Revista Religión
LEA: Lucas 15:1-10 | Julia había sido criada en un hogar cristiano, pero cuando fue a la universidad, empezó a cuestionar sus creencias y se alejó de Dios. Después de graduarse, viajó a varios países, siempre en busca de felicidad, pero nunca se sentía satisfecha. Tras experimentar algunas dificultades, se dio cuenta de que el Señor estaba buscándola y de que lo necesitaba.
Desde otro país, llamó a sus padres y les dijo: «¡Le entregué mi vida a Cristo y me está cambiando! Lamento toda la angustia que les causé». Sus padres estaban tan emocionados que llamaron a sus hijos y nueras para que fueran a su casa de inmediato. Querían contarle personalmente la emocionante noticia. «¡Julia ha recibido a Cristo como Salvador!», exclamaron gozosos y casi llorando.
La mujer en Lucas 15 encontró la moneda que había perdido, y llamó a sus amigos y vecinos para que se regocijaran con ella (v. 9). Jesús les relató a los religiosos de su época esta historia, y otras sobre una oveja y un hijo también perdidos, para mostrar cómo había venido Él a la Tierra para buscar a los pecadores perdidos. Cuando aceptamos el don de la salvación divina, hay gozo tanto en el cielo como en la Tierra. Jesús declaró: «… hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente» (v. 10). ¡Qué maravilloso es que Jesucristo haya descendido a nosotros para buscarnos y que el cielo se regocije cuando respondemos con fe!
Los ángeles se regocijan cuando nos arrepentimos.
(Nuestro Pan Diario)