Las situaciones vividas desde fuera muchas veces no son ni parecidas a como se viven en primera persona. Cuando conocemos a alguien que lo está pasando mal por una relación, hay veces que no entendemos porque esa persona no es capaz de terminar con ese sufrimiento poniendo fin a la relación, que vista desde fuera, no tiene ningún futuro y todo el mundo, menos la persona implicada, ve que está abocada al fracaso. Pero las cosas no son tan simples como las vemos desde fuera.
Cuando queremos a una persona o estamos “enamorados” en las primeras fases de este proceso tendemos a resaltar lo positivo de la persona, que es precisamente lo que hace que esa persona sea tan especial para nosotros. Esto hace que dejemos de lado lo malo, lo cual no quiere decir que no seamos conscientes, sino simplemente no le damos importancia. Esto hace a su vez que nos convenzamos a nosotros mismos de lo maravillosa que es esa persona y lo afortunados que somos de estar con ella. En mi opinión esto es una fase normal al comienzo de las relaciones, pues si no sería mucho más difícil establecer el vínculo inicial, pero no hay que olvidar que cuanto más maravilloso creemos que es alguien, más profunda es la decepción que sufrimos al comprobar lo contrario.
Con el tiempo las cosas negativas que en un principio no considerábamos importantes, se hacen más notables. En situaciones normales cuando se hace balance y las cosas negativas superan a las positivas, una de las partes o las dos, o bien se replantean la relación o bien deciden acabar con ella. Pero muchas veces cuando esto ocurre ya es demasiado tarde y estamos demasiado implicados en la relación. Esto nos produce una incapacidad para terminar con la relación e incluso para comunicarle a nuestra pareja nuestro descontento. Esta incapacidad muchas veces se produce porque hay un desequilibrio en la implicación de cada miembro de la pareja en la relación. La persona más implicada tiene miedo de perder a su pareja ya que la necesita.
Como consecuencia se produce un cambio en lo que nos aporta esa persona en nuestra vida. Lo que en un principio era un refuerzo positivo, esto es, nos encantaba estar con esa persona, todo lo que hacíamos juntos era maravilloso etc ; se convierte en un refuerzo negativo, esto es, buscamos la compañía de esa persona, no por lo bueno que nos aporta, sino por lo mal que nos sentimos cuando esa persona no está con nosotros. Esto significa que ni somos felices con esa persona, ni somos felices sin ella. Se podría hacer un símil con la dependencia a sustancias, esto es, en un principio empezamos a consumir por el placer que nos aporta, pero posteriormente, ya no consumimos por dicho placer, sino para evitar el síndrome de abstinencia (malestar) que nos produce la falta de esa sustancia. Obviamente no es lo mismo, pero en este caso lo podríamos denominar “dependencia de una persona”.
La cuestión es, ¿por qué se produce esta dependencia? Puede producirse por muchos motivos como la falta de apoyo social por parte de la persona “dependiente”, lo que hace le sentirse sola sin la otra persona; una baja autoestima por parte de la persona “dependiente” , lo cual hará pensar que es culpable del comportamiento de la otra persona; malas experiencias pasadas, lo que le creará indefensión aprendida y no hará nada por intentar cambiar la situación o simplemente ha creido durante mucho tiempo lo maravillosa que era la otra persona y ahora asumir la realidad resulta desbordante. No hay que olvidar que en muchos de estos casos la personalidad del otro miembro de la pareja suele ser manipuladora, dominante y aparentemente fuerte.
Otra cuestión importante es, ¿por qué es tan difícil acabar con este tipo de relaciones? A lo bueno nos acostumbramos antes que a lo malo, esto es, dejamos de dar importancia a las cosas buenas que nos ofrece nuestra pareja antes que a las cosas malas. Esto significa que cuando una persona siempre se porta bien con nosotros, el día que se porta mal, se lo tenemos mucho más en cuenta que alguien de quién estamos acostumbrados a recibir decepciones. Esto también ocurre en el caso contrario, cuando estamos acostumbrados a recibir estímulos aversivos de una persona, cuando recibimos algún estímulo positivos lo valoramos más. Esto produce que muchas veces nos olvidemos de todo lo malo que nos hace una persona cuando recibimos algo bueno de ella.
El refuerzo intermitente es más difícil de extinguir que el refuerzo continuo. Esto es, una persona que un día nos dice que nos quiere, al día siguiente está enfadada, otros días simplemente nos ignora (refuerzo intermitente), su conducta se vuelve imprevisible y aún cuando pensamos que hemos terminado con la relación, no sabemos cómo reaccionará o sabemos que esa persona puede volver a aparecer en cualquier momento y de hecho es probable que lo haga y vuelva a desaparecer por un largo periodo de tiempo para reaparecer posteriormente. Todo esto dificulta mucho la extinción.
Lo está claro es que ningún tipo de dependencia es buena y lo primero que se debe hacer es poner distancia de por medio y pedir ayuda profesional si fuera necesario.