Opinión:
Cada cierto tiempo vemos en televisión alguna noticia relativa a los tiroteos que tienen lugar en Estados Unidos. Esto es resultado de las facilidades que tiene la población de a pie, sin instrucción ni exámenes psicológicos, para conseguir armas. En medio del complejo debate acerca de la legalización de las armas, muchos autores se posicionan en contra, y eso ha dado lugar a un gran número de obras relacionadas con los tiroteos.
Todos los conflictos humanos resultantes de una situación así me parecen muy interesantes, tanto por mi interés por comprender los entresijos de la mente de los agresores, como por la capacidad de adaptación de las víctimas. Diecinueve minutos, de Jodi Picoult ofrece una visión holística de un tiroteo en un instituto, mientras que Hate list, de Jennifer Brown, de un tono más juvenil, se centra más en la culpabilidad y en los remordimientos de los que sobreviven.
Lo que me interesaba de Reino de fieras era que la perspectiva iba a ser distinta, no solo porque la ambientación distaba mucho de un instituto, sino también porque las víctimas directas no eran jóvenes, sino una madre y su hijo. ¿Hasta dónde es capaz de llegar una madre para proteger a su hijo? La mejor forma de conocerse a uno mismo es explorar los límites, y eso es lo que me gusta de estos libros, que llevan a sus personajes a tal extremo que les obliga a enfrentarse a su propia moralidad.
La premisa de la obra era perfecta para un desarrollo profundo del personaje principal, la madre, en una situación de tensión (el parque en el que está con su hijo de seis años se ha convertido en una zona libre de caza). Por desgracia, la autora no sabe manejar el potencial de la obra. Para empezar, la parte de thriller se desvanece al poco tiempo, pues la protagonista encuentra un lugar seguro en el que esconderse y pasa allí gran parte de la historia. La trama es nimia, lógico, si tenemos en cuenta que su única opción para sobrevivir es esconderse, pero más allá de la previsible escena de persecución final, no hay grandes sobresaltos.La autora trata de suplir esa falta de acción recurriendo a otros puntos de vista esporádicos, tanto de otras personas que se encuentran ocultas en el parque, como de uno de los agresores, pero eso solo logra que la novela resulte más dispersa, pues no hay espacio suficiente para tratar la psicología del agresor ni tampoco hay ningún cambio significativo en el resto de personajes. La novela debería girar exclusivamente en torno a la madre y en su psicología, no en los demás. Al marcharnos de su lado se pierde la tensión de la espera, como si no poder hacer nada no fuera terrorífico.
Pero ese no es el único motivo por el que se disipa la tensión. La autora trata de crear un fuerte vínculo madre e hijo y lo hace mediante los recuerdos. No hay flashbacks largos, por suerte, pero sí que constantemente la protagonista se evade de lo que está sucediendo y piensa en anécdotas con su hijo y en los motivos por los que se siente tan ligada a él. Sin duda, el vínculo lo vende bien, hasta el punto de rozar lo obsesivo (algo que no se critica). Entiendo que se evada de la situación, pero no constantemente, pues eso impide que podamos comprender cómo se siente una persona en esa situación. Es como si quisieras hacer una novela sobre la soledad de un astronauta y este solo pensara en su vida en la Tierra, sin profundizar en sus emociones en ese momento.Por otra parte, entiendo que piense en su hijo, pero no hasta esos extremos. Es como si no tuviera una vida más allá de él, pese a que está felizmente casada y doy por hecho que tiene amigos. A la protagonista solo la conocemos en relación con su hijo, más allá de eso no hay nada. No sabemos de qué trabaja (si es que lo hace), cuáles son sus aficiones ni cómo es la relación con los que la rodean. Que el marido solo se comunique con ella por teléfono y que a partir de determinado momento deje de tener presencia (tanto en la trama como en la mente de la protagonista) me parece un grave error, pues él también sufre. Si no te interesaba, hubieras dicho que era madre soltera y ya está. Lo mismo sucede con las referencias al abandono de su madre y la repulsa que tiene a las cucarachas, pues eran una constante en su infancia. Más allá de remarcar que quiere ser mejor madre que la que tuve, no le veo el simbolismo a lo de las cucarachas.
