Supongo que lo primero que se le viene a uno a la mente cuando escucha “relación a distancia” es mucho WhatsApp y FaceTime; y entonces, la situación no es tan dramática. Después de todo, y especialmente ahora en época de pandemia, el internet ha facilitado muchísimo las cosas.
Pero imaginen una relación a distancia sin internet. ¿La situación se vuelve más tétrica?
Pues es esa la relación que ando teniendo: una relación amorosa a larga distancia sin internet. Una relación que se reduce a llamadas por teléfono (no por internet) y mensajes de texto (SMS, no WhatsApp).
Debe haber gente que no puede imaginarse su vida sin internet. Yo, sin embargo, soy de las personas que usó la enciclopedia Encarta en el colegio y que sabe que una computadora sin internet no es un objeto inútil –he pasado tardes enteras jugando Carta Blanca, escribiendo historias por puro entretenimiento y creando obras de arte en Paint–.
Así que recurrir a la tecnología analógica para mantener viva una relación amorosa a distancia no ha sido del todo descabellado, pero sí he de reconocer que no es sencillo.
Ya son tres meses de puro amor adolescente y aquí les cuento un poco la experiencia.
Una de las primeras cosas que debo advertir es que no es mi primera relación a distancia, pero sí es la primera relación sin internet.
Una relación a distancia con internet solo tiene una desventaja: no tienes la presencia física de la persona. Por todo lo demás, puede llegar a ser igual a una relación presencial.
Me he quedado dormida hablando con mi novio a distancia. Me he quedado toda la mañana hablando con mi novio a distancia. He visto partidos de fútbol y películas con mi novio a distancia. He visto los noticieros locales con mi novio a distancia. He almorzado, desayunado y cenado con mi novio a distancia. He hecho las compras semanales con mi novio a distancia. Y ni qué decir del sexting y demás cosas.
Con un buen plan de datos y buena conexión, la vida de pareja es casi similar a una con presencia física.
Ahora, retiremos el internet y eliminemos el costo fijo. Ahora, cada segundo cuesta y mucho. ¿Se imaginan pagar seis soles por minuto de llamada? Son 18 soles para una conversación de ¡tres minutos!
Entonces, ¿cómo lo haces?
UNO. Aprendes a decir en poco lo mucho que deseas. Ya sea que se trate de una llamada o un mensaje de texto, el espacio que tienes es reducido. Las llamadas al extranjero pueden ser realmente costosas y los SMS también cuestan y son mucho más chiquitos que un tuit (160 caracteres versus los 280 caracteres de Twitter).
DOS. Es necesario desarrollar una buena memoria, pues por una llamada o un mensaje de texto no puedes enviar ni recibir fotos. Entonces, salvo te hayas tomado muchas fotos con tu “persona favorita” –lo cual no fue mi caso– será la representación que exista de ella en tu cabeza tu única referencia visual. Y ni hablar de la gente que no es fotogénica.
TRES. Los silencios son un lujo. ¿Has notado cuando a veces simplemente te quedas mirando a la persona que te gusta sin decirle nada, porque te basta con verla? O también sucede que a veces te quedas en silencio porque estás muy emocionado y las palabras se atoran en tu garganta y te quedas sin palabras.
Bueno, sin internet, no te puedes dar el lujo de quedarte en silencio para solo escuchar su respiración al otro lado de la línea –porque se trata de una llamada internacional, que puede llegar a ser muy costosa–.
CUATRO. Los mensajes de texto fungen como besos. A veces, en persona, te gana la vergüenza y prefieres demostrar con un beso lo que sientes por esa persona que verbalizarlo. A larga distancia, no hay besos. Pero te das cuenta que describir lo que sientes en un SMS es menos vergonzoso que decirlo en una llamada.
CINCO. Se puede. Y eso es lo más bonito. Es una mezcla de suerte y voluntad, pero sí es posible.
Esta pandemia nos ha enseñado mucho, y una de esas cosas es que hay vida fuera de las conexiones de internet.