Cuando el cine no solo es espectáculo, cuando comporta conocimiento y aprendizaje histórico, todo resulta mucho más interesante. Esto es Reina Cristina, un film que atrae todos los focos y miradas hacía la persona de una reina nada convencional no solo por lo que hizo sino por lo que pensaba, una adelantada a su tiempo que se enfrentó a la corte sueca de comienzos y mediados del siglo XVII y que fue capaz de cambiar el curso de la historia.
La Guerra de los Treinta Años y la lucha religiosa entre luteranos y católicos dejaban a Suecia dividida en dos bandos. Fue bajo este clima de crisis interna cuando emergió la figura de la princesa Cristina quien educada como un varón sucedió a su padre el rey Gustavo Adolfo, el León del Norte cuando este cayó muerto en Alemania. Mika Kaurismäki, hermano del conocido director finlandés Aki Kaurismäki, decide contar la historia de su vida desde ese momento haciendo hincapié en las relaciones que estableció a partir de entonces, algunas amorosas y otras de tipo amistoso o familiar, al principio con un ritmo vertiginoso después mucho más calmado.
Su tormentosa relación con la bella condesa Ebba Sparre a la que hizo dama de compañía a su servicio acabó de confirmar las sospechas de que en realidad bebía los vientos por personas de su mismo género lo que creo un creciente malestar en el seno de la corte sueca. Con el canciller Axel Oxenstierna y su hijo mantuvo una sólida amistad a veces malinterpretada pues en su cabeza nunca estuvo desposarse con Johan. Siempre los trató como padre y hermano acaso consciente de que necesitaba esas figuras familiares en su vida. Con su madre las cosas fueron de mal en peor comenzando con indiferencia y acabando en conflicto al conocer cierto accidente del pasado con una escalera como protagonista. Su primo Carlos Gustavo tuvo el placer de ser aquel que la sustituyó una vez ella abdicó en 1654. Anteriormente ella había mostrado nulo interés hacía su persona alejándolo de ella en cuando podía. La guerra fue la excusa perfecta para no tenerlo revoloteando en todo momento alrededor suyo. La presencia del pensador Descartes fue muy importante no solo en cuanto a la toma de algunas de sus decisiones sino sobre todo para la formación intelectual de la misma. Un consejero a la sombra y sin querer. Un rival para algunos con ideas contrarias a las de otros miembros de su compañía más personal.
La reina Cristina antes de abandonar el trono y marcharse a Italia con el Papa, recordemos que es una de las tres únicas mujeres enterradas con ellos en San Pedro del Vaticano, dejó un legado para su nación muy importante. Su deseo era que no solo se cultivaran las tierras heladas suecas sino que también sus súbditos fueran los más cultos de Europa. Por ello no dudó ni un instante en traer todo tipo de obras de arte, manuscritos y libros de todo tipo y clase con los que se instruía a diario. Su gusto por las ciencias ocultas, la magia negra y la alquimia es un hecho demostrado indicándonos que siempre estaba abierta a acercarse a todo aquello que pudiera dotarle de mayor sapiencia aunque se tratara de materias y saberes prohibidos.
Reina Cristina sigue un estricto rigor histórico solo adornado con algunas licencias cinematográficas que hacen más apetecible la historia de esta reina que dominó como nadie actividades propias de su condición como la equitación y otras más masculinas, alejadas de estereotipos más clásicos de la época, como la esgrima o la presencia en consejos con voz y mando.
La reina Cristina no solo amó desoyendo consejos malintencionados, no solo reinó para todos, también fue un ejemplo de alma libre y moderna que sabía hasta siete idiomas. Es por esto que la juventud del presente verá en ella un modelo a seguir. Malin Buska ha superado el reto de interpretar a un personaje tan controvertido, un desafío que con gusto se atrevió a afrontar. No es la Greta Garbo de Robert Mamoulian, es otra cosa. Un acierto su elección que se vio premiada en la Seminci de Valladolid junto al director que confió en ella. ¡Larga vida en la taquilla a la reina!
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