Según el Littré (*), el regulador regula y regulariza. Todo queda dicho en este texto fundador que reúne así el espíritu de las Constituciones de James Anderson, en cualquiera de sus versiones, y los reglamentos generales de las Obediencias, especialmente los decretados en 1773 por el Gran Oriente de Francia o, en 1813, por la Gran Logia, finalmente Unida, de Inglaterra.
¿Por qué un regulador en una Orden apasionada de la libertad y tan preocupada por preservar sus “secretos”?
En primer lugar, para “reconocerse como tales” y permitir la visita, la acogida y la hospitalidad fraternal. Ya que, con la profusión de grados, ritos y prácticas, con la confusión de géneros y, en ocasiones, la venalidad de grados y funciones, no resultaba muy sencillo saber quién era quién. Habría hecho falta desplegar una singular operación de contraespionaje contra los ingleses para, desde finales de 1723, desembarazarse de importunos, curiosos y algunos estafadores,
En segundo lugar, para regular el caos, según lo dicho por Jean Mourgues. Pues no era muy factible, con logias en constante desarrollo, con Obediencias concurrentes, con ceremonias iniciáticas en pleno cambio, entre cientifismo racionalista y obsesivo retorno al espiritualismo, definir un espacio común que hiciera de cada Francmasón (o Francmasona) un Hermano o una Hermana que vivieran una iniciación si no común, al menos similar.
Si las Obediencias se negaban a imprimir los rituales, había individuos que deseaban popularizarlos, aunque sólo fuera para unificar los ritos. Algunos, en el Gran Oriente, decidieron “uniformizarlos”. Toda la dificultad del ejercicio masónico puede resumirse en este matiz que va mucho más allá de la semántica. Unificar una Orden, única por naturaleza pero dividida por temperamento, uniformizar unos ritos que transmiten la tradición, sin dejar de estar vivos.
Se conocían muchos rituales, todos masónicos, pero más o menos ligados a la verdadera historia de la Orden. Lejos de las reescrituras de una mito-historia romancesca, adaptada en función de consideraciones a menudo poco científicas, hacía falta reencontrar los elementos que fundaron la Francmasonería, alrededor de los amigos de Isaac Newton, y de importaciones escocesas, todas rebozadas de préstamos de diversas corrientes que, fusionándose en un momento, permitieron que alquimistas y herméticos, pero también estuardistas y herejes de todas partes, crearan un espacio de fraternidad en un universo arrasado por guerras civiles y querellas religiosas.
Durante largo tiempo, unicamente los enemigos de los Francmasones revelaron los rituales y los modos de reconocimiento: en la prensa popular inglesa, desde abril de 1723; después, a partir de 1737 en Francia, en numerosas obras. En 1760, una autoridad masónica imprime –parece ser que por primera vez- un ritual de los tres primeros grados. Algunas Logias hicieron lo mismo en 1763. En 1772, la Primera Gran Logia de Francia decidió nombrar una comisión que pusiera orden en la profusión de rituales. Haría falta esperar al notable trabajo de Roëttiers de Montaleau para que el conjunto del proceso masónico fuera finalmente descrito y redactado, y después aprobado durante el verano de 1785. Los textos llegarían a las Logias en 1786. Se publica una antología anónima en 1788. Finalmente, aparece en 1803 el Régulateur y es depositado, conforme a la ley, en la Bibliothèque Nationale. El “Código Civil” de los Francmasones vio la luz bajo la Masonería Imperial, preocupada, como el Emperador, por fijar los principios y reglas de la vida masónica.
La fuerza y vitalidad del Rito Francés encuentran sus orígenes en esta capacidad natural para el equilibrio entre respeto a la tradición, evolución y libertad de conciencia. Nacerá una Obediencia multirritual, para garantizar, gracias al rito fundador convertido en rito francés, el libre ejercicio de todos los demás.
(*) Diccionario de la lengua francesa, apellidado así por su compilador: Émile Maximilien Paul Littré.
Fuente: prólogo de Alain Bauer a la edición crítica -Pierre Mollier- del Régulateur du Maçon. Editions á l´Orient. París-2004.Traducción del autor del presente blog.
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