Revista Coaching

regreso al futuro

Por Bitacorarh

regreso al futuro“el ser humano es el único animal que tiene la capacidad de pensar sobre el futuro”. Con esta frase, el psicólogo Dan Gilbert apunta una característica de las personas que nos hace realmente especiales y únicas en el reino animal. ¿Sabías que un 12% de nuestros pensamientos diarios son sobre acontecimientos futuros?, o lo que es lo mismo, cada ocho horas de pensamiento incluye una sobre acontecimientos que aún no han sucedido.

El secreto de  este poder oculto, como muchos otros que poseemos, se encuentra en nuestro cerebro, un órgano, que en el caso de los humanos ha crecido hasta el doble de su tamaño original. Este proceso de crecimiento no ha sido proporcional en todas las partes del cerebro, las circunstancias adaptativas de nuestra evolución llevaron a que el lóbulo frontal de los humanos fuese mucho mayor que el del resto de compañeros del reino animal. ¿Y para qué sirve el lóbulo frontal?, pues básicamente su misión es la de planificar, pensar en el futuro y alejarnos de la cárcel que supone el presente, algo de lo que no pueden presumir el resto de seres vivos. Vivir sin planificar consiste en cederle el protagonismo de nuestro destino al presente, y de este modo convertimos en víctimas de las circunstancias.

Durante mucho tiempo se pensó que el lóbulo frontal del cerebro era un añadido que poco aportaba a nuestras capacidades. En 1930, el médico portugués Antonio Egas Moriz, para tratar a sus pacientes que sufrían episodios psicóticos severos, comenzó a utilizar una práctica llamada lobotomía frontal, que consistía en la destrucción química o mecánica de parte del lóbulo frontal. El resultado de esta cirugía era que los pacientes dejaban de tener esos ataques y estaban mucho más calmados. Poco a poco, esta práctica se comenzó a utilizar como tratamiento alternativo para casos de depresión y ansiedad que no respondían a otros tratamientos.

Los pacientes aparentemente mantenían todas sus habilidades, superaban las pruebas de inteligencia sin problema y a simple vista todo seguía igual. Pero lo que realmente eran incapaces de hacer los pacientes a los que se le extirpaba parte de su lóbulo frontal era planificar. Su capacidad para decidir que iban a hacer en las dos horas siguientes era nula.

Los resultados de estas prácticas quirúrgicas mostraron un claro nexo de unión entre la capacidad para planificar y la ansiedad. SIn duda, planificar es algo que hace al ser humano afortunado, ya que tiene la oportunidad de dar una dirección a su vida. Pero la posibilidad de reflexionar sobre lo que no ha sucedido también nos somete al tormento de las expectativas no cumplidas, cuando éstas hacen acto de presencia nuestros niveles de ansiedad activan la alarma de que algo no va bien.

La frustración por no alcanzar el futuro anhelado es la otra cara de la moneda, es el precio a pagar por vislumbrar el porvenir... y todo ello sucede en esta zona exclusiva del cerebro humano.

Vivimos en un mundo de promesas, de sueños, de modelos a seguir, toda una batería de material en base al cual desarrollar nuestras expectativas, nuestros deseos. Tengo la sensación de que el listón cada día lo ponemos un poquito más alto, siempre un poco más lejos de nuestro alcance. Todo ello deja una gran distancia entre la realidad y el futuro soñado. Cuando esto sucede los niveles de ansiedad se incrementan de manera alarmante dando lugar a males tan comunes como la depresión.

La solución de Egas Moriz para tratar estos desordenes es una vía, pero ya sabemos cuales son las consecuencias. Otra vía menos invasiva consiste en trabajar sobre las expectativas, en acercar los sueños a la realidad, en trazar las vías para conseguir que lo que deseamos sea posible, no una quimera en cuyo camino perdamos la salud y bienestar que necesitamos para vivir. 

La verdad es que nos lo ponen muy complicado, porque siempre hay quien se encargue de dibujar esa zanahoria imposible de alcanzar, pero digo yo, ¿no era que el lóbulo frontal es algo que nos diferencia de los animales?, pues actuemos como dueños de nuestras vidas y de nuestras expectativas. Mientras dejemos que otros las definan por nosotros, todo el trabajo que ha hecho la evolución para darnos un lóbulo frontal superdotado no sirve de nada. Si conseguimos manejar en nuestro propio beneficio ese 12% de nuestros pensamientos diarios que dedicamos a imaginar futuro, la batalla será más sencilla.

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