Este recurso de recordar el pasado es el que usa la autora para caracterizar a todos sus personajes, pues tanto la protagonista como los secundarios están constantemente recordando cosas (e interrumpiendo la narración con su hilo de pensamiento). Me refiero a cosas como "Su mirada se fija en los destellos de la luna en las vías del tren. Su tío solía llevarla de pícnic al campo..." o "Sienta a su hijo en su falda y piensa en lo huesuda que tiene la espalda. Cuando nació era un bebé enorme..." o "No le gustaba el chocolate blanco como el que comía su hijo. Era un recuerdo de la época de Tailandia..."El único personaje que me ha parecido bien retratado ha sido el hijo. La autora sabe reflejar muy bien el comportamiento de un niño de cuatro años en una situación como esta. Los niños son mucho menos frágiles de lo que creemos. A nosotros se nos revolvería el estómago ante la visión de un cadáver, porque conocemos las implicaciones que supone, mientras que un niño no es consciente del peligro ni comprende muy bien lo que significa la muerte, solo siente curiosidad. Durante la novela, el niño tiene un comportamiento muy natural, pues su inquietud y miedo no es real, solo una imitación del que siente su madre. No llora, obedece y no hace ruido, no porque sea un niño perfecto (también tiene sus rabietas, se queja y quiere que le lleven constantemente), sino porque ve el miedo de su madre y eso le hace ser consciente de la importancia de ser silencioso.La ambientación ha sido otra oportunidad de oro desperdiciada. Se podrían haber hecho interesantes metáforas relacionadas con los animales y su encierro (la ley del más fuerte, los protagonistas son cazados como animales, el cautiverio) e incluso a resueltas de la identificación de la protagonista con ellos, podría terminar en contra de estos espacios, pero no se habla de nada de esto ni por asomo. Más allá de algún animal muerto aquí y allá, podrían haber estado en cualquier otro recinto abierto, como un parque de atracciones (por cierto, el tiovivo de la portada no aparece).
Como era de esperar, al final hay más acción, hasta el punto de que tememos por la vida de la protagonista, pero más que lástima, he sentido desdén, pues todo lo que le pasa se lo merece por no pensar antes de actuar. Entiendo que en momentos de tensión podamos cometer tonterías, es completamente lógico que nos dejemos llevar por el pánico, pero en el caso de la protagonista, como no se profundiza en cómo se siente, no se justifican sus decisiones y no vemos que se esté dejando llevar por el pánico, por ejemplo.
Pese a todo, si hay algo que ha sido decepcionante es el final, muy al estilo Hitchcock: falta un epílogo. El final me ha dejado con muy mal sabor de boca, porque ya no pido que se trate el trauma resultante de una situación así, sino que casi se podría decir que el final es abierto (aunque no va a tener continuación), pues quedan muchas cosas en el aire que se podrían haber resuelto en un capítulo más. No sabemos qué sucede con algunos secundarios que se han escondido, qué pasa con el bebé, ni con los terroristas. Para os que os hagáis una idea, ni siquiera estoy segura de si la protagonista sobrevive o no, ese es el nivel.
En conclusión, estamos ante una novela que promete mucho y ofrece poco. Establece correctamente los lazos de madre e hijo y retrata a este último con gran realismo, pero el resto de la historia cojea, especialmente debido a la falta de tensión, algo básico de un thriller. Esto se debe a la poca acción que hay, a que la narración se disperse en varios puntos de vista que no tienen fuerza y que constantemente los personajes hagan digresiones sobre su pasado para evadirse de la realidad. Los secundarios no tienen presencia y no se profundiza en las emociones de la protagonista. A eso hay que sumarle el final abrupto que deja varias tramas abiertas, pese a que la historia no tendrá continuación. Por mi parte, no lo recomiendo, pues ni emociona como thriller ni como drama.
PD: Muy de acuerdo con esta reseña de Regina Irae
Cosas que he aprendido:
- Un buen sitio en el que esconder a un bebé llorón en un parque con altavoces.
- No pidas ayuda en mitad de un tiroteo, porque la gente tiende a disparar primero y preguntar después.
Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:
PUNTUACIÓN...1'5/5!
Primeras Líneas...