que siga su curso y gobierne con una Constitución islamizada y con un setenta por ciento de desaprobación social?, ¿es ético que un señor siga gobernando con 17 millones de personas pidiendo su cabeza a la sombra de las pirámides?
Cuando un Golpe de Estado – tal y como ha defendido Obama, la OTAN y las Naciones Unidas – es un medio para alcanzar un fin democrático, no puede, o al menos, no debe ser sancionado por los árbitros del juego. Solamente Turquía – estimado Antonio – ha censurado el Golpe. Lo ha censurado porque sus “Hermanos Musulmanes” han sido destronados de un sillón inmerecido. Por ello, donde tú ves paralelismos con Mohamed y Mariano, yo solo vislumbro una comparación falaz entre dos países antagónicos. Mientras Rajoy fue investido presidente en el seno de una democracia consolidada, Morsi, lo fue tras el derrocamiento de Mubarak, el último faraón que castigó durante cuarenta años a un país sediento de aire.
Tanto Morsi como Rajoy han hecho de la capa un sayo y han barrido para los suyos
Entonces, siguiendo tu argumentación – le contesta Antonio a Ernesto – si en España se juntasen todas las mareas de la indignación ciudadana y una chispa insignificante – como ha sucedido en Brasil – pusiera en las principales plazas del país a 20 millones de ciudadanos, pidiendo la cabeza de Rajoy. ¿Verías con buenos ojos que el ejército tomase el poder y sacase los tanques al asfalto de Madrid, como lo hizo en tiempos de Tejero? Sería esa una ética solución para el futuro democrático de España. ¿Podemos, y lo digo en voz alta, construir las reglas del juego con el testigo, mediante, de uniformes militares?, ¿no existen otros instrumentos legales para que el pueblo soberano diga NO a las estafas electorales? En España existe desde hace casi dos años, un líder que gobierna a su antojo sin respetar, ni un punto, ni una coma de su supuesto “programa electoral”. Un gobernante que prometió moderación y a cambio ha gobernado desde la radicalidad ideológica de sus siglas.
Nuestro Morsi – se refiere a Rajoy – gobierna para los suyos. Manda, sin darse cuenta que cada día que pasa: el silencio de las plazas es el mismo que reinaba en Egipto desde los tiempos gloriosos del derrocamiento de Mubarak.
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