"Ay, de mi llorona. Llorona de azul celeste. Ay, de mi llorona. Llorona de azul celeste".
Cerca, una voz bronca, muy desentonada y llena de ternura repetía una y otra vez el estribillo de 'La Llorona'. Era mi padre. Siempre lo hacía. Me cantaba una y otra vez esa canción hasta el punto de que hoy, cada vez que la oigo, no puedo reprimir las lágrimas, como siempre, como cada vez que las emociones me desbordan, sean de la clase que sean.
Eso me ha perseguido toda mi vida. Quienes me conocen saben que lloro por encima de mis posibilidades y me la trae al pairo.
Hoy quiero reivindicar el llanto, porque el llanto no es de débiles como me han dicho en miles de ocasiones personas que me quieren y mucho, porque el llanto no debe ser tabú y porque el llanto supone un desahogo necesario cuando no se sabe hacer de otra manera. ¿Y qué pasa si se hace en público? Pues nada. ¡Ya está bien!
Llorar calma, relaja, equilibra ante emociones demasiado fuertes -positivas o negativas-, mejora el humor -a mí me lo mejora-, elimina el estrés... Y podría seguir así porque soy una ferviente defensora del llanto y, pese a lo que muchos piensen, soy fuerte, muy fuerte, más de lo que yo creo en muchas ocasiones.
El llanto no es de débiles, no es de personas que no pueden con nada sino más bien todo lo contrario, es de personas que para poder con casi todo necesitan ese instante de cascada. Es curioso y no sé si les pasará a quienes, como yo, necesitan llorar mucho; cuando realmente el dolor es tan fuerte que no podemos con él, lloramos a solas, escondidas, sin nadie que pueda intuir en esas lágrimas ni una mínima señal de ese desgarro que sentimos por dentro.
Yo propongo que dejemos de censurar a las personas que lloran e invirtamos ese tiempo en averiguar por qué lo hacen. Solo así, entenderemos lo importante que es para ellas.
Ese hombre que me cantaba lloraba sin esconderse cuando le tocaba. Por eso, cada vez que repetía "Ay, de mi llorona. Llorona de azul celeste. Ay, de mi llorona. Llorona de azul celeste" sabía que lo que me estaba diciendo a su manera era: no me importa que llores, estoy ahí acompañándote en tus emociones.

