Un equipo del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en
Houston, Estados Unidos, examinó datos médicos y ocupacionales y dividió a
padres y madres entre quienes tenían empleos más de tipo técnico y quienes
tenían empleos alejados de lo técnico. Los padres que trabajaban en ingeniería
eran dos veces más propensos a tener un niño con un trastorno del espectro
autista. Los que trabajaban en finanzas tenían cuatro veces más probabilidades,
y aquellos que lo hacían en el ámbito médico afrontaban hasta seis veces más
posibilidades de tener a un niño con el espectro autista. Los niños que tenían
tanto al padre como a la madre en campos técnicos experimentaban un riesgo
mayor de sufrir alguna forma severa de autismo. Por supuesto, extraer
interpretaciones y conclusiones de estos resultados es prematuro, ya que, entre
otras cosas, no se aprecian conexiones directas claras entre profesión y riesgo
de engendrar un hijo con autismo que puedan explicar el fenómeno. Habrá que
seguir trabajando en esta línea de investigación para ver si conduce a
hallazgos claros.