Con la llegada del calor, aumenta la frecuencia de picaduras de mosquito. Algunas especies propagan enfermedades potencialmente mortales para el ser humano, como la malaria, el zika, el chikungunya y la fiebre amarilla. Estudios recientes experimentan con nuevos geles que podrían repelerlos de la piel humana, analizan cómo nos encuentran estas criaturas a los humanos o el papel de los jabones en su atracción.
Los mosquitos son atraídos por una suma de razones y el proceso general de picadura es una sofisticada combinación de pasos complejos. No se alimentan de sangre a diario, para su suministro energético solo necesitan sacarosa, que puede obtenerse, por ejemplo, en las plantas. Solo las hembras buscan esta sustancia para formar las membranas de los huevos que van a poner.
Al ser tan pequeños, no tienen un mecanismo de pensamiento consciente y no se sienten atraídos directamente por la sangre. Un mosquito hembra se sentirá cautivado por una combinación de calor, sudor, hormonas, dióxido de carbono, otros compuestos orgánicos que salen de nuestra piel (como el amoníaco) e incluso contrastes de color. Solo una vez que aterricen averiguarán si hay sangre. Para ello, inyectan sustancias para facilitar la penetración, luego ablandan mecánicamente la piel con movimientos de vaivén y, al salir, colocan su 'bomba' e introducen un coagulante, el compuesto al que la mayoría de la gente tiene reacción.
La importancia del olfato
El olor que desprendemos también es fundamental para el comportamiento de los mosquitos en su búsqueda de huéspedes a larga distancia. Así lo ha descubierto un grupo de investigación de la Universidad Johns Hopkins (JHU, EE UU) y el Trust de Investigación de Macha (Zambia). El trabajo, publicado en Current Biology, también señala componentes específicos del aroma corporal en el aire que podrían explicar por qué algunas personas son más atractivas para los mosquitos que otras.
El comportamiento de los mosquitos es bastante sensible a las condiciones ambientales, como la temperatura, la humedad y el viento. Suelen preferir los ambientes cálidos y húmedos, vuelan mejor con aire en calma o brisas suaves y son más activos en estas condiciones.
Los científicos construyeron un campo de pruebas en el distrito de Choma (Zambia) para entender cómo el mosquito africano de la malaria Anopheles gambiae localiza y elige huéspedes humanos. El espacio contenía un anillo de plataformas de aterrizaje, calentadas a la temperatura de la piel humana.
Cada noche, los investigadores soltaban 200 mosquitos hambrientos y vigilaban su actividad con cámaras de movimiento infrarrojas. Tomaron nota de la frecuencia con la que se posaban en cada una de las plataformas, lo cual es una buena señal de que están listos para picar.
El equipo comparó la importancia relativa del calor, el CO2 y el olor corporal para atraer a los mosquitos. Estos no se sentían atraídos por las plataformas calentadas a menos que también estuvieran alimentadas con dióxido de carbono, pero comprobaron que el aroma humano era un cebo más atractivo.
El equipo identificó 40 sustancias químicas que emitían todos los humanos, aunque a ritmos diferentes. El perfil de olor de cada persona variaba de una noche a otra, pero los investigadores hallaron algunos patrones estables. Las personas que resultaban más atractivas para los mosquitos emitían sistemáticamente más ácidos carboxílicos, producidos probablemente por los microbios de la piel.
Actualmente existen pocas pruebas científicas que sugieran que cambiar la dieta o modificar el régimen de ejercicio (para minimizar la sudoración, por ejemplo) pueda influir en lo atractivos que resultamos para los mosquitos. Sin embargo, son factores probables que podrían influir en la forma en que nos perciben mediante su olfato.
Estos mosquitos suelen perseguir a los humanos en las horas anteriores y posteriores a la medianoche. Siguen los rastros de olor y las corrientes convectivas que emanan, y normalmente entran en las casas y pican entre las diez de la noche y las dos de la madrugada.
A los investigadores les sorprendió la eficacia con la que los mosquitos podían localizar y elegir entre posibles comidas humanas dentro del campo de pruebas. Cuando trasladas los olores de un minúsculo laboratorio a un gran espacio, y ves que aun así siguen encontrándolos, te das cuenta de lo poderosos que son estos animales como buscadores de huéspedes.