En 1937 se declaró una importante huelga del sector del acero en Johnstown, al oeste de Pensilvania, en Estados Unidos. Los obreros defendían su derecho a la sindicación y protestaban porque, tras la implantación del New Deal de Roosevelt, las catastróficas consecuencias que había acarreado para el país el Crack del 29 no habían sido superadas y la población más pobre sufría más que nadie las consecuencias.
Los empresarios y la élite financiera pusieron entonces en marcha una táctica para destruir a las organizaciones obreras que a la postre resultó ser de lo más eficaz, a pesar de su simpleza. Desde entonces, los sindicatos americanos ya no han vuelto a levantar cabeza.
Se trataba de enfrentar a la gente contra los huelguistas y, para conseguirlo, se les presentó como destructivos y perjudiciales para el conjunto de la sociedad y contrarios a los intereses comunes de todos. El vehículo que utilizaron para lograrlo no podía ser más adecuado: los medios de comunicación.
La táctica era tan simplista que asombra, pero pone de manifiesto el inmenso poder que otorga contar con una herramienta tan útil como unos medios de comunicación serviles y sometidos para conseguir que se impongan determinados intereses, que siempre suelen coincidir casualmente con los de los más poderosos.
Su esencia radica en movilizar a la opinión pública en favor de conceptos vacíos de contenido, contra los que nadie pueda oponerse. En aquella ocasión se utilizó el concepto “orgullo de ser americano”, pero el abanico puede ser amplio y siempre a gusto del consumidor.
Noam Chomsky utilizó este ilustrativo ejemplo en su análisis “El control de los medios de comunicación” para explicar la forma en que son utilizados para “fabricar consenso” e influir en la opinión pública en favor siempre de los intereses de la clase dominante.
Algo similar se vive en Sevilla cada vez que los trabajadores de Tussam intentan defender sus derechos y utilizan para ello las herramientas legales que el Estado de Derecho y la Constitución les proporcionan, entre ellas el derecho fundamental de huelga.
A partir de que esto ocurre, se desata una campaña en los medios de la ciudad, en los afines al partido en el gobierno municipal y en los contrarios, que busca el desprestigio de la movilización y contraponer sistemáticamente la defensa de los intereses de los trabajadores a los de la ciudad en su conjunto. Para conseguirlo no dudan un ápice en tergiversar y manipular la información con el objetivo de poner en contra de la plantilla al resto de la ciudadanía.
Aquello que Walter Lippmann denominó con acierto “el rebaño desconcertado” se traga una y otra vez la rueda de molino sin rechistar y sin plantearse siquiera si no resulta una píldora demasiado indigesta para tan escaso mal.
En el caso de Tussam el concepto huero al que suelen recurrir es el de que somos unos “trabajadores privilegiados”, como si no nos ganásemos con nuestro trabajo y esfuerzo el sueldo que nos pagan y como si éste fuera comparable al de un controlador aéreo.
Resulta cuanto menos curioso que nosotros seamos privilegiados y un gerente que cobra más que el presidente del gobierno y cuyas directrices no ofrecen resultado tangible alguno sea poco menos que un pobre desgraciado. Pero así funciona la manipulación de la información a manos de quienes detentan el poder.
Como decía el mismo Chomsky, “la propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario” y el control que ejerce sobre la opinión pública es el único capaz de conseguir que el rebaño consiga estar aún más desconcertado, si cabe.
De esta guisa, ayer nos desayunamos con titulares y artículos que hablan de que “la tensión sube en Tussam”, “la plantilla fuerza una huelga” (como si nos dejasen otra alternativa) o que “otro año más, habrá movilizaciones de Tussam en el prólogo de las Fiestas de Primavera”. Y se instaura como hecho judicial que cada año, cuando llegan las fiestas grandes de Sevilla, los ciudadanos tendrán que soportar, una vez más, la consabida huelga del transporte urbano.
Esta patraña informativa, en un ciudadano debidamente informado no alteraría en absoluto su percepción de la realidad. Porque dicho ciudadano sabría que, desde el año 1980 en que entré a trabajar en Tussam, nunca se ha hecho huelga en Feria.
Desde dicha fecha hasta aquí, aparte de las dos huelgas generales que ha sufrido el país en su conjunto –la de 1988 a Felipe González y la de 1996 a José María Aznar (aquella que Urdaci fue incapaz de percibir)– sólo se han efectuado unos paros parciales en 2001 en defensa de la reducción de veinte servicios, los tres días de huelga por el ingreso en la empresa de los trabajadores de Los Amarillos contraviniendo claramente el convenio colectivo en vigor y otra de un día cuando se le abrieron a los compañeros detenidos los expedientes de sanción, con las nefastas consecuencias que todos conocemos.
Ninguna de esas huelgas ha sido como consecuencia de una negociación colectiva y todas han sido en defensa del empleo. Pero eso no fue óbice para que se hayan publicado nefastos titulares en tipografía destacada como el ya famoso “Sevilla secuestrada” y otros de la misma índole.
Un ciudadano bien informado reconocería a primera vista que una convocatoria de huelga no significa inexcusablemente que habrá huelga. Eso forma parte legítima del juego de la negociación y es un derecho fundamental de todo ciudadano. Ellos presionan con la intransigencia y las imposiciones y los trabajadores con las movilizaciones y la convocatoria de huelga. Y mientras tanto, la negociación continúa siendo lo que es; un juego legítimo y necesario de presiones y amagos.
Pero los medios suelen acudir raudos a efectuar su trabajo de dinamitero a la primera llamada de su amo, y además con total eficacia. Por eso cada vez es más frecuente encontrar en las ediciones digitales y en las cartas al director comentarios como los que os dejo a continuación. Porque “el rebaño desconcertado” tiene mono de la rueda de molino y ha de proporcionársele la dosis cuanto antes. Ya se sabe, hay que alimentar el mono adecuadamente para continuar manteniendo el mismo nivel de dependencia y garantizar la distracción.
Fabricando Consenso Sobre Tussam
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Poco importa que durante este sangrante proceso la democracia se quede reducida a ese “sistema en que la clase especializada está entrenada para trabajar al servicio de los amos, de los dueños de la sociedad, mientras que al resto de la población se la priva de toda forma de organización para evitar así los problemas que pudiera causar” al que hacía mención Chomsky. Lo importante es que quienes ostentan el poder se salgan, aquí sí una vez más, con la suya y la gente continúe pendiente de lo apenas relevante.
Todavía tengo frescos en la memoria la sarta de titulares rozando la injuria que salpicaron los medios durante días cuando fueron detenidos los ocho compañeros acusados de apedrear los autobuses. Poco les importó entonces que no hubiese ni una sola prueba en su contra, que la detención se desarrollase de manera algo más que sospechosa y que el propio Ministerio Fiscal pidiera el sobreseimiento de la causa en todas y cada una de las actuaciones judiciales llevadas a cabo.
Al final del largo y penoso proceso, casi dos años, la justicia les dio la razón, pero el precio que se tuvo que pagar fue tan cruel como innecesario.
Hoy en día, los dos máximos responsables de la empresa están imputados por un delito contra el derecho de huelga, con una sentencia en firme de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía que determina que se vulneró un derecho fundamental de los ciudadanos protegido especialmente por la Constitución Española. Y los medios callan como putas. No he visto yo los mismos titulares incisivos e hirientes que entonces.
Así las cosas, reinstauremos de nuevo el derecho de pernada y pongamos a su disposición sin oposición alguna a nuestras hijas y mujeres. Seguramente más de uno incluso lo encontrará placentero.